Lunes, 5 de mayo de 2014
Querido diario:
Anoche volví a
soñar. Pero esta fue la primera vez que no era una pesadilla, sino
un sueño de los viejos tiempos: Alejandro, Alba y yo en nuestro
perfecto viaje a la ciudad que nunca duerme: Nueva York, en abril de
2011. Allí, en la misma Times Square, nos encontramos con Lea
Michele y Dianna Agron, de Glee, que accedieron a hacerse una foto
con nosotros tras demostrarles nuestra devoción por la serie.
Como todos los
lunes desde el día en que la perdí, esta mañana me he levantado
bastante pronto para ir a visitar la lápida de Alba a las dunas de
la playa del Saler, en el mismo rincón donde ella me lo pidió.
Por supuesto,
no la enterré sino que hice exactamente lo que ella me dijo:
incinerarla. Aunque no tuve valor de verla consumirse ante mis
propios ojos, esperé el tiempo necesario y luego situé allí mismo
un cartel hecho con madera:
Alba López
Palmer. 12/10/1986-29/1/2014. Amada hija, novia y amiga. La mejor de
las personas. Descansa en paz.
Evidentemente no es lo mejor para alguien con mi estabilidad mental
hablar con alguien que ya no existe, pero al menos de momento es algo
que necesito hacer para sentirme bien conmigo mismo. Le he estado
contando algunas cosas de la semana y lo rápido que está creciendo
Klaus, que debe estar superando el año y medio al menos.
Por mi propio bien sé que no debo entretenerme mucho, así que al
poco rato tras derramar unos pocos litros de lágrimas he vuelto a
“casa” y me he preparado para mi ya clásica transmisión de
radio diaria a las doce del mediodía. Es entonces cuando ha ocurrido
algo realmente asombroso.
“¿Marcos?...Zzzzz.....¿Me
oyes?....Zzzzz....Soy....Zzzzz.....Estamos en....Zzzz”.
Era la voz de una mujer, pero se entrecortaba y no llegaba a dar
ninguna información importante.
Me quedé petrificado, pues llevaba meses tratando de aceptar que
moriría sin volver a escuchar una voz humana. Una de una persona
real.
Como es natural en mi situación, al principio pensé que lo habría
imaginado, como tantas otras cosas. Pero parecía tan real...
Emití mi mensaje de siempre y pasé la tarde tratando de olvidarlo,
de no pensar en ello. Elegí los tres libros publicados de “Los
Legados de Lorien”, que leí a la luz de varias velas bajo una de
esas típicas tormentas primaverales del litoral valenciano y con
Klaus echándose una buena siesta en su cama.
lunes, 21 de octubre de 2013
sábado, 12 de octubre de 2013
Diario de un superviviente español (VII)
Aprovecharé esta entrada para autofelicitarme por mi vigesimoprimer cumpleaños hoy, 12 de octubre de 2013. ¡Espero que estéis disfrutando con mi historia! :)
Sábado, 3 de mayo de 2014
Querido diario:
Hoy he estado hojeando algunos de los álbumes de fotos. Es lo primero que salvé cuando tuvimos que abandonar nuestro hogar en Madrid.
Los viajes al pasado pueden ser muy peligrosos, sobre todo para alguien con una personalidad tan melancólica como la mía. Por eso, me tengo prohibido acercarme a ellos más de una vez a la semana.
Pasaba las páginas de uno de ellos con delicadeza, para no estropearlo. Había fotos desde poco después de que aquella familia me acogiera en su casa, hasta poco antes del incidente de Madrid.
Sonreí, recordando una foto en la segunda página. Se trataba del noveno cumpleaños de Marina, la hija del matrimonio que me “adoptó”, sólo un par de meses después de que llegara yo. En la foto salía ella soplando las velas, su padre y su madre detrás sonriendo y yo a un lado.
Todavía hoy me resulta increíble cuando lo pienso. Ocho años. Tenían una hija de ocho años y aceptaron que un desconocido se quedase con ellos de manera indefinida. Jamás podría compensarles lo que hicieron por mí, ni agradecérselo lo suficiente. Y probablemente nunca lo haga.
Fui a buscarlos en el día del incidente, pero su casa estaba vacía. No conseguí encontrarlos. Quizás si me hubiera esforzado más... Pero tenía que aceptarlo. En el fondo, sabía desde hacía meses que ambos habrían acabado como el resto de la población de la ciudad, del país, del mundo... Muertos. Vagando eternamente de un lugar a otro en busca de algo de carne para satisfacer esa desesperada necesidad.
Igual que Marina. Ella...No estaba en Madrid cuando el incidente, sino de viaje en Vancouver, tras cogerse una especie de año sabático antes de empezar la universidad.
Nunca supe nada de ella. Y pensé mucho en ir a buscarla, era como una hermana para mí. Mi mejor amiga. Pero Alba terminó convenciéndome de que, por mucho que nos importara Marina a los dos...Estaba a miles de kilómetros, prácticamente en la otra punta del mundo y habría sido una locura hacerlo.
Claro que ahora Alba ya no está y yo...Yo me estoy volviendo loco. No sé, tal vez algún día, cuando me haya cansado de todo esto...
Volví durante unos minutos más al álbum, hasta encontrarme con aquella foto. Mi favorita, sin duda alguna.
Nuestro primer beso. Curiosamente, Alejandro inmortalizó aquel momento. Me había estado siguiendo toda la noche para asegurarse de que la cita iba bien. Y tanto que lo fue. El instante en el que supe que ella sentía lo mismo, fue posiblemente...El más feliz de mi vida.
Meto a Klaus en su pequeña jaula-cama y apago las velas sobre el escritorio. Me dejo caer sobre el colchón en el que llevo durmiendo desde hace meses y trato de conciliar el sueño, lo que consigo en pocos minutos.
Sábado, 3 de mayo de 2014
Querido diario:
Hoy he estado hojeando algunos de los álbumes de fotos. Es lo primero que salvé cuando tuvimos que abandonar nuestro hogar en Madrid.
Los viajes al pasado pueden ser muy peligrosos, sobre todo para alguien con una personalidad tan melancólica como la mía. Por eso, me tengo prohibido acercarme a ellos más de una vez a la semana.
Pasaba las páginas de uno de ellos con delicadeza, para no estropearlo. Había fotos desde poco después de que aquella familia me acogiera en su casa, hasta poco antes del incidente de Madrid.
Sonreí, recordando una foto en la segunda página. Se trataba del noveno cumpleaños de Marina, la hija del matrimonio que me “adoptó”, sólo un par de meses después de que llegara yo. En la foto salía ella soplando las velas, su padre y su madre detrás sonriendo y yo a un lado.
Todavía hoy me resulta increíble cuando lo pienso. Ocho años. Tenían una hija de ocho años y aceptaron que un desconocido se quedase con ellos de manera indefinida. Jamás podría compensarles lo que hicieron por mí, ni agradecérselo lo suficiente. Y probablemente nunca lo haga.
Fui a buscarlos en el día del incidente, pero su casa estaba vacía. No conseguí encontrarlos. Quizás si me hubiera esforzado más... Pero tenía que aceptarlo. En el fondo, sabía desde hacía meses que ambos habrían acabado como el resto de la población de la ciudad, del país, del mundo... Muertos. Vagando eternamente de un lugar a otro en busca de algo de carne para satisfacer esa desesperada necesidad.
Igual que Marina. Ella...No estaba en Madrid cuando el incidente, sino de viaje en Vancouver, tras cogerse una especie de año sabático antes de empezar la universidad.
Nunca supe nada de ella. Y pensé mucho en ir a buscarla, era como una hermana para mí. Mi mejor amiga. Pero Alba terminó convenciéndome de que, por mucho que nos importara Marina a los dos...Estaba a miles de kilómetros, prácticamente en la otra punta del mundo y habría sido una locura hacerlo.
Claro que ahora Alba ya no está y yo...Yo me estoy volviendo loco. No sé, tal vez algún día, cuando me haya cansado de todo esto...
- Miau...-me interrumpe Klaus-.
- Vaya, Klaus, lo siento-digo al tiempo que recuerdo que se me ha olvidado ponerle comida-.
Volví durante unos minutos más al álbum, hasta encontrarme con aquella foto. Mi favorita, sin duda alguna.
Nuestro primer beso. Curiosamente, Alejandro inmortalizó aquel momento. Me había estado siguiendo toda la noche para asegurarse de que la cita iba bien. Y tanto que lo fue. El instante en el que supe que ella sentía lo mismo, fue posiblemente...El más feliz de mi vida.
Meto a Klaus en su pequeña jaula-cama y apago las velas sobre el escritorio. Me dejo caer sobre el colchón en el que llevo durmiendo desde hace meses y trato de conciliar el sueño, lo que consigo en pocos minutos.
martes, 8 de octubre de 2013
Diario de un superviviente español (VI)
Viernes, 2 de mayo de 2014
En efecto, perdí a mi familia en aquellos atentados. Un simple despiste me llevó a perderlos de vista. Saqué mis auriculares para escuchar algo de música hasta que llegara el siguiente tren. Deberían haber sido un par de minutos, pero el tren no llegaba.
Entonces oí un fuerte estruendo. Miré a mi alrededor y me di cuenta de que todo el mundo salía corriendo por las escaleras, en dirección a la superficie. Corrí con todas mis fuerzas hasta llegar a la calle.
Era un auténtico caos. Gritos, pitidos de ambulancias, gente herida por todas partes... Vi lo que había sucedido en la pantalla de televisión de un bar.
Estaba confuso, no sabía qué hacer. Corrí a buscarlos, me movía entre la muchedumbre tratando de encontrarlos...hasta que finalmente lo hice.
Fue tan de golpe que ni siquiera supe cómo reaccionar. Recuerdo que un policía se acercó y me preguntó si estaba bien, justo antes de que todo a mi alrededor empezar a dar vueltas a más y más velocidad. Sentí que perdía el equilibrio, mi vista se nublaba...y entonces me desmayé.
Desperté varias horas después en el hospital, aunque parte de mí desearía no haberlo hecho jamás.
Había perdido a mi familia. Para siempre. Mi padre, mi madre y mi hermano...Todos estaban muertos y, sin embargo, yo seguía vivo. Yo debía haber estado en ese tren, con ellos. Y fue entonces cuando empecé a hacerme la pregunta: ¿por qué? ¿Por qué yo? ¿Es que acaso merecía vivir más que ellos?
Esa pregunta me persiguió y me ha perseguido por mucho, sobre todo en los últimos meses. He visto morir a tanta gente, tantos seres queridos... Pero todavía hoy, después de toda esta mierda de apocalipsis yo sigo aquí, vivito y coleando.
En fin, probablemente querréis saber qué pasó después. Era mayor de edad, así que preferí apañármelas por mí solo que buscar parientes más o menos lejanos. Fue uno de los peores errores de mi vida.
Siempre he tenido bastante fuerza de voluntad, pero en cierto día la culpabilidad venció y empecé a verlas como la única salida. Al principio eran solo unas pocas, pero cada vez más. Antes de que pudiera darme cuenta, había dejado el instituto y me había convertido en un drogadicto en toda regla.
Transcurridos unos meses, la dueña de una pizzería me encontró tirado en su puerta trasera y decidió llevarme consigo. Podría decirse que me adoptaron, pues ella y su familia, su marido y su hija terminaron aceptándome como uno más.
Les pregunté muchas veces acerca de su confianza en mí y en que era una buena persona a pesar de las apariencias, y siempre me contestaban lo mismo: “lo sabíamos desde el principio, sabíamos que eras una buena persona y que tan solo necesitabas un pequeño empujón para salir adelante”.
Viví con ellos unos cuatro años, hasta que me vi capaz de empezar una nueva vida. Por supuesto, procuré ganar algo de dinero y ellos me dieron la oportunidad, en la misma pizzería donde me habían encontrado.
Era un día cualquiera, aquel en el que la mujer que me había rescatado me presentó a la nueva chica que trabajaría allí por unos meses para ayudar a pagarse la universidad. Una chica de pelo oscuro, ojos marrones y una mirada que me enamoró al instante. Alba.
En efecto, perdí a mi familia en aquellos atentados. Un simple despiste me llevó a perderlos de vista. Saqué mis auriculares para escuchar algo de música hasta que llegara el siguiente tren. Deberían haber sido un par de minutos, pero el tren no llegaba.
Entonces oí un fuerte estruendo. Miré a mi alrededor y me di cuenta de que todo el mundo salía corriendo por las escaleras, en dirección a la superficie. Corrí con todas mis fuerzas hasta llegar a la calle.
Era un auténtico caos. Gritos, pitidos de ambulancias, gente herida por todas partes... Vi lo que había sucedido en la pantalla de televisión de un bar.
- Joder...-me dije, desesperado-.
Estaba confuso, no sabía qué hacer. Corrí a buscarlos, me movía entre la muchedumbre tratando de encontrarlos...hasta que finalmente lo hice.
Fue tan de golpe que ni siquiera supe cómo reaccionar. Recuerdo que un policía se acercó y me preguntó si estaba bien, justo antes de que todo a mi alrededor empezar a dar vueltas a más y más velocidad. Sentí que perdía el equilibrio, mi vista se nublaba...y entonces me desmayé.
Desperté varias horas después en el hospital, aunque parte de mí desearía no haberlo hecho jamás.
Había perdido a mi familia. Para siempre. Mi padre, mi madre y mi hermano...Todos estaban muertos y, sin embargo, yo seguía vivo. Yo debía haber estado en ese tren, con ellos. Y fue entonces cuando empecé a hacerme la pregunta: ¿por qué? ¿Por qué yo? ¿Es que acaso merecía vivir más que ellos?
Esa pregunta me persiguió y me ha perseguido por mucho, sobre todo en los últimos meses. He visto morir a tanta gente, tantos seres queridos... Pero todavía hoy, después de toda esta mierda de apocalipsis yo sigo aquí, vivito y coleando.
En fin, probablemente querréis saber qué pasó después. Era mayor de edad, así que preferí apañármelas por mí solo que buscar parientes más o menos lejanos. Fue uno de los peores errores de mi vida.
Siempre he tenido bastante fuerza de voluntad, pero en cierto día la culpabilidad venció y empecé a verlas como la única salida. Al principio eran solo unas pocas, pero cada vez más. Antes de que pudiera darme cuenta, había dejado el instituto y me había convertido en un drogadicto en toda regla.
Transcurridos unos meses, la dueña de una pizzería me encontró tirado en su puerta trasera y decidió llevarme consigo. Podría decirse que me adoptaron, pues ella y su familia, su marido y su hija terminaron aceptándome como uno más.
Les pregunté muchas veces acerca de su confianza en mí y en que era una buena persona a pesar de las apariencias, y siempre me contestaban lo mismo: “lo sabíamos desde el principio, sabíamos que eras una buena persona y que tan solo necesitabas un pequeño empujón para salir adelante”.
Viví con ellos unos cuatro años, hasta que me vi capaz de empezar una nueva vida. Por supuesto, procuré ganar algo de dinero y ellos me dieron la oportunidad, en la misma pizzería donde me habían encontrado.
Era un día cualquiera, aquel en el que la mujer que me había rescatado me presentó a la nueva chica que trabajaría allí por unos meses para ayudar a pagarse la universidad. Una chica de pelo oscuro, ojos marrones y una mirada que me enamoró al instante. Alba.
martes, 24 de septiembre de 2013
Diario de un superviviente español (V)
Jueves, 1 de mayo de 2014
Era lunes, 11 de marzo de 2013. Un día como otro cualquiera.
Me desperté con su olor todavía impregnando las sábanas, aunque ella ya se había levantado. Me desperecé y me levanté de la cama. Fui al cuarto de baño para lavarme la cara y luego al comedor, donde la encontré sentada a la mesa, desayunando.
Me despedí de ella con un fuerte abrazo y me dirigí a la parada de autobús más cercana. Tardaría como tres veces más que cogiendo el metro, pero por aquel entonces y desde hacía ya unos años le tenía fobia. No había vuelto a pisar una estación de metro desde aquel día.
Por el camino leí algunos de los titulares, la mayoría de ellos recalcando lo poco que le quedaban a los servicios públicos y, por supuesto, la sección de deportes con veinte páginas de fútbol y dos o tres de algunos otros deportes como la Fórmula Uno, para cuyo inicio faltaban pocos días.
Pero hubo una noticia en particular que me llamó la atención. Al parecer, habían detenido a un científico por experimentar con material genético en uno de los laboratorios de la Universidad de Los Ángeles, en Estados Unidos. La doctora Amanda Pierson, reconocida epidemióloga...
Pero no me dio tiempo a seguir leyendo, pues el autobús se había detenido y tenía que bajarme ya. Lo hice y anduve con paso firme algunos metros hasta que llegué a la entrada. Preparado, o al menos eso pensaba, para hacerlo una vez más. Hablar con mis padres y mi hermano pequeño, ambos fallecidos años atrás en una de las peores tragedias de nuestra historia.
Era lunes, 11 de marzo de 2013. Un día como otro cualquiera.
Me desperté con su olor todavía impregnando las sábanas, aunque ella ya se había levantado. Me desperecé y me levanté de la cama. Fui al cuarto de baño para lavarme la cara y luego al comedor, donde la encontré sentada a la mesa, desayunando.
- Buenos
días, cariño-me dijo mientras la besaba-. ¿Has dormido bien? Me
pareció que tenías una pesadilla anoche.
- Oh, no. Es
que...Bueno, estoy nervioso. Sé que lo he hecho muchas veces, pero
me sigue resultando igual de difícil que siempre.
- Lo
entiendo. De verdad que iría contigo, Marcos. Sabes que iría, si
encontrara alguna manera de...
- Tienes la
entrevista de trabajo, Alba. Es la oportunidad de tu vida y si la
echaras a perder por mi culpa, jamás me lo perdonaría.
- Eres el
mejor novio del mundo-me dijo, sonriendo-.
- Lo sé, lo
pone en aquel regalo que me trajiste de Florencia, ¿recuerdas?
- Cierto.
- Ya te vale, tío-me dijo una voz masculina, justo cuando iba a salir por la puerta del apartamento-.
- ¿De qué
hablas?
- Te
despides de ella y no de mí. ¿Acaso hace falta que me acueste
contigo para ello?
- No,
Sergio. No hace ninguna falta que te acuestes conmigo.
- Bueno es
saberlo. ¿Y adónde vas?
- Sergio...-dije,
señalando el calendario con la cabeza-.
- Oh, vaya.
Vale, lo siento. ¿Quieres que...?
- No,
tranquilo. No hace ninguna falta. Aunque he quedado con Alba para
comer en el bar de la esquina, así que si te apetece podrías
venir.
- De
acuerdo, me apunto.
- Entonces
nos vemos luego.
- Hasta luego.
- Buenos
días, señor Pérez-le dije-.
- Buenos
días, Marcos-me respondió, alejándose con el periódico y el
suplemento que acababa de comprar-. Qué, ¿todo bien?
- Todo bien,
gracias. ¿Y usted?
- Bueno...Aquí sigo.
- Buenos
días, Marcos-me dijo la chica, sonriendo-.
- Buenos
días, Raquel. ¿que tal todo?
- Bueno, no hay muchas novedades desde que me lo preguntaste ayer-dijo, dándome como siempre el periódico del día-.
- Ya verás,
seguro que te tocará la lotería algún día de estos. Y seré el
primero en verte montar esa librería.
- Gracias
por el apoyo, Marcos-dijo, sonriendo-. Por cierto, he pensado...He
pensado que podría acompañarte, podría cerrar el quiosco unas
horas, sólo por un día...
- No es
necesario, Raquel. De verdad.
- Es que
como he oído que Alba no podía, he creído que...
- Verás, en
realidad, aunque Alba no lo sabe...prefiero ir solo. No te lo tomes
a mal.
- Por
supuesto que no. Pero espero que sepas que, bueno, para lo que
sea...Aquí me tienes...¿vale?
- Lo sé, Raquel. Créeme, lo sé desde hace tiempo.
Me despedí de ella con un fuerte abrazo y me dirigí a la parada de autobús más cercana. Tardaría como tres veces más que cogiendo el metro, pero por aquel entonces y desde hacía ya unos años le tenía fobia. No había vuelto a pisar una estación de metro desde aquel día.
Por el camino leí algunos de los titulares, la mayoría de ellos recalcando lo poco que le quedaban a los servicios públicos y, por supuesto, la sección de deportes con veinte páginas de fútbol y dos o tres de algunos otros deportes como la Fórmula Uno, para cuyo inicio faltaban pocos días.
Pero hubo una noticia en particular que me llamó la atención. Al parecer, habían detenido a un científico por experimentar con material genético en uno de los laboratorios de la Universidad de Los Ángeles, en Estados Unidos. La doctora Amanda Pierson, reconocida epidemióloga...
Pero no me dio tiempo a seguir leyendo, pues el autobús se había detenido y tenía que bajarme ya. Lo hice y anduve con paso firme algunos metros hasta que llegué a la entrada. Preparado, o al menos eso pensaba, para hacerlo una vez más. Hablar con mis padres y mi hermano pequeño, ambos fallecidos años atrás en una de las peores tragedias de nuestra historia.
miércoles, 18 de septiembre de 2013
Diario de un superviviente español (IV)
Martes, 29 de
abril de 2014
“Mi nombre es Marcos García Sotillo. Me encuentro guarecido en
unos edificios situados en la entrada de la ciudad de Valencia,
cercanos a la antigua estación de metro “Empalme”. Por favor, si
estás escuchando esto respóndeme. No estás solo”.
Repito el mismo mensaje todos los días, a las doce en punto de la
mañana durante algunos minutos con la esperanza de que alguien
conteste. Llevo meses haciéndolo y hasta hoy, sigo sin recibir
respuesta alguna. ¿Significará esto que estoy solo? Y si fuera así,
¿hasta qué punto?
Habría que tener en cuenta que las señales de radio tienen un
cierto límite en alcance, aunque no lo conozco con exactitud.
Llevo meses aquí encerrado y lo más probable es que sea el único
superviviente en varios kilómetros a la redonda. Si hubiera
alguien más, creo que nos habríamos encontrado hace ya tiempo.
Hoy, aunque no tenía demasiadas ganas, he salido a por algunas
provisiones. Algo de comida (la cual es cada vez más escasa y menos
comestible, pues la mayoría está ya caducada) y de agua. Incluso he
decidido pasarme por una librería más o menos cercana para llevarme
algunos libros.
Y a vuestra siguiente pregunta os responderé que no. No me da ningún
miedo aventurarme más allá de unos metros de distancia de mi
actual hogar. El entretenimiento, las distracciones en general son lo
único que me separan del escaso deseo de vivir. Sin contar a Klaus,
por supuesto. Esa bola peluda que ahora mismo ronronea sobre mi
regazo es en realidad la única razón por la que no me rindo. La
única razón por la que aún no he subido a la azotea de este
edificio y he saltado desde ella. La razón de que, en medio de mi
situación actual y tras más de tres meses sin contactar con nadie,
todavía conserve algo de esperanza.
Durante el camino, aunque lógicamente intento evitarlo he pasado
cerca de algunos de esos monstruos. Quizás demasiado cerca. Y no he
podido evitar fijarme en uno de ellos de manera particular.
Era un niño. No pasaría de los cinco años. Compartía un cadáver
de lo que parecía una mujer junto con unos cuantos de los suyos.
Aunque a estas alturas estoy muy acostumbrado a ellos, no he podido
evitar una sensación de inquietud al contemplar su vacía mirada. Se
ha girado hacia mí y me ha observado fijamente durante unos
instantes, con ojos fríos y oscuros. Al contrario de lo que pudiera
parecer, los zombies no son tontos y como ya tenía comida en ese
momento ni se ha molestado en prestarme más atención. Ha vuelto sin
más a su aperitivo matutino, ignorando mi presencia.
domingo, 15 de septiembre de 2013
Diario de un superviviente español (III)
Viernes, 27 de
abril de 2014
Querido diario:
He comprobado las reservas de comida y están empezando a escasear.
De la mía, por supuesto. Klaus tiene comida para años. ¿Quién va
a querer comida de gato en un apocalipsis zombie? Obviamente, nadie.
Si por curiosidad os preguntáis qué hago para matar el tiempo
(además de escribir esto), os diré que me he aficionado a los
pasatiempos: sudokus, palabras cruzadas, crucigramas. Claro que era
mucho más fácil cuando estaba ella. Su marcha me llevó a otra
clase de prácticas, prácticas a las que me vi obligado a recurrir
para llenar las eternas horas de soledad y mi siempre presente
sentimiento de culpabilidad.
Esa sensación. La sensación de pensar en que todas y cada una de
las personas con las que alguna vez me he cruzado están ahora
muertas...Es terrible, sin duda una de las peores que puedan existir.
Y eso es lo que me ha llevado a esto. Por desesperado, inútil o
estúpido que parezca. De vez en cuando, “cazo” alguno de esos
monstruos y lo llevo con mucho cuidado a una habitación que tengo
preparada para...digamos, “experimentar” con ellos.
No sé mucha más medicina que la que Alba me contó en su día, dado
que sus padres eran médicos y, además, era una gran fan de la serie
“House”.
Aunque he de admitir que al principio no tenía demasiadas
esperanzas, recientemente he descubierto algunos aspectos muy
interesantes, que he concluido en unos pocos puntos (de momento los
siguientes, aunque espero ampliar la lista pronto):
1-. Los zombies buscan con ansia la carne, ya sea humana o animal (les es indiferente).
2-. Son absoluta y completamente insaciables. Pueden estar horas y
horas comiendo y continuarán teniendo esa desesperada e infinita
necesidad que los caracteriza y anula su concepto de tiempo.
3-. Aunque según las teorías físicas y químicas sus cuerpos se
tendrían que descomponer, normalmente no lo hacen (aunque aún no
alcanzo a comprender por qué).
4-. Se guían principalmente por el sentido del olfato.
5-. Carecen de toda sensación de dolor, de ahí que nunca se
detengan hasta el mismo momento de su "muerte" (lo cual, por cierto, sólo
es posible atravesando su cabeza con lo que sea (la bala de una pistola, un cuchillo...), concretamente la zona del
cerebro.Matando esto, se mata lo único que queda vivo en el ser.
6-. No existe el menor rastro de humanidad. Tan sólo son monstruos
cuyo único objetivo es el consumo de carne y vísceras.
Ah, se me olvidaba. También toco la guitarra de vez en cuando, una española para ser exactos. Al principio estaba muy verde, pero el tiempo que Alba y yo pasamos aquí juntos me enseñó algunas nociones básicas.
Obviamente, mi repertorio no es muy amplio. No superaré las siete u ocho canciones. Mi favorita es, sin duda alguna, "Hey There Delilah". Fue también la primera que aprendí entera y es la que toco con más frecuencia. Aunque creo que me sale ya bastante bien, espero mejorar con el tiempo.
Ah, se me olvidaba. También toco la guitarra de vez en cuando, una española para ser exactos. Al principio estaba muy verde, pero el tiempo que Alba y yo pasamos aquí juntos me enseñó algunas nociones básicas.
Obviamente, mi repertorio no es muy amplio. No superaré las siete u ocho canciones. Mi favorita es, sin duda alguna, "Hey There Delilah". Fue también la primera que aprendí entera y es la que toco con más frecuencia. Aunque creo que me sale ya bastante bien, espero mejorar con el tiempo.
jueves, 12 de septiembre de 2013
Diario de un superviviente español (II)
Sábado, 26 de
abril de 2014
Querido diario:
Como ya comenté ayer, llevo casi tres meses sin ver a nadie vivo.
Para ser exactos, ochenta y ocho días (si mis cálculos son
correctos). Me encuentro fortificado en el interior de un edificio
justo en la entrada de Valencia, en uno de los múltiples pisos que
no llegaron a venderse nunca.
La razón por la que he decidido empezar a escribir un diario es
simple: creo que me estoy volviendo loco. Tal cual lo leéis. Siento algo en
mi interior. Oigo voces. Tengo alucinaciones, visiones. Y sé que no
son reales porque son de gente que está muerta. Alba, Alejandro, mis
padres, mi hermano Lucas...
En realidad, no estoy siendo del todo sincero. No vivo solo, sino con
Klaus. Mi gato. El gato montés que Alba y yo adoptamos en nuestra huida de Madrid. Cómo llegó a
nuestras vidas...Bueno, mejor lo cuento más adelante.
Tengo veintiocho años, los cumplí hace cosa de mes y medio. Nací en
Madrid, pero vine aquí acompañando a Alba en la búsqueda de sus
padres justo tras el brote en mi ciudad natal. Aquello, como tantas
otras cosas en los últimos meses, tampoco terminó demasiado bien.
La verdad es que mi vida no ha sido precisamente un camino de rosas.
Mucho antes de esta epidemia que ha sacudido el planeta, tuve
problemas serios. Serios de verdad. Perdí a mi familia hace poco más
de diez años, y en los meses siguientes a la tragedia que acabó con
sus vidas la mía cambió radicalmente. Y tanto que cambió. Empecé
a beber de manera exagerada y a drogarme ...e incluso llegué a intentar suicidarme. Y más de una vez.
Ya me está volviendo a ocurrir, me estoy adelantando. Sabéis, me
gustaría escribirlo todo, pero preferiría hacerlo de una manera más
o menos ordenada. Creo que me ayudará para dejar escapar mis
sentimientos y eso, para que éstos no me coman vivo. No como los
monstruos de ahí fuera.
Los oigo. Tratando de entrar y deseando por encima de todo probar mi
carne. Mis vísceras. Los llevo oyendo cada segundo de cada día de
los últimos meses. Por suerte, y puede que también por lo precavido
que soy, todavía no lo han conseguido.
domingo, 8 de septiembre de 2013
Diario de un superviviente español (I)
Viernes, 25 de
abril de 2014
Querido diario:
Todavía no me puedo creer nada de lo que sucedió. Por más que lo
intente, todo esto me sigue pareciendo un sueño. Cada día me voy a
dormir con la esperanza de despertarme a la mañana siguiente junto a
ella. Oler aquel embriagador aroma, tocar ese pelo tan suave y
aquella piel de ensueño.
Pero nada de eso sucederá. Hace tiempo que trato de aceptarlo y sin
embargo, a pesar de los ya casi tres meses que han pasado desde que
me dejó, sigo sin conseguirlo.
Por cierto, mi nombre es Marcos. Soy un superviviente (el único, que
yo sepa) al apocalipsis zombie que comenzó hace más de un año,
cuando aquel científico loco escapó de la cárcel y liberó un
virus capaz no sólo de matar, sino también de revivir a los muertos
y proporcionar a éstos una insaciable sed de carne humana. En unos
pocos días devastó la zona cero: Los Ángeles, aunque
milagrosamente, al menos en teoría, lograron contener la infección.
Pero todo cambió en la noche del 19 al 20 de mayo del año pasado.
Lo que parecía un incidente aislado, el ataque a un pobre chico en
una discoteca del centro de Madrid...Aquello fue el principio del
fin.
Yo mismo tuve la desgracia no sólo de vivir en primera persona los
sucesos que acontecieron en la capital española el 20 de mayo, sino
de ser testigo del declive de la propia humanidad. Vi cómo, en
cuestión de semanas, la sociedad que tanto nos habíamos esforzado
por crear...simplemente se desmoronaba sobre sí misma.
jueves, 5 de septiembre de 2013
Diario de un superviviente español
- ¡¿Será posible!?-exclamó Carlos-. ¡Mira por dónde vas, joder!
- Tío... Vamos, tranquilízate. No ha sido para tanto-le respondió su amigo Lucas, totalmente calmado y sentado en un sofá a solo unos metros delante de él-.
El chico avanzó unos pasos y se sentó junto a su amigo. Desde allí
observó a la chica causante del accidente, que simplemente se
encontraba de pie y sin mover un solo músculo.
- La muy puta nos ha dejado sin bebida...Al menos podría disculparse, digo yo.
- Es igual. Da rabia, sí. Pero no necesitamos las bebidas. Nuestro objetivo de esta noche...-dijo, girándose hacia su otro amigo-. ¿Y tú que crees que estás haciendo?
- Pues estudiar. ¿Qué quieres que haga? Apenas quedan dos semanas para las Pruebas de Acceso. Llevo la Historia fatal, y necesito repasar...
- Déjate de repasos, tío-dijo, arráncandole el libro de las manos y lanzándolo lo más lejos que pudo-. Te recuerdo que estamos en una discoteca.
- ¡¿Pero qué haces?! Lucas, la nota de corte es muy alta y necesito...
- ¡Lo que necesitas es hacerme caso! Déjate de idioteces...
- Tíos...
- ¿¡Qué?!-preguntaron los otros dos-.
- La chica...ya no está.
- ¿Y qué?-preguntó Lucas-. Habrá ido al baño, ¿qué más da? O tal vez...-dijo, haciendo una pausa-. Tal vez sea...¡un zombie!Ya sabéis, como los de Los Ángeles...
- Joder, tío. No tiene gracia-dijo Carlos-.
- No. No la tiene, Lucas. Estudios científicos han demostrado que...
- ¿Que los zombies no existen?¿Que todo lo de Los Ángeles no fue más que un montaje, una especie de estratagema de Obama para acojonar al mundo? Porque incluso aunque estuviera equivocado, ¿a quién coño se le ocurriría empezar algo así en una discoteca madrileña como esta? Sería la zona cero más cutre de la historia. Escuchad, chicos, toda la patraña de los zombies es una gilipollez y por definición aquellos que la creen son...¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡AAAHHHHH!!!!!!!!!
Auch, qué daño. Debe de doler bastante que te arranquen media cara
de cuajo, ¿no creéis? ¡Y de un solo mordisco! La verdad es que es
bastante asqueroso. Creedme, mejor que no lo podáis ver. La escena
es bastante desagradable.
En fin, digamos que a pesar de que sus amigos intentaron ayudarle el
pobre Lucas no salió muy bien parado de aquello. Aunque en realidad
todos estaban igual de condenados que él, ya que todos y cada uno de
los que se encontraban en aquella discoteca independientemente de lo
mucho que corrieran o gritaran estarían muertos en el transcurso de
las siguientes veinticuatro horas. Qué putada, ¿eh?
En fin, pues resulta que cincuenta y un días tras la cuarentena de
Los Ángeles y cuando el mundo empezaba al fin a respirar tranquilo
se produjo aquel incidente en la discoteca y surgió un nuevo brote.
Un brote que, a pesar de los esfuerzos conjuntos de los gobiernos de
EE.UU y España por contenerlo se propagaría por todo el globo y
dejaría a nuestra especie al borde de la extinción en cuestión de
meses. ¿Que hasta qué punto? Bueno...digamos que pasado casi un año
el porcentaje de supervivientes, de entre toda la humanidad...apenas
superaría el 0'01 % del total. Vamos, alrededor del millón de
personas, para que os hagáis una ligera idea. Y disminuyendo día a
día.
Los primeros días tras la infección todo se vino abajo.
Transportes, servicios...Llegado un momento, los representantes de
los principales y más básicos pilares de nuestra sociedad
(bomberos, médicos, policías, militares...) no tuvieron más
remedio que dejar sus puestos ante el cada vez más numeroso ejército
de muertos vivientes. Los pocos que sobrevivieron huyeron con sus
familias, como tantas otras, para tratar de ponerse a salvo. Claro
que esto es difícil en un mundo tan superpoblado como el nuestro. La
gran mayoría fracasaron.
En sólo seis semanas tras el incidente del diecinueve de mayo, el
último medio de información dejó de emitir y los supervivientes de
las distintas zonas se quedaron incomunicados del resto del mundo.
Transcurridos dos meses y debido a la cada vez más frecuente
ausencia de intervención humana, los generadores de corriente
comenzaron a fallar y las luces empezaron a apagarse por todo el
mundo, dejando el planeta sumido en la más completa y
absoluta oscuridad.
Damas y caballeros, soy el Narrador Omnisciente y os presento
el...¡¡¡Diario de un superviviente español!!!
Posdata: probablemente habrás percibido, querido lector, la relativa frecuencia de palabras malsonantes en esta entrada. Pido disculpas por ello, pero recuerdo que la historia en esta ocasión transcurre en España y que en las historias españolas pocas cosas abundan más que las denominadas palabrotas (sin ánimo de ofender), por supuesto por detrás del sexo, que es el rey indiscutible. De lo primero, intentaré evitarlo en la medida que pueda (aunque no prometo nada) y de lo segundo...En principio, no esperes nada.
Posdata: probablemente habrás percibido, querido lector, la relativa frecuencia de palabras malsonantes en esta entrada. Pido disculpas por ello, pero recuerdo que la historia en esta ocasión transcurre en España y que en las historias españolas pocas cosas abundan más que las denominadas palabrotas (sin ánimo de ofender), por supuesto por detrás del sexo, que es el rey indiscutible. De lo primero, intentaré evitarlo en la medida que pueda (aunque no prometo nada) y de lo segundo...En principio, no esperes nada.
jueves, 1 de agosto de 2013
Falkenhom (XX)
Cuando llegamos, pasamos un largo rato hablando sobre nuestros respectivos futuros, el deseo de Kyla de inscribirse en la universidad o el de probar una tarta de chocolate...Jamie pensó en lo que podría hacer con su vida y estuvimos dándole no pocas ideas.
Hace tiempo de aquello y no lo recuerdo con toda la exactitud que me gustaría, pero la cuestión es que fui a buscar mi móvil para cargarlo. Nada más conectarlo a un enchufe, lo encendí y vi algo que me heló la sangre allí mismo.
Un mensaje de Marley.
Me preguntaba cómo podía ser posible, pero entonces caí en que llevaba días sin utilizar mi móvil y podría haber habido además algún fallo de cobertura o...Bueno, qué importaba. Tenía un mensaje de mi mejor amiga, lo última que jamás oiría de ella.
- Sam, cariño-me preguntó Kyla, al tiempo que entraba en mi habitación-. ¿Cómo vas? Llevas mucho aquí dentro y me preguntaba si había pasado algo.
- Es un mensaje, Kyla-le dije, mirándole a los ojos-. Un mensaje...de Marley.
Su rostro adquirió una esperable sorpresa.
- ¿Y te ha...llegado ahora?
- Ahora mismo, cuando he conectado el móvil para cargarlo.
- ¿Lo has leído?
- Yo...No, no creo que pueda...
- ¿Por qué no?
- ¿Cómo que por qué? ¡Kyla, era mi mejor amiga! Y esto es lo último que alguna vez escucharé de ella. La última vez que podré escuchar su voz. Moriré sin volver a tener la oportunidad de oír nada más de ella.
- Hazlo, Sam. Estaré a tu lado todo el tiempo, pero debes hacerlo. Por ella, por ti. Por nosotros.
Asentí disimuladamente. Acto seguido, cogió mis manos con las suyas, me miró a los ojos y me dio un corto beso superficial en los labios. Le di al botón para escuchar el mensaje.
"Hola, Sam. Esto...Bueno, si te soy sincera no sé ni por dónde empezar, pero no te preocupes. Procuraré ser breve para molestarte lo menos posible. Tú...eres...lo mejor que me ha pasado. En todos estos años me has hecho sentir de maneras que no creía que fueran posibles. Espero, y por favor haré lo que sea para que me perdones, que podamos seguir siendo mejores amigos. Eres...Eres muy importante para mí y...".
Su voz se hacía cada vez más triste, hasta parecer al borde del llanto.
"...y si alguna vez te perdiera, no sé qué haría con mi vida. Te...Te necesito, Sam. Necesito que estés a mi lado por siempre. Yo...te prometo que seré la mejor amiga del mundo a partir de ahora. NUNCA volveré a fallarte. En fin, y yo que quería no hacerlo muy largo...Solo me queda decirte que me considero la chica más afortunada en el mundo por el simple hecho de haberte conocido, y de tenerte en mi vida. Te...te quiero, Sam Lovgren. Te quiero y...y SIEMPRE te querré".
- Joder-dije, empezando a llorar-.
Kyla me abrazó con fuerza.
- Murió sin saberlo, Kyla. Murió sin saber lo importante que era para mí, y que siempre...siempre sería mi mejor amiga.
- Sam, estoy segura...Estoy segura de que lo sabía.
- ¿Y eso cómo lo sabes?
- Pues...por lo que ella me dijo. Las cosas que me contó...
- Vosotras...¿hablasteis?
- Oh, desde luego. Ni te imaginas la de cosas que me contó acerca de vosotros dos. Y algunos trapos sucios muy interesantes...
Sonreí, aunque casi sin ganas.
- Te quería, Sam-me dijo-. Y lo que hubo entre vosotros dos...JAMÁS morirá.
- Gracias-dije, haciendo una breve pausa-. Necesitaba oírlo.
Nos fuimos a dormir. A la mañana siguiente, Jamie había desaparecido. No había ni rastro de él, por ninguna parte. Salimos de la casa y vimos que había una nota en la puerta.
_________________________________
Se había marchado. Sin despedirse, ni decirnos adónde había ido.
- Hijo de...-murmuró Kyla-.
- La luz del sol te favorece mucho, ¿sabes? Se te ve más guapa todavía que de costumbre.
Y allí estaba, dispuesto a marcharse y cubierto con un especie de traje preparado por el mismo, para protegerse del sol que aquella mañana se había decidido a salir. Kyla corrió a abrazarlo.
- Eh, con cuidado, Kyla. El traje no es tan resistente como me gustaría. Si no me abrazas con un poco menos de fuerza puede que me acabe asando a la parrilla.
A pesar de la relativa gracia del chiste, apenas sonreí.
- ¿De verdad...de verdad ibas a hacerlo, Jamie?-le dije-. Pensabas marcharte...¿sin ni siquiera despedirte de mí?
- Me duele admitirlo, pero sí-dijo, sin ni siquiera pensárselo-. Pensaba marcharme, precisamente para evitar esta emotiva aunque triste despedida a la que me voy a tener que enfrentar.
- Jamás te lo habría perdonado, Jamie. Si me hubieras abandonado así, sin más. Sin decirme nada. Habría sido increíblemente egoísta, y para nada acorde con el Jamie que yo conozco.
- Antes de que te de por pegarme o algo...quisiera recordarte que no me he ido.
- Pero pensabas hacerlo. Has estado muy cerca de hacerlo y por eso estoy enfadada contigo.
- Kyla...Por favor, no alarguemos esto más de lo necesario. Cuanto más lo hagamos, más duro se hará.
- Pero, Jamie...No lo entiendo-dije, sin poder evitar que se me escaparan unas pocas lágrimas-. ¿Qué pasa con todo lo que hablamos? ¿Y las ideas de anoche?
- Eran buenas ideas, Kyla. Pero no para un vampiro de 118 años de edad. No para mí. Al menos no de momento.
- Jamie...
- Escúchame, Kyla. Mírame a los ojos.
Lo hice.
- No te estoy dejando.Se trata únicamente de solucionar un... pequeño asunto pendiente.
- ¿Asunto pendiente? ¿Qué asunto pendiente?
- ¿Recuerdas a...Dianna Park, de los "Jinetes de la Oscuridad"?
Intenté hacerlo, y lo logré sin demasiada dificultad. Los "Jinetes de la Oscuridad" era una banda vampírica como la nuestra, pero algo así como siglo y medio más antigua. Recordaba a la perfección a Dianna Park, quien lideraba la banda junto a su hermano. Su historia es por mucho más extensa y sangrienta que la nuestra.
- Sí, claro. ¿Es que tienes pensado ir a verla?-pregunté, algo asustada pues a pesar de que Jamie era un vampiro como ellos, temía que la inaudita inocencia asociada a su humanidad lo terminara llevando a la perdición-.
- Más o menos. En los años que pasé solo oí rumores de que se habían instalado en Vancouver, así que...pensaba hacerle una visita.
- ¿Seguro que...es una buena idea?-le pregunté-. Jamie, aunque tú también seas un vampiro esa chica...
- Kyla, sabes perfectamente por qué voy a verla y te ruego que no me hagas decirlo en voz alta. A decir verdad...me da un poco de vergüenza.
No pude evitar sonreír un poco. Alec, Jamie y yo nos cruzamos con Dianna Park y su banda vampírica en uno de nuestros muchos viajes, allá por los años setenta y no muy lejos de nuestra ciudad natal. Aunque al principio no quiso admitirlo, Jamie se quedó prendado de ella desde el primer momento.
- Desde que el Trío desapareció...digamos que no había tenido el valor de hacerlo. Pero, dadas las circunstancias actuales...Creo que ya estoy preparado. Además, las cosas ahora han cambiado. Si hay algo que he aprendido en los últimos años es que en este siglo los vampiros estamos de moda. Desde que apareció la Buffy esa, o las Crónicas Vampíricas o como se llamen...Dios, es que tendrías que ver la cantidad de blogs de esos que hay dedicados a nosotros.
Reí.
- Jamie Doyle-le dije, abrazándolo de nuevo con todas mis fuerzas-. Te mereces lo mejor que haya en el mundo. Y estoy completamente segura de que lograrás lo que sea que te propongas. Por supuesto que me encantaría que pudieras hacerlo desde aquí, pero si esto es lo que quieres, por mucho que me duela...Te apoyaré-dije, con total sinceridad-.
- Me alegro mucho de ello. Pero como ya te he dicho, me gustaría no alargar esto más de lo necesario, así que...
- Sí, por supuesto-dije mientras me separaba de él, al tiempo que le decía una última frase-. Te quiero, Jamie.
- Y yo a ti, Kyla.
Se acercó a Sam y lo abrazó.
- Gracias por todo, tío. Siento mucho lo de tu amiga, y espero que Kyla...Bueno, que seáis muy felices juntos.
- Gracias a ti, y estoy seguro de que lo seremos.
Luego se acercó a la madre de Sam.
- Esto, señora Lovgren...
- Gracias a ti, Jamie. Por salvarnos a mi hijo y a mí. Te debo mucho. Si hay algo que pudiera hacer, tengo algunos contactos. Creo que podría hacer tus viajes mucho más cómodos si...
- No se preocupe, no le pediré nada. Me apaño bastante bien solo. Además...No creo que estemos en deuda.
Dicho esto, se dio la vuelta y anduvo unos pasos hacia la moto que tenía preparada. Se subió a ella y me miró.
- Oh, vamos. No me mires con esa cara de cachorrito abandonado, Kyla. Estaré de vuelta en unas semanas, dos meses como mucho.
- ¿Me lo prometes?
- Te lo prometo.
Dicho esto, me lanzó una última mirada y arrancó la moto. A los pocos metros se incorporó a la carretera y, en sólo unos instantes, perdí de vista a mi mejor amigo.
- Jamie...-murmuré-. Espero que le vaya bien-y de hecho le fue bien, más o menos...pero esa es otra historia-.
- Seguro que sí, Kyla. Seguro que sí.
Lo miré. Era el amor de mi vida. Lo conocía desde hacía sólo unos días y estaba segura de ello al cien por cien. Durante unos segundos le miré a los ojos, para luego acercar mis labios a los suyos y besarle. Él me correspondió, al tiempo que su madre sonreía y se marchaba, procurando darnos algo de intimidad.
- Te quiero, Kyla-me dijo, tras separarnos-.
- Y yo a ti, Sam-le dije, tras lo cual volvimos a besarnos-.
Me llamo Kyla Evelyn McCarthy. Nací el 30 de abril de 1897 en Brooklyn, Nueva York, y morí allí mismo a mis veintiún años. Hoy, noventa y cinco años después...he vuelto a nacer.
Hace tiempo de aquello y no lo recuerdo con toda la exactitud que me gustaría, pero la cuestión es que fui a buscar mi móvil para cargarlo. Nada más conectarlo a un enchufe, lo encendí y vi algo que me heló la sangre allí mismo.
Un mensaje de Marley.
Me preguntaba cómo podía ser posible, pero entonces caí en que llevaba días sin utilizar mi móvil y podría haber habido además algún fallo de cobertura o...Bueno, qué importaba. Tenía un mensaje de mi mejor amiga, lo última que jamás oiría de ella.
- Sam, cariño-me preguntó Kyla, al tiempo que entraba en mi habitación-. ¿Cómo vas? Llevas mucho aquí dentro y me preguntaba si había pasado algo.
- Es un mensaje, Kyla-le dije, mirándole a los ojos-. Un mensaje...de Marley.
Su rostro adquirió una esperable sorpresa.
- ¿Y te ha...llegado ahora?
- Ahora mismo, cuando he conectado el móvil para cargarlo.
- ¿Lo has leído?
- Yo...No, no creo que pueda...
- ¿Por qué no?
- ¿Cómo que por qué? ¡Kyla, era mi mejor amiga! Y esto es lo último que alguna vez escucharé de ella. La última vez que podré escuchar su voz. Moriré sin volver a tener la oportunidad de oír nada más de ella.
- Hazlo, Sam. Estaré a tu lado todo el tiempo, pero debes hacerlo. Por ella, por ti. Por nosotros.
Asentí disimuladamente. Acto seguido, cogió mis manos con las suyas, me miró a los ojos y me dio un corto beso superficial en los labios. Le di al botón para escuchar el mensaje.
"Hola, Sam. Esto...Bueno, si te soy sincera no sé ni por dónde empezar, pero no te preocupes. Procuraré ser breve para molestarte lo menos posible. Tú...eres...lo mejor que me ha pasado. En todos estos años me has hecho sentir de maneras que no creía que fueran posibles. Espero, y por favor haré lo que sea para que me perdones, que podamos seguir siendo mejores amigos. Eres...Eres muy importante para mí y...".
Su voz se hacía cada vez más triste, hasta parecer al borde del llanto.
"...y si alguna vez te perdiera, no sé qué haría con mi vida. Te...Te necesito, Sam. Necesito que estés a mi lado por siempre. Yo...te prometo que seré la mejor amiga del mundo a partir de ahora. NUNCA volveré a fallarte. En fin, y yo que quería no hacerlo muy largo...Solo me queda decirte que me considero la chica más afortunada en el mundo por el simple hecho de haberte conocido, y de tenerte en mi vida. Te...te quiero, Sam Lovgren. Te quiero y...y SIEMPRE te querré".
- Joder-dije, empezando a llorar-.
Kyla me abrazó con fuerza.
- Murió sin saberlo, Kyla. Murió sin saber lo importante que era para mí, y que siempre...siempre sería mi mejor amiga.
- Sam, estoy segura...Estoy segura de que lo sabía.
- ¿Y eso cómo lo sabes?
- Pues...por lo que ella me dijo. Las cosas que me contó...
- Vosotras...¿hablasteis?
- Oh, desde luego. Ni te imaginas la de cosas que me contó acerca de vosotros dos. Y algunos trapos sucios muy interesantes...
Sonreí, aunque casi sin ganas.
- Te quería, Sam-me dijo-. Y lo que hubo entre vosotros dos...JAMÁS morirá.
- Gracias-dije, haciendo una breve pausa-. Necesitaba oírlo.
Nos fuimos a dormir. A la mañana siguiente, Jamie había desaparecido. No había ni rastro de él, por ninguna parte. Salimos de la casa y vimos que había una nota en la puerta.
_________________________________
Se había marchado. Sin despedirse, ni decirnos adónde había ido.
- Hijo de...-murmuró Kyla-.
- La luz del sol te favorece mucho, ¿sabes? Se te ve más guapa todavía que de costumbre.
Y allí estaba, dispuesto a marcharse y cubierto con un especie de traje preparado por el mismo, para protegerse del sol que aquella mañana se había decidido a salir. Kyla corrió a abrazarlo.
- Eh, con cuidado, Kyla. El traje no es tan resistente como me gustaría. Si no me abrazas con un poco menos de fuerza puede que me acabe asando a la parrilla.
A pesar de la relativa gracia del chiste, apenas sonreí.
- ¿De verdad...de verdad ibas a hacerlo, Jamie?-le dije-. Pensabas marcharte...¿sin ni siquiera despedirte de mí?
- Me duele admitirlo, pero sí-dijo, sin ni siquiera pensárselo-. Pensaba marcharme, precisamente para evitar esta emotiva aunque triste despedida a la que me voy a tener que enfrentar.
- Jamás te lo habría perdonado, Jamie. Si me hubieras abandonado así, sin más. Sin decirme nada. Habría sido increíblemente egoísta, y para nada acorde con el Jamie que yo conozco.
- Antes de que te de por pegarme o algo...quisiera recordarte que no me he ido.
- Pero pensabas hacerlo. Has estado muy cerca de hacerlo y por eso estoy enfadada contigo.
- Kyla...Por favor, no alarguemos esto más de lo necesario. Cuanto más lo hagamos, más duro se hará.
- Pero, Jamie...No lo entiendo-dije, sin poder evitar que se me escaparan unas pocas lágrimas-. ¿Qué pasa con todo lo que hablamos? ¿Y las ideas de anoche?
- Eran buenas ideas, Kyla. Pero no para un vampiro de 118 años de edad. No para mí. Al menos no de momento.
- Jamie...
- Escúchame, Kyla. Mírame a los ojos.
Lo hice.
- No te estoy dejando.Se trata únicamente de solucionar un... pequeño asunto pendiente.
- ¿Asunto pendiente? ¿Qué asunto pendiente?
- ¿Recuerdas a...Dianna Park, de los "Jinetes de la Oscuridad"?
Intenté hacerlo, y lo logré sin demasiada dificultad. Los "Jinetes de la Oscuridad" era una banda vampírica como la nuestra, pero algo así como siglo y medio más antigua. Recordaba a la perfección a Dianna Park, quien lideraba la banda junto a su hermano. Su historia es por mucho más extensa y sangrienta que la nuestra.
- Sí, claro. ¿Es que tienes pensado ir a verla?-pregunté, algo asustada pues a pesar de que Jamie era un vampiro como ellos, temía que la inaudita inocencia asociada a su humanidad lo terminara llevando a la perdición-.
- Más o menos. En los años que pasé solo oí rumores de que se habían instalado en Vancouver, así que...pensaba hacerle una visita.
- ¿Seguro que...es una buena idea?-le pregunté-. Jamie, aunque tú también seas un vampiro esa chica...
- Kyla, sabes perfectamente por qué voy a verla y te ruego que no me hagas decirlo en voz alta. A decir verdad...me da un poco de vergüenza.
No pude evitar sonreír un poco. Alec, Jamie y yo nos cruzamos con Dianna Park y su banda vampírica en uno de nuestros muchos viajes, allá por los años setenta y no muy lejos de nuestra ciudad natal. Aunque al principio no quiso admitirlo, Jamie se quedó prendado de ella desde el primer momento.
- Desde que el Trío desapareció...digamos que no había tenido el valor de hacerlo. Pero, dadas las circunstancias actuales...Creo que ya estoy preparado. Además, las cosas ahora han cambiado. Si hay algo que he aprendido en los últimos años es que en este siglo los vampiros estamos de moda. Desde que apareció la Buffy esa, o las Crónicas Vampíricas o como se llamen...Dios, es que tendrías que ver la cantidad de blogs de esos que hay dedicados a nosotros.
Reí.
- Jamie Doyle-le dije, abrazándolo de nuevo con todas mis fuerzas-. Te mereces lo mejor que haya en el mundo. Y estoy completamente segura de que lograrás lo que sea que te propongas. Por supuesto que me encantaría que pudieras hacerlo desde aquí, pero si esto es lo que quieres, por mucho que me duela...Te apoyaré-dije, con total sinceridad-.
- Me alegro mucho de ello. Pero como ya te he dicho, me gustaría no alargar esto más de lo necesario, así que...
- Sí, por supuesto-dije mientras me separaba de él, al tiempo que le decía una última frase-. Te quiero, Jamie.
- Y yo a ti, Kyla.
Se acercó a Sam y lo abrazó.
- Gracias por todo, tío. Siento mucho lo de tu amiga, y espero que Kyla...Bueno, que seáis muy felices juntos.
- Gracias a ti, y estoy seguro de que lo seremos.
Luego se acercó a la madre de Sam.
- Esto, señora Lovgren...
- Gracias a ti, Jamie. Por salvarnos a mi hijo y a mí. Te debo mucho. Si hay algo que pudiera hacer, tengo algunos contactos. Creo que podría hacer tus viajes mucho más cómodos si...
- No se preocupe, no le pediré nada. Me apaño bastante bien solo. Además...No creo que estemos en deuda.
Dicho esto, se dio la vuelta y anduvo unos pasos hacia la moto que tenía preparada. Se subió a ella y me miró.
- Oh, vamos. No me mires con esa cara de cachorrito abandonado, Kyla. Estaré de vuelta en unas semanas, dos meses como mucho.
- ¿Me lo prometes?
- Te lo prometo.
Dicho esto, me lanzó una última mirada y arrancó la moto. A los pocos metros se incorporó a la carretera y, en sólo unos instantes, perdí de vista a mi mejor amigo.
- Jamie...-murmuré-. Espero que le vaya bien-y de hecho le fue bien, más o menos...pero esa es otra historia-.
- Seguro que sí, Kyla. Seguro que sí.
Lo miré. Era el amor de mi vida. Lo conocía desde hacía sólo unos días y estaba segura de ello al cien por cien. Durante unos segundos le miré a los ojos, para luego acercar mis labios a los suyos y besarle. Él me correspondió, al tiempo que su madre sonreía y se marchaba, procurando darnos algo de intimidad.
- Te quiero, Kyla-me dijo, tras separarnos-.
- Y yo a ti, Sam-le dije, tras lo cual volvimos a besarnos-.
Me llamo Kyla Evelyn McCarthy. Nací el 30 de abril de 1897 en Brooklyn, Nueva York, y morí allí mismo a mis veintiún años. Hoy, noventa y cinco años después...he vuelto a nacer.
lunes, 22 de julio de 2013
Falkenhom (XIX)
Cuando me desperté, Kyla estaba tirada en el suelo, con Jamie llorando sobre ella.
Me levanté y acerqué lo más rápido que pude para ver aquello. Unos ojos totalmente abiertos y un cuerpo sin el menor rastro de vida.
- No...-sollocé, agachándome junto a ella-. No, por favor. No puede estar pasando esto...
Jamie se apartó un poco, para que yo pudiera abrazarla.
- Lo mató-dijo Jamie, aunque la tristeza que lo invadía casi le impedía hablar de una manera clara-. Mató a Alec, Sam. Y fue él quien la convirtió, así que...
- Lo sé, he leído sobre vosotros, los vampiros. Pero...-intenté decir, aunque me costaba horrores controlarme para no romper a llorar-. No entiendo por qué lo ha hecho. Yo la quería, y estoy convencido de que ella a mí también. ¿Por qué lo hizo?
- Tuvo poco tiempo para pensar, y tomó una decisión. No había nada que ninguno de los dos pudiéramos hacer. Pero...joder, ¿por qué me has dejado, Kyla? ¡Ahora estoy SOLO!-gritó, golpeando con sus puños la pared más cercana, con tal fuerza que la atravesó-.
- Si al menos hubiera podido despedirme de ella...-sollocé, dejando caer mi cabeza sobre su vientre-.
De pronto, algo muy inesperado sucedió. Escuché un sonido. Uno muy característico.
- ¿Lo has oído?- pregunté a Jamie, para asegurarme de que no me lo había imaginado-.
Un latido.
- ¿Si he oído qué? ¿A qué te refieres?
- Lo he escuchado, su corazón. Ha latido.
Y entonces, una respiración.
- Kyla...¡Kyla!-grité, con la esperanza de que despertara de un momento a otro-.
Afortunadamente, lo hizo. Se levantó de golpe y me abrazó.
- Lo noto en mi pecho, Sam...-me dijo-. Lo noto...-dijo, justo antes de besarme-.
- Sabía que volverías-dije-. Sabía que no me dejarías, pero...¿cómo es posible? Yo...Leí que cuando un vampiro mata a aquel que lo apadrinó...
- Muere-intervino Jamie-. Y eso es justamente lo que ha sucedido. Aunque no de la manera en que esperábamos. Te has transformado en humana, Kyla. Acabas de ser condenada a muerte.
- Oh, dios mío. Jamie...
Se levantó del todo y se lanzó a abrazarlo. Él le devolvió el abrazo, casi llorando. No tardé en comprender lo que estaba ocurriendo.
Jamie pensaba que iban a juntarse de nuevo. Los tres, el trío original. Como en los viejos tiempos, mucho antes de que se convirtieran en vampiros. Luego, en cuestión de minutos, había perdido a sus dos amigos: las únicas personas a las que realmente conocía y en que confiaba. Las únicas a las que quería. Y justo cuando pensaba que había recuperado a su mejor amiga, se daba cuenta de que en realidad la acabaría perdiendo en unos años de todas maneras. Y entonces se quedaría solo en el mundo, sin nadie con quien compartir su vida y ninguna razón para vivir.
- Puede que ya no sea inmortal, Jamie-le dijo Kyla, mirándole a los ojos-. Pero aún así me quedan muchos años de vida. Podríamos pasar juntos décadas, sin pensar en el futuro.
- Para ti es fácil decirlo, Kyla. Estás enamorada. Tú y Sam sois humanos y viviréis vuestra propia vida. Puede que os caséis, y que tengáis hijos. Ambos envejeceréis y un día...simplemente se acabó. Morirás y yo me quedaré solo, Kyla.
- ¿Quieres oír una cosa, Jamie?-le dijo-. Por muy difícil o imposible que lo veas todo...SIEMPRE habrá algo por lo que vivir. De hecho, en los años que pasé sola estuve a punto de sucumbir a ese pensamiento, a esa idea en múltiples ocasiones. Pero no lo hice. ¿Quieres saber por qué?
- ¿Por qué?
- Por ti, Jamie-había lágrimas en sus ojos cuando lo dijo-. Sí, por ti. Tú eres la razón por la que aguanté, con la esperanza de que algún día pudiéramos volver a estar juntos.
- Yo...también quería eso, Kyla. Lo he estado deseando durante tanto tiempo...Joder, asco de vida inmortal-dijo mientras se limpiaba algunas lágrimas con las mangas de su chaqueta. Es que te quiero tanto, Kyla...Te quiero tanto que no puedo ni concebir la idea de...de que un día ya no estés.
- Escúchame, Jamie. Mírame a los ojos-Jamie lo hizo-. Cuando llegue el momento, habrá llegado. Y lo superarás, estoy segura de ello. Además, si quieres saber la verdad, siendo un tío tan increíble como eres...NUNCA estarás solo.
- Gracias, Kyla. Por ser mi amiga y...bueno, por todo.
- Gracias a ti, Jamie. Gracias a ti. Pero quiero que me prometas algo.
- Lo que sea.
- Que de ahora en adelante, a partir de hoy mismo nos preocuparemos única y exclusivamente de vivir cada día de nuestras vidas de la manera más satisfactoria posible. ¿De acuerdo? Y por supuesto...juntos.
- Me apunto-le dijo, al tiempo que ambos se abrazaban fuertemente-.
- Un momento-dijo Kyla, una vez se habían separado-. Sam, tu madre...
- Está bien. Bueno, recuperándose...Gracias a Jamie, por supuesto.
Ella lo abrazó una vez más.
- Bueno, y qué...¿qué hacemos ahora?-preguntó Jamie-.
- Podríamos ir a mi casa-dije yo-. Y seguir hablando allí.
Jamie empezó a andar el primero, con Kyla siguiéndole. Cuando ella llegó a mi altura, se detuvo. Ambos nos miramos a los ojos.
- ¡Oh, venga ya!-dijo Jamie desde la puerta más cercana-. Par de sosos...¡Besaos de una vez!
Reímos, para luego juntar nuestros labios y besarnos durante algunos segundos.
Una vez hubimos terminado, fuimos junto con mi madre (que estaba ya increíblemente recuperada) hacia mi casa.
Me levanté y acerqué lo más rápido que pude para ver aquello. Unos ojos totalmente abiertos y un cuerpo sin el menor rastro de vida.
- No...-sollocé, agachándome junto a ella-. No, por favor. No puede estar pasando esto...
Jamie se apartó un poco, para que yo pudiera abrazarla.
- Lo mató-dijo Jamie, aunque la tristeza que lo invadía casi le impedía hablar de una manera clara-. Mató a Alec, Sam. Y fue él quien la convirtió, así que...
- Lo sé, he leído sobre vosotros, los vampiros. Pero...-intenté decir, aunque me costaba horrores controlarme para no romper a llorar-. No entiendo por qué lo ha hecho. Yo la quería, y estoy convencido de que ella a mí también. ¿Por qué lo hizo?
- Tuvo poco tiempo para pensar, y tomó una decisión. No había nada que ninguno de los dos pudiéramos hacer. Pero...joder, ¿por qué me has dejado, Kyla? ¡Ahora estoy SOLO!-gritó, golpeando con sus puños la pared más cercana, con tal fuerza que la atravesó-.
- Si al menos hubiera podido despedirme de ella...-sollocé, dejando caer mi cabeza sobre su vientre-.
De pronto, algo muy inesperado sucedió. Escuché un sonido. Uno muy característico.
- ¿Lo has oído?- pregunté a Jamie, para asegurarme de que no me lo había imaginado-.
Un latido.
- ¿Si he oído qué? ¿A qué te refieres?
- Lo he escuchado, su corazón. Ha latido.
Y entonces, una respiración.
- Kyla...¡Kyla!-grité, con la esperanza de que despertara de un momento a otro-.
Afortunadamente, lo hizo. Se levantó de golpe y me abrazó.
- Lo noto en mi pecho, Sam...-me dijo-. Lo noto...-dijo, justo antes de besarme-.
- Sabía que volverías-dije-. Sabía que no me dejarías, pero...¿cómo es posible? Yo...Leí que cuando un vampiro mata a aquel que lo apadrinó...
- Muere-intervino Jamie-. Y eso es justamente lo que ha sucedido. Aunque no de la manera en que esperábamos. Te has transformado en humana, Kyla. Acabas de ser condenada a muerte.
- Oh, dios mío. Jamie...
Se levantó del todo y se lanzó a abrazarlo. Él le devolvió el abrazo, casi llorando. No tardé en comprender lo que estaba ocurriendo.
Jamie pensaba que iban a juntarse de nuevo. Los tres, el trío original. Como en los viejos tiempos, mucho antes de que se convirtieran en vampiros. Luego, en cuestión de minutos, había perdido a sus dos amigos: las únicas personas a las que realmente conocía y en que confiaba. Las únicas a las que quería. Y justo cuando pensaba que había recuperado a su mejor amiga, se daba cuenta de que en realidad la acabaría perdiendo en unos años de todas maneras. Y entonces se quedaría solo en el mundo, sin nadie con quien compartir su vida y ninguna razón para vivir.
- Puede que ya no sea inmortal, Jamie-le dijo Kyla, mirándole a los ojos-. Pero aún así me quedan muchos años de vida. Podríamos pasar juntos décadas, sin pensar en el futuro.
- Para ti es fácil decirlo, Kyla. Estás enamorada. Tú y Sam sois humanos y viviréis vuestra propia vida. Puede que os caséis, y que tengáis hijos. Ambos envejeceréis y un día...simplemente se acabó. Morirás y yo me quedaré solo, Kyla.
- ¿Quieres oír una cosa, Jamie?-le dijo-. Por muy difícil o imposible que lo veas todo...SIEMPRE habrá algo por lo que vivir. De hecho, en los años que pasé sola estuve a punto de sucumbir a ese pensamiento, a esa idea en múltiples ocasiones. Pero no lo hice. ¿Quieres saber por qué?
- ¿Por qué?
- Por ti, Jamie-había lágrimas en sus ojos cuando lo dijo-. Sí, por ti. Tú eres la razón por la que aguanté, con la esperanza de que algún día pudiéramos volver a estar juntos.
- Yo...también quería eso, Kyla. Lo he estado deseando durante tanto tiempo...Joder, asco de vida inmortal-dijo mientras se limpiaba algunas lágrimas con las mangas de su chaqueta. Es que te quiero tanto, Kyla...Te quiero tanto que no puedo ni concebir la idea de...de que un día ya no estés.
- Escúchame, Jamie. Mírame a los ojos-Jamie lo hizo-. Cuando llegue el momento, habrá llegado. Y lo superarás, estoy segura de ello. Además, si quieres saber la verdad, siendo un tío tan increíble como eres...NUNCA estarás solo.
- Gracias, Kyla. Por ser mi amiga y...bueno, por todo.
- Gracias a ti, Jamie. Gracias a ti. Pero quiero que me prometas algo.
- Lo que sea.
- Que de ahora en adelante, a partir de hoy mismo nos preocuparemos única y exclusivamente de vivir cada día de nuestras vidas de la manera más satisfactoria posible. ¿De acuerdo? Y por supuesto...juntos.
- Me apunto-le dijo, al tiempo que ambos se abrazaban fuertemente-.
- Un momento-dijo Kyla, una vez se habían separado-. Sam, tu madre...
- Está bien. Bueno, recuperándose...Gracias a Jamie, por supuesto.
Ella lo abrazó una vez más.
- Bueno, y qué...¿qué hacemos ahora?-preguntó Jamie-.
- Podríamos ir a mi casa-dije yo-. Y seguir hablando allí.
Jamie empezó a andar el primero, con Kyla siguiéndole. Cuando ella llegó a mi altura, se detuvo. Ambos nos miramos a los ojos.
- ¡Oh, venga ya!-dijo Jamie desde la puerta más cercana-. Par de sosos...¡Besaos de una vez!
Reímos, para luego juntar nuestros labios y besarnos durante algunos segundos.
Una vez hubimos terminado, fuimos junto con mi madre (que estaba ya increíblemente recuperada) hacia mi casa.
domingo, 21 de julio de 2013
Cory Monteith: Can't fight this feeling
En un principio, mi primera entrada en este blog en tanto tiempo iba a ser de celebración, hasta algo que sucedió el pasado sábado 13 de julio. Yo estaba pasando el día fuera, en la playa, con mi madre y mi hermana cuando esta última me lo dijo. Me quedé de piedra al oír que Cory Monteith, actor canadiense de 31 años mundialmente conocido por su papel protagonista de Finn Hudson en la serie musical Glee, había muerto.
A todos nos afectó un poco, pero a mí en especial ya que desde ya algún tiempo y en la actualidad no hay nada que me guste tanto ni que me haga pasar tan buenos ratos como Glee. Podría afirmar sin temor a equivocarme que no ha pasado un solo día en los últimos dos años en el que, teniendo la más mínima oportunidad, no haya escuchado aunque fuera una canción de Glee, o visto algún vídeo. Y él era uno de los principales protagonistas, con una gran historia que seguíamos desde hacía ya cuatro años.
Yo no lo he visto en nada más, pero Cory participó en películas como "Monte Carlo" o "Sisters & Brothers", entre otras muchas, así como en episodios de series tan famosas como "Kyle XY" o "Sobrenatural". Sin duda alguna, tenía mucho talento.
Como os he dicho al principio de la entrada, no hay motivos para celebrar nada, pero tampoco quería hacerla triste. Finalmente, me he decidido por la primera de las canciones que canta en su papel en Glee, en uno de sus momentos más representativos. Os dejo con "Can't fight this feeling".
D.E.P, Cory Monteith
jueves, 23 de mayo de 2013
Falkenhom (XVIII)
- ¡¡¡ JAMIE!!!- grité, desesperada-.
No pude evitarlo. Las lágrimas me resbalaban de los ojos sin control.
Me abalancé sobre Alec y lo tiré al
suelo.
-Te mataré. ¡Juro que te mataré por
esto! Jamie...
No pude evitarlo. Las lágrimas me resbalaban de los ojos sin control.
-¡Así me gusta! Esto es justo lo que
quería. Esto es precisamente lo que andaba buscando. La vieja Kyla
ha vuelto.
-No, no lo ha hecho- sollocé mientras
me levantaba-.
Intenté tranquilizarme, todavía sin
creerme que acabara de perder a mi mejor amigo. Asesinado ante mis
propios ojos.
-Entiéndelo, Kyla. Siento haber
acabado con Jamie.- por un momento incluso me pareció que estaba
siendo sincero-. Pero era necesario.
-No lo entiendo Alec- dije -. ¿ Por qué
no seguiste por tu cuenta simplemente? ¿ Por qué no seguiste tu
propio camino en lugar de invadir el mío?
-Porque te quiero, Kyla- esta frase me
destrozó por dentro-. Te quiero y te necesito para seguir adelante.
-No me vengas con cuentos, Alec. Puede
que nos lleváramos muy bien en el pasado, puede que significaras
mucho para mí en algún momento, en otros tiempos... y quizás sea
esa la razón por la que no soy capaz de matarte. Pero Jamie... Jamie
me entendía, Alec. Se esforzó por abandonar su antigua vida y no
solo lo consiguió, sino que salvó la mía también.
-Kyla... Por favor, te lo ruego. Vuelve
conmigo. Iremos a donde tú quieras.
-Tú mismo me has traído aquí para
ponerme a prueba. Y yo te digo que no pienso pasar por ella. Y te
pido por favor que te vayas, que me dejes en paz y me dejes vivir
junto Sam, un chico increíble del cual, por cierto, estoy
perdidamente enamorada.
-Ni de coña. No te saldrás con la
tuya Kyla. Te he dado a elegir, y vas a a elegir. O elegiré yo por
ti.
En aquel momento apuntó con su arma
hacia donde estaba Sam.
-¿ Pero qué...?
Pero ya no estaba. Alguien, aprovechando
la distracción de Alec con nuestra conversación, lo había
liberado.
-¡Eh, tú!-gritó una conocida voz
dirigiéndose a Alec-. Fuimos amigos durante más de cien años, me
ofende que ya no recordaras... que mi corazón está en el otro lado, ¡imbécil!
Jamie estaba bien.
- Ah y por cierto soy bastante más
fuerte de lo que piensas.
Dicho esto Jamie golpeó a Alec y lo
tiró al suelo. En aquel momento, Alec se dio cuenta de que la madre
de Sam tampoco estaba.
-Esto no cambia nada, Kyla- dijo
mientras se levantaba.
-Desde luego que cambia algo ¡Lo
cambia todo!
-Kyla...
-No. Sencillamente no me creo que no
recordaras después de más de cien años de amistad en qué lado del
pecho tenía el corazón tu mejor amigo.
-Pues creételo. Ha sido un pequeño
fallo de cálculo, nada más.
- No, seguro que no ha sido eso. No
querías matar a tu mejor amigo y no lo hiciste. Podrías haber
matado a la madre de Sam, pero no lo hiciste, igual que tampoco
querías matarlo a él. Por eso necesitas que yo tome la decisión. Quieres que te detenga, que acabe con tu maldad.
- Eso es absurdo. ¿ Acaso hace falta
que te recuerde cómo asesiné a aquella chica el otro día? ¿ Cómo
la torture y le provoqué tal dolor que incluso estuvo a punto de suplicar su propia muerte?
- Esa es justamente la razón por la
que has montado todo esto. Es como...como un gran grito de socorro. Crees
que has llegado a un punto de no retorno y que solo yo soy capaz de
salvarte.
- Está bien , se acabó. O eliges o te
llevas esta bala de regalo.
- Por encima de mi cadáver- dijo Sam-.
- Como quieras. Que conste que os he
dado tiempo más que suficiente.
Convencido de que no tendría ni la
oportunidad de defenderse, Alec se enfrentó a Sam. Pero sorprendentemente, le paró. Le quitó la pistola y se lanzó sobre
él.
- Digno hijo de un cazavampiros- dijo
Alec-. Eres bueno, pero nunca llegarás a mi nivel.
Alec cogió a Sam y lo lanzó por los
aires. Aterrizó a varios metros de distancia.
- ¡¡¡ Sam!!! grité mientras me
acercaba allí.
- No querías que lo matara ¿eh?- dijo
Alec-. No pensabas que fuera capaz, ¿no? Pues voy a hacerlo.
- No tienes por qué, Alec. Por favor, detente...
- No, Kyla.
- Escúchame, Alec. Sólo por un
momento, demuéstrame que todavía queda en ti algo del chico
que conocí en aquel callejón, hace 109 años.
- Kyla...
Creía que no lo haría, pero se detuvo
a sólo un par de metros de Sam.
- Es cierto, Alec, que has hecho cosas
horribles. Pero yo también las hice, y estoy saliendo adelante. Por
muy convencido que estés de lo contrario, hay vuelta atrás. Siempre
la hay.
- No, no siempre- se giró hacia mí-
Mírame Kyla. Tú misma lo has dicho. Soy un monstruo.
Por un momento parecía que Alec estaba
a punto de llorar.
- No, Alec. No eres un monstruo. Sólo
eres... un hombre que tuvo mala suerte hace algún tiempo. Te dieron
algo que pocos en tu situación habrían sido capaces de controlar.
Pero no es tarde para tratar de hacerlo, Alec. Podemos
intentarlo...juntos.
- No es que no quiera hacerlo, Kyla. Es
que el deseo es tan fuerte...
- Alec, te lo suplico. Dame una
oportunidad. Puedo ayudarte. Ayudarte a cambiar. Sé que hasta ahora
te he dicho lo contrario pero... podríamos reunir el trío.
Podríamos andar juntos, sin hacer daño a nadie más el resto de
nuestra eterna vida vampírica. ¿Qué me dices?
- A mí me parece una buena idea-intervino Jamie-.
- Nadie ha pedido tu opinión, Jamie. Y lo siento, Kyla. De verdad que quiero
intentarlo, pero sencillamente no soy capaz. Nunca lo he sido. Jamás
he sido tan fuerte como tú.
- Podemos arreglarlo.
- Te quiero, Kyla. Siempre te he
admirado. Y no, no quiero perderte...- dijo sollozando. Lo siento tanto... Todo por lo que te hecho pasar...
- No importa, Alec. Saldremos de esta los dos juntos, ¿vale?
- No importa, Alec. Saldremos de esta los dos juntos, ¿vale?
Me acerqué a él, con intención de abrazarle. Pero algo en su interior me lo impidió.
- ¡No! ¡ No te acerques a mí! ¡
Acabaré con esto ahora!- me gritó girándose hacia Sam, el entonces
inconsciente Sam-.
- Alec, por favor. No...
- Alec, por favor. No...
- He dicho que lo sentía mucho. Pero
sigo sin tener opción.
Se separó de mí y antes de que me
diera tiempo a reaccionar acortó las pocas zancadas que le separaban
de Sam. Cuando estaba a tan solo medio segundo de romperle el cuello, sintió un dolor punzante en su pecho. A la altura de su corazón.
En solo unos segundos que parecieron toda
una eternidad, se llevó una mano al pecho, descubriendo la punta de
una bala de madera sobresaliendo de él. Se giró hacia mí, sonrió y con una
mirada agradecida dijo su última palabra.
- Kyla...
Y desapareció. Se convirtió en
millones de motas de polvo. La bala cayó al suelo. Me derrumbé
entre lágrimas y me desplomé. Jamie corrió a abrazarme.
- Kyla... pero qué has hecho.
- Lo siento, Jamie, pero no tenía
opción. Iba a matarlos, lo habría hecho tarde o temprano. Tenía
que detenerlo...- dije, sollozando-.
- Kyla... Has matado a Alec.
- Lo sé, yo...
- No, no me entiendes, Kyla. Has matado a
tu padrino, al vampiro que te convirtió.
Lo abracé con más fuerza. A solo
medio metro de nosotros, Sam seguía inconsciente. Lo sabía.
Atravesé el pecho de Alec totalmente consciente de que, desde el
momento en que muriera y su cuerpo se desintegrara, yo estaría
condenada. No me quedarían más de uno o dos minutos de vida.
- Estaba dispuesta, Jamie. Estaba
dispuesta a sacrificarme. Por Sam, su padre, Marley... La humanidad
ha sufrido mucho nuestra existencia. Por mucho que me duela
admitirlo, el mundo será un lugar mejor cuando yo no esté.
- Por favor Kyla... Sabes que eso no es
cierto. Joder, ojalá pudiéramos volver a los principios de nuestra
amistad, antes de aquella horrible guerra. Con lo fácil que era todo
entonces...
- Lo estoy sintiendo, Jamie. Lo siento
por dentro.
- No...-dijo, dejando escapar sus primeras lágrimas-. Por favor, Kyla... No me dejes
solo. Kyla...
Y era cierto, lo sentía. Entonces
llegó el momento. Perdí el control de mi cuerpo, me caí al suelo
de golpe y noté como todo mi ser empezaba a temblar. Aproveché para
decir una última cosa.
- Por favor- dije, ya casi sin fuerzas-. Dile a Sam que le quiero. Y respecto a ti, Jamie... has sido el mejor
amigo que nadie hubiera podido tener.
- Kyla...¡ Kyla!
Mi vista empezó a nublarse y empecé a oír la voz de Jamie como algo más lejano a cada segundo que pasaba. Cada vez
veía menos claro hasta que, sencillamente, dejé de ver.
viernes, 10 de mayo de 2013
Falkenhom (XVII)
- Alec...-le dije, a
medida que iba recuperando la vista-. ¿Dónde está...?
- ¿Quién?¿Tu
novio? Oh, no te preocupes por él. Está bien...de momento.
- Por favor, Alec.
Esto es sólo entre tú y yo, déjale que se vaya. Él no tiene nada
que ver.
- ¡Venga ya! ¡Pero
si no hace ni doce horas que te lo cepillaste! Por supuesto que tiene
que ver. De hecho, es la clave de todo esto.
- ¿Qué...?-le
pregunté, mientras me levantaba, con una mano en la cabeza a causa
del dolor-. ¿Qué quieres decir?
- Kyla McCarthy.
¿Pero cómo puedes ser tan lista y tan ingenua al mismo tiempo?
- Sigo sin saber a
qué te refieres.
- Dime, Kyla,
todavía a estas alturas...¿No te has parado a pensar cómo has
acabado aquí? De todos los chicos como él, de todos los pueblos de
todos los países del mundo...Fuiste a dar con él. Tu...¿cómo
diría?¿Alma gemela?
Me quedé pensativa.
- En efecto, Kyla.
Si estás aquí es porque era lo que yo había planeado. Todos y cada
uno de los hechos sucedidos desde el momento en que nos dejaste han
ocurrido porque yo lo quería así.
- No te entiendo,
Alec. ¿Qué es lo que pretendes? Ya te lo he advertido en repetidas
ocasiones, pero lo volveré a hacer si hace falta. Escúchame bien
cuando te digo que no volveré contigo, Alec. Jamás. Ni aunque
mataras a todas las personas con las que me haya cruzado en los
últimos años. Moriría antes que volver a mi antigua vida.
- Lo sé. Ya lo
sabía desde hacía tiempo, y por eso he montado todo esto. Sígueme.
- Alec...
- Sígueme, o me
veré obligado a tomar medidas extremas con tu chico.
Lo hice. No sabía
dónde tenía a Sam, pero lo que sí sabía era que la única forma
de encontrarlo, al menos de momento, era seguirle el juego a Alec. Me
llevó hacia una trampilla oculta bajo una alfombra llena de polvo,
tras lo que en otros tiempos debía de haber sido una barra de bar.
La abrió.
- Las damas
primero-me indicó-.
No se lo discutí.
Bajé las escaleras. Unos veinte o veinticinco escalones y había
llegado a una especie de sótano. Pero no había luz, y apenas veía
nada.
A sólo unos metros
de mí, escuché unos gemidos.
- ¡Sam!-grité,
corriendo hacia donde había oído la voz-.
- ¡¿Qué
le has hecho?!-le grité a Alec-.
- Nada
en comparación con lo que haré si no sigues mis instrucciones.
Apártate de él.
Besé
a Sam, y dubitativa hice lo que Alec me había dicho.
- No
lo entiendo, Alec. ¿Qué es lo que quieres? Nada de esto tiene
sentido.
-
Como si todavía no lo supieras, Kyla.
- ¿Cuántas
veces tendré que decírtelo? No pienso volver contigo, pase lo que
pase.
- ¿Estás
segura?¿Pase lo que pase?
Se
acercó a Sam. Le agarró un brazo y empezó a moverlo hacia arriba.
Sin intención alguna de parar. Aunque parecía intentarlo con todas
sus fuerzas, Sam no pudo evitar un fuerte gemido de dolor.
- Esto
es lo primero que haré. Le dislocaré a tu chico todas y cada una de
sus extremidades, una por una.
-
¡Hijo de...!-dije, al tiempo que me acercaba él-.
-
Ah, ah, ah. Yo de ti no haría eso. ¿Crees acaso que estamos
solos? Me he traído unos dos o tres amiguitos de un pueblo por el
que pasé en el camino hacia aquí...Knörncoping, Förnjopin,
Linköping...o algo así.
Y
era verdad. Salieron de la nada. En cuestión de segundos me vi
rodeada por tres vampiros, todos ellos auténticos armarios de casi
dos metros de altura.
- Eres...Eres
un monstruo-le dije-.
- No,
soy un amigo. Tu amigo. Y haré lo que haga falta para recuperarte.
- ¿Por
qué no entra en la cabeza de una vez, Alec? No eres mi amigo. Nunca
lo has sido. He sido una tonta, una ingenua durante toda mi vida,
pero ahora lo veo totalmente claro. Jamás fuiste mi amigo, ni
siquiera antes de convertirnos en vampiros. Siempre hiciste lo
imposible para hacer sentir a Jamie que no valía nada, que no
llegaría a nada en la vida…Pero era infinitamente mejor que tú,
mejor hombre y mejor persona de lo que tú serás jamás. Él
es mi ÚNICO amigo. Tú sólo eres un conocido suyo.
Aquellas
palabras parecieron afectarle. Pero lejos de entristecerlo, lo
enfurecieron todavía más.
- Jamie
no es más que un idiota, inútil y débil como él solo. Siempre lo
ha sido y siempre lo será. Lo mataré en cuanto acabe con tu novio.
Y entonces volverás conmigo, aunque tenga que ser a la fuerza.
- Ya,
como si te lo fuera a poner tan fácil.
Jamie. Apareció en aquel momento, junto a una mujer con una especie de ballesta. Disparó unas pocas flechas (de hecho, las justas) y mató a los tres vampiros contratados por Alec antes de que a ninguno nos diera tiempo a darnos cuenta. Tan solo quedó el polvo que dejamos los vampiros cuando morimos.
- ¿Mamá?-preguntó Sam, totalmente alucinado, aunque sabía perfectamente que aquella mujer era su madre-.
- Hola, hijo. Aguanta, enseguida te suelto. Pero antes...-dijo, apuntando hacia Alec-...antes quiero saber quién coño eres y qué es lo que tenías pensado hacer.
Parecía mentira. Acababa de tener el accidente más grave que había visto en mi vida, y apenas le quedaba una sola marca en el cuerpo. Jamie tenía razón respecto a su método.
- Vaya, vaya. Parece que mamá se une a la acción-dijo Alec-. Dime...¿qué piensas hacer con ese arma medieval tan chula?
- Atravesarte el corazón con una de estas flechas, tal y como he hecho con tus inútiles secuaces si no haces exactamente lo que yo te digo.
- ¿Y qué te hace pensar que estás en condiciones de amenazarme?
- No sé...tal vez, que soy yo la que tengo el arma y tú el listo que no nos ha visto llegar.
- Nadie...amenaza...a Alec Dewell-dijo mientras se acercaba más a la madre de Sam-.Y mucho menos una...
Una flecha salió disparada, directa hacia el corazón de Alec. Pero él fue más rápido. La atrapó con una mano, al vuelo.
- Uhm...Yo de ti no lo hubiera hecho.
Apenas nos dio tiempo a reaccionar. La madre de Sam recibió el impacto de la flecha. Por suerte, lo hizo cerca de un hombro.
- ¡Mamá!-gritó Sam, tratando por todos los medios de liberarse-.
- Estoy cansado de interrupciones. Señora madre, mantente apartada si sabes lo que te conviene.
- Es mi hijo-dijo levantándose-. Moriré antes de dejar que la hagas daño, maldito ca...
No le dio tiempo a decir más, Alec corrió hacia ella y le golpeó varias veces la cabeza contra el suelo, hasta dejarla inconsciente. De ella, empezaron a caer unas pequeñas gotas de sangre.
- ¡¡¡MAMÁAA!!!
Jamie trató de socorrer a la madre. Yo corrí hacia Alec y me dispuse a abalanzarme sobre él, pero me detuvo con aquellas palabras.
- ¡¡¡Ya está bien!!! Como te acerques un solo centímetro más le rajo el cuello a tu chico.
- Está bien, Alec. ¿Qué es lo que quieres que haga? Solucionémoslo de una vez. Terminemos con esto.
- Ah, lo que quiero que hagas...es muy sencillo. Verás-dijo mientras buscaba algo en uno de los bolsillos de la ropa que llevaba-.
Se sacó una especie de pistola.
- Tómala-me ordenó-.
- Pero...¿por qué?
- Tú hazlo, si quieres que te cuente la segunda parte del plan.
Lo hice. Tomé aquella pistola entre mis manos.
- Está bien, lo que tienes que hacer es disparar. Sólo hay una bala, y tendrás una única oportunidad. Tan solo tienes que decidir.
- No lo entiendo.
- Entre tu chico y yo.
- Estarás de coña, ¿no? No pretenderás que...
- Oh, desde luego, Kyla. Eso es justamente lo que pretendo. En esa pistola hay una bala de madera, bien afilada. Disparada al corazón, mataría a cualquier humano o vampiro.
- No voy a hacerlo, pero incluso aunque me decidiera...si te matara a ti, yo también moriría.
- Ahí está la gracia.
Estuve unos segundos mirando a Alec y luego a Sam. Finalmente, volví a mirar al primero.
- No puedo hacerlo. No pienso hacerlo, porque de ser así podría acabar volviéndome como tú. No voy a matar a nadie, Alec. No sé si te has informado pero...hace tiempo que dejé de ser así.
- Creo que no lo has entendido, Kyla. Sólo uno de nosotros dos saldrá de aquí hoy con vida.Y tú vas a decidir quién. Decidirás de una vez por todas qué es lo que más te importa realmente, el amor...o tu propia vida.
- Estás loco, Alec, si piensas que voy a obedecerte...
- Oh, por dios.
Todo sucedió en menos de un segundo. Me arrebató la pistola y disparó a Jamie. A la altura del corazón. Éste se llevó las manos al pecho y puso los ojos en blanco. Alec se acercó a él y lo lanzó contra la pared más cercana, que atravesó como si fuera de papel. Después, un característico sonido me indicó que mi mejor amigo acababa de convertirse en polvo.
Jamie. Apareció en aquel momento, junto a una mujer con una especie de ballesta. Disparó unas pocas flechas (de hecho, las justas) y mató a los tres vampiros contratados por Alec antes de que a ninguno nos diera tiempo a darnos cuenta. Tan solo quedó el polvo que dejamos los vampiros cuando morimos.
- ¿Mamá?-preguntó Sam, totalmente alucinado, aunque sabía perfectamente que aquella mujer era su madre-.
- Hola, hijo. Aguanta, enseguida te suelto. Pero antes...-dijo, apuntando hacia Alec-...antes quiero saber quién coño eres y qué es lo que tenías pensado hacer.
Parecía mentira. Acababa de tener el accidente más grave que había visto en mi vida, y apenas le quedaba una sola marca en el cuerpo. Jamie tenía razón respecto a su método.
- Vaya, vaya. Parece que mamá se une a la acción-dijo Alec-. Dime...¿qué piensas hacer con ese arma medieval tan chula?
- Atravesarte el corazón con una de estas flechas, tal y como he hecho con tus inútiles secuaces si no haces exactamente lo que yo te digo.
- ¿Y qué te hace pensar que estás en condiciones de amenazarme?
- No sé...tal vez, que soy yo la que tengo el arma y tú el listo que no nos ha visto llegar.
- Nadie...amenaza...a Alec Dewell-dijo mientras se acercaba más a la madre de Sam-.Y mucho menos una...
Una flecha salió disparada, directa hacia el corazón de Alec. Pero él fue más rápido. La atrapó con una mano, al vuelo.
- Uhm...Yo de ti no lo hubiera hecho.
Apenas nos dio tiempo a reaccionar. La madre de Sam recibió el impacto de la flecha. Por suerte, lo hizo cerca de un hombro.
- ¡Mamá!-gritó Sam, tratando por todos los medios de liberarse-.
- Estoy cansado de interrupciones. Señora madre, mantente apartada si sabes lo que te conviene.
- Es mi hijo-dijo levantándose-. Moriré antes de dejar que la hagas daño, maldito ca...
No le dio tiempo a decir más, Alec corrió hacia ella y le golpeó varias veces la cabeza contra el suelo, hasta dejarla inconsciente. De ella, empezaron a caer unas pequeñas gotas de sangre.
- ¡¡¡MAMÁAA!!!
Jamie trató de socorrer a la madre. Yo corrí hacia Alec y me dispuse a abalanzarme sobre él, pero me detuvo con aquellas palabras.
- ¡¡¡Ya está bien!!! Como te acerques un solo centímetro más le rajo el cuello a tu chico.
- Está bien, Alec. ¿Qué es lo que quieres que haga? Solucionémoslo de una vez. Terminemos con esto.
- Ah, lo que quiero que hagas...es muy sencillo. Verás-dijo mientras buscaba algo en uno de los bolsillos de la ropa que llevaba-.
Se sacó una especie de pistola.
- Tómala-me ordenó-.
- Pero...¿por qué?
- Tú hazlo, si quieres que te cuente la segunda parte del plan.
Lo hice. Tomé aquella pistola entre mis manos.
- Está bien, lo que tienes que hacer es disparar. Sólo hay una bala, y tendrás una única oportunidad. Tan solo tienes que decidir.
- No lo entiendo.
- Entre tu chico y yo.
- Estarás de coña, ¿no? No pretenderás que...
- Oh, desde luego, Kyla. Eso es justamente lo que pretendo. En esa pistola hay una bala de madera, bien afilada. Disparada al corazón, mataría a cualquier humano o vampiro.
- No voy a hacerlo, pero incluso aunque me decidiera...si te matara a ti, yo también moriría.
- Ahí está la gracia.
Estuve unos segundos mirando a Alec y luego a Sam. Finalmente, volví a mirar al primero.
- No puedo hacerlo. No pienso hacerlo, porque de ser así podría acabar volviéndome como tú. No voy a matar a nadie, Alec. No sé si te has informado pero...hace tiempo que dejé de ser así.
- Creo que no lo has entendido, Kyla. Sólo uno de nosotros dos saldrá de aquí hoy con vida.Y tú vas a decidir quién. Decidirás de una vez por todas qué es lo que más te importa realmente, el amor...o tu propia vida.
- Estás loco, Alec, si piensas que voy a obedecerte...
- Oh, por dios.
Todo sucedió en menos de un segundo. Me arrebató la pistola y disparó a Jamie. A la altura del corazón. Éste se llevó las manos al pecho y puso los ojos en blanco. Alec se acercó a él y lo lanzó contra la pared más cercana, que atravesó como si fuera de papel. Después, un característico sonido me indicó que mi mejor amigo acababa de convertirse en polvo.
miércoles, 17 de abril de 2013
Falkenhom (XVI)
No eran ni las seis de la mañana cuando me planté en la estación de trenes de Falkenhom para comprar un billete de vuelta a Estocolmo. Ni siquiera me había molestado en recoger mis cosas de la habitación en el edificio del bar. Cogí mi billete y subí al primer tren que pasó, dispuesta a alejarme todo lo posible de Sam, y de todo lo que había sucedido en los últimos días.
Entré en uno de los compartimentos y cerré las cortinas por si acaso me dormía y acababa saliendo el sol.
Me dejé caer sobre uno de los asientos. No habrían pasado ni dos minutos cuando oí aquella voz a mi derecha.
- Disculpe, señorita, ¿está libre este asiento?
Me giré.
- Jamie...
- ¿Está o no está libre?
- Sí, lo está. ¿Qué es lo que quieres? Te advierto que ya he tomado una decisión, y no conseguirás que...
- Es igual-dijo mientras se sentaba a mi lado-. No vengo a convencerte de nada, sino para hablar contigo. Dime...¿tan mal fue anoche? Porque si es así, entiendo que...
- Fue la mejor noche de mi vida, Jamie.
-¿Entonces por qué te vas, Kyla?
- ¡Ja!¿No es obvio? Falkenhom fue un error desde el principio, debí haberme largado de aquí en el momento en que empecé a sentirme atraída por Sam.
- Pero no lo hiciste.
- No, no lo hice. Y ahora su mejor amiga está muerta, y su vida corre peligro. Maté a su padre, Jamie, por dios...Tú no lo entiendes, no puedo volver. Jamás lo haré.
- Oh, desde luego que lo entiendo. Estás huyendo.
- Lo hago por Sam, es lo mejor para él.
- No, no lo es. No es bueno para nadie. Escucha-dijo mientras se acercaba más a mí-. No estás huyendo porque la vida de Sam corra peligro, puesto que le has plantado cara a Alec docenas de veces. Pero tampoco estás huyendo porque creas que representas un peligro para Sam, por lo que pasó el otro día. ¿Quieres saber de lo que creo que estás huyendo realmente?
- Jamie...
- Estás huyendo de la felicidad.
Hubo unos segundos de silencio antes de que siguiera hablando.
- Estás huyendo de tu única oportunidad para ser verdaderamente feliz porque...porque no crees merecerlo. Pero te diré una cosa, Kyla Evelyn McCarthy: mereces ser feliz. Eres una persona llena de bondad y generosidad, leal hasta la médula...
- Calla, vas a conseguir que me sonroje...
Rió.
- Hablo en serio, Kyla. Has luchado mucho durante todos estos años, y sin duda mereces algo como lo que hay entre Sam y tú. Y por si acaso no te ha quedado lo suficientemente claro, he traído algo para enseñarte.
Buscó en el bolsillo derecho de su pantalón, y sacó una especie de papel. Parecía una foto.
- Estaba esperando al momento adecuado para enseñártela, pero algo me dice que es este. Toma, cógela.
La tomé entre mis manos. Efectivamente, era una foto y en ella se veía a una chica de pelo castaño y ojos marrones de unos quince o dieciséis años desde mi punto de vista, soplando las velas de una tarta de cumpleaños junto con una mujer y un hombre que supuse sus padres.
- ¿No te suena de nada?
- No. ¿Tendría que hacerlo?
- ¿Y si te digo que su juguete favorito cuando era pequeña era un conejo?
Mi sangre se heló en cuanto llegué a la conclusión.
- ¿Es...?
- Efectivamente. Natalie Reedy. Nació en Toronto, aunque ahora vive con sus tíos en Ottawa. Tenía siete años la noche en que los tres asaltamos aquel apartamento. Al parecer, cumplió quince el mes pasado.
- ¿De dónde la has sacado?
- Internet, creo que es algo que llaman...facebook, o twitter, o algo así.
- Vaya....No...No sé qué decir.
- Pues entonces deja que te cuente lo que esa tal Natalie ha escrito en su blog.
- ¿Su...qué?
- Un...Una especie de sitio en Internet donde la gente escribe cosas. Y en su cabecera...
-¿Su qué?
- ¿Quieres dejarme terminar?
- Vale, perdona.Es que necesito actualizarme mucho con respecto a este siglo.
- Pues escribió lo siguiente: "Dedico todas y cada una de las entradas de este blog a la chica que me salvó, hace ya casi ocho años. No sé quién eres, ni siquiera sé tu nombre. Pero quiero que sepas que te estaré eternamente agradecida por salvarme la vida aquella noche. Me encantaría poder conocerte algún día".
No pude evitar que se me escaparan unas pocas lágrimas.
- ¿Qué?¿Qué te parece?
- Me parece...-dije, secándome algunas de esas lágrimas con la manga del jersey que llevaba puesto-. Me parece que tengo mucha suerte de que seas mi amigo.
Le abracé, con tanta fuerza como pude. Cuando pasados un par de minutos nos separamos, él habló de nuevo.
- ¿Entonces ves ahora la razón por la que creo deberías quedarte, y volver con Sam?
- Sí, la veo-dije, sonriendo-. Tienes razón, es que yo...Estaba asustada, ¿sabes? Jamás había sentido nada igual y tenía miedo de cómo pudiera afectarme.
- Lo sé, el miedo a lo desconocido nos afecta a todos. Incluso a los vampiros.
Pasamos unos segundos sin decir nada hasta que él habló.
- Entonces, ¿qué me dices? ¿Nos bajamos de este tren antes de que arranque?
Asentí, y ambos bajamos de allí justo a tiempo. Corrimos por el pueblo, yo la primera, en dirección a la casa de Sam.
Íbamos de camino cuando vimos una ambulancia pasar a toda velocidad a sólo unos metros de nosotros. No tardaríamos mucho en averiguar el por qué. El coche de la madre de Sam, boca abajo y totalmente destrozado. Lo reconocía porque lo había visto en la puerta de su casa.
Me acerqué allí corriendo, seguida muy de cerca por Jamie.
- ¿Qué ha pasado?-pregunté-.
Los ambulancieros la tenían inmovilizada en una camilla y se preparaban para meterla en la ambulancia. Tenía cortes por todas partes, y a duras penas se mantenía consciente.
- Ha tenido un accidente-dijo uno de ellos-. La llevamos al hospital. No sé preocupe, señorita, sea quien sea le aseguro que estará en buenas manos...
- No...-dijo la madre de Sam-. No ha sido un accidente. Me embistieron y...y me sacaron de la carretera. Se lo han llevado, Kyla. Mi hijo...Sam...
Estaba muy mal. Cada frase parecía costarle un esfuerzo sobrehumano. Mientras pensaba en algo, Jamie se adelantó.
- Creo que yo podría arreglar esto. Hace unos meses aprendí una técnica de curación relacionada con los vampiros que...
- ¿Perdona?-dijo uno de los ambulancieros-.
- Esto...nada, nada. Sólo decía que soy muy buen médico y podría ayudarla.
Tras aquello, se dirigió a mí, en voz más baja.
- Creo que podré curarla con parte de mi sangre. La sangre de vampiro tiene una función regenerativa.
- ¿Incluso en los humanos?
- Sobre todo en los humanos. Tardaría unos minutos en hacer efecto, pero podría curarse mucho más rápido que si se la llevan al hospital.
- ¿Entonces qué hacemos?
- Yo me encargo de la madre, y tú de buscar a tu chico. Nos reuniremos lo antes posible.
- De acuerdo, me parece una buena idea. ¿Pero cómo sabremos dónde encontrarnos?
- Tú no te preocupes, me las apañaré para encontrarte. Ya lo hice una vez, ¿no?
- Cierto-dije, con una sonrisa muy disimulada-.
Así que me marché. Dejé a Jamie a cargo de la madre de Sam y me dirigí corriendo al lugar donde pensaba que Alec se lo habría llevado. El hostal abandonado donde lo había encontrado la mañana siguiente a que matara a Marley.
Entré echando abajo la puerta de una patada, aunque tal vez debería haber sido más discreta.
Un buen golpe en la cabeza hizo que me cayera al suelo y se me nublara un poco la vista. Pero aún así, pude reconocer ante mis ojos al ser más malvado que jamás hubiera conocido. Antaño uno de mis mejores amigos. Alec. Con desdén y otra de sus miradas burlonas, me habló.
- Se acabó el plazo, rubia.
- Jamie...
- ¿Está o no está libre?
- Sí, lo está. ¿Qué es lo que quieres? Te advierto que ya he tomado una decisión, y no conseguirás que...
- Es igual-dijo mientras se sentaba a mi lado-. No vengo a convencerte de nada, sino para hablar contigo. Dime...¿tan mal fue anoche? Porque si es así, entiendo que...
- Fue la mejor noche de mi vida, Jamie.
-¿Entonces por qué te vas, Kyla?
- ¡Ja!¿No es obvio? Falkenhom fue un error desde el principio, debí haberme largado de aquí en el momento en que empecé a sentirme atraída por Sam.
- Pero no lo hiciste.
- No, no lo hice. Y ahora su mejor amiga está muerta, y su vida corre peligro. Maté a su padre, Jamie, por dios...Tú no lo entiendes, no puedo volver. Jamás lo haré.
- Oh, desde luego que lo entiendo. Estás huyendo.
- Lo hago por Sam, es lo mejor para él.
- No, no lo es. No es bueno para nadie. Escucha-dijo mientras se acercaba más a mí-. No estás huyendo porque la vida de Sam corra peligro, puesto que le has plantado cara a Alec docenas de veces. Pero tampoco estás huyendo porque creas que representas un peligro para Sam, por lo que pasó el otro día. ¿Quieres saber de lo que creo que estás huyendo realmente?
- Jamie...
- Estás huyendo de la felicidad.
Hubo unos segundos de silencio antes de que siguiera hablando.
- Estás huyendo de tu única oportunidad para ser verdaderamente feliz porque...porque no crees merecerlo. Pero te diré una cosa, Kyla Evelyn McCarthy: mereces ser feliz. Eres una persona llena de bondad y generosidad, leal hasta la médula...
- Calla, vas a conseguir que me sonroje...
Rió.
- Hablo en serio, Kyla. Has luchado mucho durante todos estos años, y sin duda mereces algo como lo que hay entre Sam y tú. Y por si acaso no te ha quedado lo suficientemente claro, he traído algo para enseñarte.
Buscó en el bolsillo derecho de su pantalón, y sacó una especie de papel. Parecía una foto.
- Estaba esperando al momento adecuado para enseñártela, pero algo me dice que es este. Toma, cógela.
La tomé entre mis manos. Efectivamente, era una foto y en ella se veía a una chica de pelo castaño y ojos marrones de unos quince o dieciséis años desde mi punto de vista, soplando las velas de una tarta de cumpleaños junto con una mujer y un hombre que supuse sus padres.
- ¿No te suena de nada?
- No. ¿Tendría que hacerlo?
- ¿Y si te digo que su juguete favorito cuando era pequeña era un conejo?
Mi sangre se heló en cuanto llegué a la conclusión.
- ¿Es...?
- Efectivamente. Natalie Reedy. Nació en Toronto, aunque ahora vive con sus tíos en Ottawa. Tenía siete años la noche en que los tres asaltamos aquel apartamento. Al parecer, cumplió quince el mes pasado.
- ¿De dónde la has sacado?
- Internet, creo que es algo que llaman...facebook, o twitter, o algo así.
- Vaya....No...No sé qué decir.
- Pues entonces deja que te cuente lo que esa tal Natalie ha escrito en su blog.
- ¿Su...qué?
- Un...Una especie de sitio en Internet donde la gente escribe cosas. Y en su cabecera...
-¿Su qué?
- ¿Quieres dejarme terminar?
- Vale, perdona.Es que necesito actualizarme mucho con respecto a este siglo.
- Pues escribió lo siguiente: "Dedico todas y cada una de las entradas de este blog a la chica que me salvó, hace ya casi ocho años. No sé quién eres, ni siquiera sé tu nombre. Pero quiero que sepas que te estaré eternamente agradecida por salvarme la vida aquella noche. Me encantaría poder conocerte algún día".
No pude evitar que se me escaparan unas pocas lágrimas.
- ¿Qué?¿Qué te parece?
- Me parece...-dije, secándome algunas de esas lágrimas con la manga del jersey que llevaba puesto-. Me parece que tengo mucha suerte de que seas mi amigo.
Le abracé, con tanta fuerza como pude. Cuando pasados un par de minutos nos separamos, él habló de nuevo.
- ¿Entonces ves ahora la razón por la que creo deberías quedarte, y volver con Sam?
- Sí, la veo-dije, sonriendo-. Tienes razón, es que yo...Estaba asustada, ¿sabes? Jamás había sentido nada igual y tenía miedo de cómo pudiera afectarme.
- Lo sé, el miedo a lo desconocido nos afecta a todos. Incluso a los vampiros.
Pasamos unos segundos sin decir nada hasta que él habló.
- Entonces, ¿qué me dices? ¿Nos bajamos de este tren antes de que arranque?
Asentí, y ambos bajamos de allí justo a tiempo. Corrimos por el pueblo, yo la primera, en dirección a la casa de Sam.
Íbamos de camino cuando vimos una ambulancia pasar a toda velocidad a sólo unos metros de nosotros. No tardaríamos mucho en averiguar el por qué. El coche de la madre de Sam, boca abajo y totalmente destrozado. Lo reconocía porque lo había visto en la puerta de su casa.
Me acerqué allí corriendo, seguida muy de cerca por Jamie.
- ¿Qué ha pasado?-pregunté-.
Los ambulancieros la tenían inmovilizada en una camilla y se preparaban para meterla en la ambulancia. Tenía cortes por todas partes, y a duras penas se mantenía consciente.
- Ha tenido un accidente-dijo uno de ellos-. La llevamos al hospital. No sé preocupe, señorita, sea quien sea le aseguro que estará en buenas manos...
- No...-dijo la madre de Sam-. No ha sido un accidente. Me embistieron y...y me sacaron de la carretera. Se lo han llevado, Kyla. Mi hijo...Sam...
Estaba muy mal. Cada frase parecía costarle un esfuerzo sobrehumano. Mientras pensaba en algo, Jamie se adelantó.
- Creo que yo podría arreglar esto. Hace unos meses aprendí una técnica de curación relacionada con los vampiros que...
- ¿Perdona?-dijo uno de los ambulancieros-.
- Esto...nada, nada. Sólo decía que soy muy buen médico y podría ayudarla.
Tras aquello, se dirigió a mí, en voz más baja.
- Creo que podré curarla con parte de mi sangre. La sangre de vampiro tiene una función regenerativa.
- ¿Incluso en los humanos?
- Sobre todo en los humanos. Tardaría unos minutos en hacer efecto, pero podría curarse mucho más rápido que si se la llevan al hospital.
- ¿Entonces qué hacemos?
- Yo me encargo de la madre, y tú de buscar a tu chico. Nos reuniremos lo antes posible.
- De acuerdo, me parece una buena idea. ¿Pero cómo sabremos dónde encontrarnos?
- Tú no te preocupes, me las apañaré para encontrarte. Ya lo hice una vez, ¿no?
- Cierto-dije, con una sonrisa muy disimulada-.
Así que me marché. Dejé a Jamie a cargo de la madre de Sam y me dirigí corriendo al lugar donde pensaba que Alec se lo habría llevado. El hostal abandonado donde lo había encontrado la mañana siguiente a que matara a Marley.
Entré echando abajo la puerta de una patada, aunque tal vez debería haber sido más discreta.
Un buen golpe en la cabeza hizo que me cayera al suelo y se me nublara un poco la vista. Pero aún así, pude reconocer ante mis ojos al ser más malvado que jamás hubiera conocido. Antaño uno de mis mejores amigos. Alec. Con desdén y otra de sus miradas burlonas, me habló.
- Se acabó el plazo, rubia.
domingo, 14 de abril de 2013
Green Day: Oh Love
Espero como siempre que tengáis una buena semana, que os guste la canción y por supuesto que estéis disfrutando con mi actual historia, "Falkenhom".
jueves, 11 de abril de 2013
Falkenhom (XV)
Cuando desperté, lo recordaba todo a la perfección. El dulce sabor de sus labios, sus preciosos ojos, de una extraña aunque llamativa mezcla entre verde y marrón. En cuestión de segundos, me hizo el hombre más feliz sobre la faz de la Tierra. Todos y cada uno de los vellos de mi piel se erizaron en cuanto toqué la suya.
No había preocupación, en absoluto. Tan sólo nos dejábamos llevar por el deseo, la pasión. Dios, amaba tanto a esa chica... No hacía ni tres días que la conocía y estaba convencido de que pasaría lo que me quedara de vida junto a ella. Pero en el momento en que abrí los ojos y vi que no estaba allí, mi corazón se paró en seco, casi de manera literal.
Busqué por todas partes, pero lo único que quedaba de ella era aquel embriagador olor procedente de su cuerpo, impregnando las sábanas de mi cama.
- Joder...-murmuré-.
Debí de dar docenas de vueltas por toda la casa, aunque sabía que no la encontraría allí, y posiblemente en ningún otro lugar. Volví a mi habitación, y me dejé caer en la cama, tumbado boca arriba.
Se había marchado. La mujer de mi vida me había abandonado. Mi mejor amiga estaba muerta y el responsable de aquello jamás pagaría. ¿Cómo podía haber sido tan idiota?
No había ni rastro de ella, era como si nunca hubiera existido. Si al menos hubiera dejado alguna carta, o algo...
Pero no lo había hecho. Siendo como era uno de los vampiros más poderosos y antiguos de todos los conocidos, jamás la encontraría si ella no quería. Y ella nunca querría.
Y sin ella, jamás podría hacer justicia. Pero no podía permitirlo, alguien tenía que pagar. Apenas pensé lo que iba a hacer. Era algo atrevido y fuera de lo común, sobre todo en un chico tan tranquilo de normal como yo. Pero aun así fui al armario de la habitación de mi madre, cogí lo necesario y me largué.
Sólo necesité un par de horas para juntar en un mismo sitio a los segundos responsables de mis desgracias. Los tres chicos que gastaron aquella broma a Marley.
Pongamos por caso que arremetí contra uno de ellos y le quité el móvil, y con él envié ciertos mensajes a los otros dos. ¿El lugar? Una especie de fábrica abandonada a las afueras del pueblo.
Era un sitio oscuro ya de por sí, y por la poca iluminación que había fuera (entre otras cosas porque ya estaba anocheciendo), apenas se veía nada.
Cuando aquellos dos chicos entraron, estaban convencidos de que su amigo les estaría gastando una broma.
- Lucas, tío-dijo uno de los dos-.¿Qué es esto? Te juro que como sea otra de tus bromitas, te voy a...
- ¡Mmm...!
Pero Lucas no podía hablar demasiado, lógico si tenemos en cuenta que estaba amordazado a una de las vigas que sujetaban el edificio.
- ¿Pero qué...?-dijo el otro-.
Menuda fue su sorpresa al darse cuenta de que la puerta por la que habían entrado no funcionaba en ambos sentidos.
- Me pregunto si alguna vez...-empecé hablar, revelando mi presencia-...habías imaginado que acabaríais en un lugar así.
- ¿Sam?-preguntó el primero que había hablado-. ¿Qué esta pasando aquí? ¿Por qué le has hecho eso a Lucas? ¿Y qué es eso que tienes en la mano?
- ¡Ah!¿Te refieres a esto?-dije mientras levantaba la mano derecha-.
- ¡Joder, tío es una pistola!-dijo el otro chico-.
- Venga ya, tío. Esto no tiene gracia. Seguro que ni siquiera está...
Pronto comprobaron que sí lo estaba. Hicieron amago de correr, pero no lo hicieron.
- Moveos un sólo paso más y dispararé a vuestro amigo.
- Pero, no lo entiendo, Sam...-dijo el segundo chico-. ¿Qué es lo que quieres?
- ¿No es obvio?-dije, mientras me acercaba más a Lucas-. Quiero que paguéis por la muerte de Marley.
- Tío, de verdad, sentimos mucho lo que le pasó a Marley, y aquella broma que le hicimos... Pero nosotros no la matamos.
- Puede que no directamente, pero gracias a vosotros está muerta.
- Eso no es...
- Por supuesto que es cierto, ¡joder!-grité, cargando el arma-.
Los chicos se asustaron de verdad.
- Si no le hubierais gastado aquella broma, habríamos estado juntos aquella noche y no le hubiera pasado nada. Estaría a mi lado, ¡y no a metro y medio bajo tierra!
- No vas a disparar, Sam-dijo uno de ellos-. Por muy mal que nos llevemos te conozco desde primaria y sé que no serías capaz...
- ¿Por qué no?¿Qué más me da? Mi padre desapareció hace años, mi mejor amiga acaba de morir asesinada y apenas veo a mi madre. No tengo nada que perder, y es la única forma.
- Por favor, tío, no hagas nada de lo que luego puedas arrepentirte-dijo Lucas, que había conseguido quitarse la mordaza-.
- ¿Y tú dónde has estado todo este rato?¿Es que no me has escuchado?¡Alguien tiene que pagar!Y os garantizo que al menos uno de vosotros lo hará.
- Venga ya, este no eres tú, Sam-dijo el otro-. ¿Por qué no te tranquilizas un poco y...?
-¡Dejad de decirme lo que puedo y no puedo hacer!¡Yo soy el que tiene el arma, y por tanto soy yo el que manda! ¡Soy yo el que...!
- ¡Policía, arriba las manos!-gritó una mujer-.
Tampoco es que hubiera muchos policías en aquel pueblo, ¿pero quien fue justo el primero en entrar por aquella puerta? Bueno, mejor dicho, la primera. La jefa del Departamento de Policía de Falkenhom, la comisaria. Mi madre.
Jamás podría describir su rostro en el instante en que me vio. Y yo tampoco sabía cómo reaccionar. Ninguno de los dos teníamos demasiadas opciones. No dijo ni una palabra en los minutos que transcurrieron entre que descubrió lo que había hecho su único hijo hasta que ya estábamos dentro del coche de policía, a medio camino de la comisaría.
- ¡¡¿Pero cómo COÑO se te ha ocurrido hacer algo así?!!¿En qué estabas pensando?
- En mi mejor amiga, Marley. No sé si te has dado cuenta, pero la han asesinado. Tal vez no hayas reparado en eso con tantos papeleos y tanta historia en la oficina.
- ¿Por qué eres tan cruel conmigo, Sam?¡Te recuerdo que soy tu madre!
- No. Una madre hubiera estado al lado de su hijo cuando su padre se marchó. Hubiera estado a su lado al menos en el día en que enterró a su mejor amiga. Hubiera estado a su lado en algunos de los momentos en los que realmente la necesitaba. Pero tú no lo estabas, en ninguno de esos momentos. Tú tan solo me pariste. Es lo único que has hecho bien como madre.
Me arrepentí en el instante en que terminé la última frase, pero no iba a disculparme en medio de la discusión. Mi madre no supo ni qué contestar en los siguientes segundos. Vi algunas lágrimas resbalar por sus mejillas.
Paró el coche en el arcén de la carretera.
- No...tienes ni idea. No sabes la presión a la que he estado sometida estos últimos años.
- Puede que no lo sepa, pero eso no te excusa, en absoluto. Podrías haber pasado más tiempo conmigo. Podrías habérmelo contado, y haberlo solucionado juntos.
- Eras sólo un crío. Jamás te hubiera pedido que...
- Papá lo hubiera hecho, estoy seguro.
- Te he dicho mil veces que no lo nombres. Tu padre... estaba enfermo. Desaparecía durante meses y cuando volvía decía que cazaba demonios y vampiros...
- ¿Nunca te has parado a pensar que tal vez no estuviera loco?¿Que lo que contaba fuera verdad?
- Por dios, Sam. No empieces.
- No quieres que hable de mi padre, ¿por qué?¿Por el gran hombre que fue?¿Por lo que nos quería?¿O porque al contrario que tú supo quererme?
Lo que ocurrió en el instante en que acabé aquella frase nos dejó sin habla a los dos. Me abofeteó.
Ni siquiera me lo pensé.
- Dios, Sam...-dijo, ya sollozando, mientras yo salía del coche y corría, alejándome de él-. Lo siento, hijo. Por favor...
Estaba a sólo unos metros de allí cuando sucedió. Otro coche embistió al de mi madre y lo empujó fuera de la carretera, provocando que éste diera dos vueltas de campana.
- Joder...-dije, mientras corría de vuelta a donde estaba el coche-. ¡Mamá!¡Mamá!¡Por favor, que alguien...!
Pero los que salieron del coche no iban a ayudarnos, a ninguno de los dos. Tan solo venían a por mí. No los conocía, pero no tardé en averiguar sus intenciones.
Iban a secuestrarme. Me ataron y me metieron sin cuidado alguno en el maletero de su coche. Lo último que vi antes de que cerraran la tapa fue a mi madre, inconsciente y boca abajo en su destrozado coche, y con gotas de sangre cayéndole de la cabeza.
Intenté resistirme con todas mis fuerzas, pero no fui capaz. Ya con el maletero cerrado sentí el motor del coche arrancando y éste en movimiento, alejándonos del lugar. Por la fuerza que tenían aquellos hombres, estaba claro que no eran muy humanos. No hacía falta ser demasiado perspicaz para deducir adónde me llevaban.
Parecía que al fin iba a conocerlo. Alec Dewell, representante máximo del Trío de la Muerte, una de las bandas de vampiros más mortíferas jamás existentes. El responsable de que mi vida se hubiera ido al traste. El hombre que asesinó a mi mejor amiga.
No había preocupación, en absoluto. Tan sólo nos dejábamos llevar por el deseo, la pasión. Dios, amaba tanto a esa chica... No hacía ni tres días que la conocía y estaba convencido de que pasaría lo que me quedara de vida junto a ella. Pero en el momento en que abrí los ojos y vi que no estaba allí, mi corazón se paró en seco, casi de manera literal.
Busqué por todas partes, pero lo único que quedaba de ella era aquel embriagador olor procedente de su cuerpo, impregnando las sábanas de mi cama.
- Joder...-murmuré-.
Debí de dar docenas de vueltas por toda la casa, aunque sabía que no la encontraría allí, y posiblemente en ningún otro lugar. Volví a mi habitación, y me dejé caer en la cama, tumbado boca arriba.
Se había marchado. La mujer de mi vida me había abandonado. Mi mejor amiga estaba muerta y el responsable de aquello jamás pagaría. ¿Cómo podía haber sido tan idiota?
No había ni rastro de ella, era como si nunca hubiera existido. Si al menos hubiera dejado alguna carta, o algo...
Pero no lo había hecho. Siendo como era uno de los vampiros más poderosos y antiguos de todos los conocidos, jamás la encontraría si ella no quería. Y ella nunca querría.
Y sin ella, jamás podría hacer justicia. Pero no podía permitirlo, alguien tenía que pagar. Apenas pensé lo que iba a hacer. Era algo atrevido y fuera de lo común, sobre todo en un chico tan tranquilo de normal como yo. Pero aun así fui al armario de la habitación de mi madre, cogí lo necesario y me largué.
Sólo necesité un par de horas para juntar en un mismo sitio a los segundos responsables de mis desgracias. Los tres chicos que gastaron aquella broma a Marley.
Pongamos por caso que arremetí contra uno de ellos y le quité el móvil, y con él envié ciertos mensajes a los otros dos. ¿El lugar? Una especie de fábrica abandonada a las afueras del pueblo.
Era un sitio oscuro ya de por sí, y por la poca iluminación que había fuera (entre otras cosas porque ya estaba anocheciendo), apenas se veía nada.
Cuando aquellos dos chicos entraron, estaban convencidos de que su amigo les estaría gastando una broma.
- Lucas, tío-dijo uno de los dos-.¿Qué es esto? Te juro que como sea otra de tus bromitas, te voy a...
- ¡Mmm...!
Pero Lucas no podía hablar demasiado, lógico si tenemos en cuenta que estaba amordazado a una de las vigas que sujetaban el edificio.
- ¿Pero qué...?-dijo el otro-.
Menuda fue su sorpresa al darse cuenta de que la puerta por la que habían entrado no funcionaba en ambos sentidos.
- Me pregunto si alguna vez...-empecé hablar, revelando mi presencia-...habías imaginado que acabaríais en un lugar así.
- ¿Sam?-preguntó el primero que había hablado-. ¿Qué esta pasando aquí? ¿Por qué le has hecho eso a Lucas? ¿Y qué es eso que tienes en la mano?
- ¡Ah!¿Te refieres a esto?-dije mientras levantaba la mano derecha-.
- ¡Joder, tío es una pistola!-dijo el otro chico-.
- Venga ya, tío. Esto no tiene gracia. Seguro que ni siquiera está...
Pronto comprobaron que sí lo estaba. Hicieron amago de correr, pero no lo hicieron.
- Moveos un sólo paso más y dispararé a vuestro amigo.
- Pero, no lo entiendo, Sam...-dijo el segundo chico-. ¿Qué es lo que quieres?
- ¿No es obvio?-dije, mientras me acercaba más a Lucas-. Quiero que paguéis por la muerte de Marley.
- Tío, de verdad, sentimos mucho lo que le pasó a Marley, y aquella broma que le hicimos... Pero nosotros no la matamos.
- Puede que no directamente, pero gracias a vosotros está muerta.
- Eso no es...
- Por supuesto que es cierto, ¡joder!-grité, cargando el arma-.
Los chicos se asustaron de verdad.
- Si no le hubierais gastado aquella broma, habríamos estado juntos aquella noche y no le hubiera pasado nada. Estaría a mi lado, ¡y no a metro y medio bajo tierra!
- No vas a disparar, Sam-dijo uno de ellos-. Por muy mal que nos llevemos te conozco desde primaria y sé que no serías capaz...
- ¿Por qué no?¿Qué más me da? Mi padre desapareció hace años, mi mejor amiga acaba de morir asesinada y apenas veo a mi madre. No tengo nada que perder, y es la única forma.
- Por favor, tío, no hagas nada de lo que luego puedas arrepentirte-dijo Lucas, que había conseguido quitarse la mordaza-.
- ¿Y tú dónde has estado todo este rato?¿Es que no me has escuchado?¡Alguien tiene que pagar!Y os garantizo que al menos uno de vosotros lo hará.
- Venga ya, este no eres tú, Sam-dijo el otro-. ¿Por qué no te tranquilizas un poco y...?
-¡Dejad de decirme lo que puedo y no puedo hacer!¡Yo soy el que tiene el arma, y por tanto soy yo el que manda! ¡Soy yo el que...!
- ¡Policía, arriba las manos!-gritó una mujer-.
Tampoco es que hubiera muchos policías en aquel pueblo, ¿pero quien fue justo el primero en entrar por aquella puerta? Bueno, mejor dicho, la primera. La jefa del Departamento de Policía de Falkenhom, la comisaria. Mi madre.
Jamás podría describir su rostro en el instante en que me vio. Y yo tampoco sabía cómo reaccionar. Ninguno de los dos teníamos demasiadas opciones. No dijo ni una palabra en los minutos que transcurrieron entre que descubrió lo que había hecho su único hijo hasta que ya estábamos dentro del coche de policía, a medio camino de la comisaría.
- ¡¡¿Pero cómo COÑO se te ha ocurrido hacer algo así?!!¿En qué estabas pensando?
- En mi mejor amiga, Marley. No sé si te has dado cuenta, pero la han asesinado. Tal vez no hayas reparado en eso con tantos papeleos y tanta historia en la oficina.
- ¿Por qué eres tan cruel conmigo, Sam?¡Te recuerdo que soy tu madre!
- No. Una madre hubiera estado al lado de su hijo cuando su padre se marchó. Hubiera estado a su lado al menos en el día en que enterró a su mejor amiga. Hubiera estado a su lado en algunos de los momentos en los que realmente la necesitaba. Pero tú no lo estabas, en ninguno de esos momentos. Tú tan solo me pariste. Es lo único que has hecho bien como madre.
Me arrepentí en el instante en que terminé la última frase, pero no iba a disculparme en medio de la discusión. Mi madre no supo ni qué contestar en los siguientes segundos. Vi algunas lágrimas resbalar por sus mejillas.
Paró el coche en el arcén de la carretera.
- No...tienes ni idea. No sabes la presión a la que he estado sometida estos últimos años.
- Puede que no lo sepa, pero eso no te excusa, en absoluto. Podrías haber pasado más tiempo conmigo. Podrías habérmelo contado, y haberlo solucionado juntos.
- Eras sólo un crío. Jamás te hubiera pedido que...
- Papá lo hubiera hecho, estoy seguro.
- Te he dicho mil veces que no lo nombres. Tu padre... estaba enfermo. Desaparecía durante meses y cuando volvía decía que cazaba demonios y vampiros...
- ¿Nunca te has parado a pensar que tal vez no estuviera loco?¿Que lo que contaba fuera verdad?
- Por dios, Sam. No empieces.
- No quieres que hable de mi padre, ¿por qué?¿Por el gran hombre que fue?¿Por lo que nos quería?¿O porque al contrario que tú supo quererme?
Lo que ocurrió en el instante en que acabé aquella frase nos dejó sin habla a los dos. Me abofeteó.
Ni siquiera me lo pensé.
- Dios, Sam...-dijo, ya sollozando, mientras yo salía del coche y corría, alejándome de él-. Lo siento, hijo. Por favor...
Estaba a sólo unos metros de allí cuando sucedió. Otro coche embistió al de mi madre y lo empujó fuera de la carretera, provocando que éste diera dos vueltas de campana.
- Joder...-dije, mientras corría de vuelta a donde estaba el coche-. ¡Mamá!¡Mamá!¡Por favor, que alguien...!
Pero los que salieron del coche no iban a ayudarnos, a ninguno de los dos. Tan solo venían a por mí. No los conocía, pero no tardé en averiguar sus intenciones.
Iban a secuestrarme. Me ataron y me metieron sin cuidado alguno en el maletero de su coche. Lo último que vi antes de que cerraran la tapa fue a mi madre, inconsciente y boca abajo en su destrozado coche, y con gotas de sangre cayéndole de la cabeza.
Intenté resistirme con todas mis fuerzas, pero no fui capaz. Ya con el maletero cerrado sentí el motor del coche arrancando y éste en movimiento, alejándonos del lugar. Por la fuerza que tenían aquellos hombres, estaba claro que no eran muy humanos. No hacía falta ser demasiado perspicaz para deducir adónde me llevaban.
Parecía que al fin iba a conocerlo. Alec Dewell, representante máximo del Trío de la Muerte, una de las bandas de vampiros más mortíferas jamás existentes. El responsable de que mi vida se hubiera ido al traste. El hombre que asesinó a mi mejor amiga.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)