Así que fue pasando el tiempo. Acabamos la secundaria y empezamos el bachiller. Y, antes de darnos cuenta, estábamos ya en nuestro último año de instituto. Habían pasado unos cinco años y medio desde el día en que Remy me había salvado en el lago, y yo seguía, para mi completa desgracia, tan enamorado de ella como el primer día.
Y eso se convirtió en algo todavía más problemático el día en que Remy me dijo aquello.
- ¿Sabes, Sam? He estado pensando en eso del baile de fin de curso, y tal...
- ¿Sí?
- Y me gustaría pedírselo... a Riley Spencer.
- ¿En serio? Vaya, que bien. Aunque la verdad, no creo que yo vaya a ir.
- ¿Por qué no?
- Porque son las chicas las que se lo piden a los chicos, y mi popularidad entre el género femenino no va muy allá.
- Pues yo no estaría tan segura, de hecho... Creo que le gustas a esa tal Rachel-dijo, sonriendo-.
- Ya, claro.
- ¡No, en serio! He oído por ahí que tal vez vaya a pedírtelo.
- La verdad es que estaría guay, es una chica muy maja. Además, tampoco era plan de volver a ir tu yo juntos, en plan de amigos y eso.
Me pareció que Remy no había ni tan siquiera escuchado esa última frase, pues estaba demasiado absorta viendo como Riley pasaba por nuestro lado.
- Por cierto, Sam-me habló Remy,volviendo a percatarse de mi presencia-. ¿Qué tal si quedamos el viernes, en mi casa? Podríamos ver algún vestido para mí y buscarte algún traje.
- Si te refieres a uno que no me haga quedar como un completo idiota, me apunto.
Remy rió.
Y encima aquello. Ahora tendría que ayudar a mi mejor amiga, de la que llevaba enamorado años sin que hubiese sospechado absolutamente nada, a ligar con otro tío. Que vivan los pagafantas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario