lunes, 21 de octubre de 2013

Diario de un superviviente español (VIII)

Lunes, 5 de mayo de 2014

Querido diario:

Anoche volví a soñar. Pero esta fue la primera vez que no era una pesadilla, sino un sueño de los viejos tiempos: Alejandro, Alba y yo en nuestro perfecto viaje a la ciudad que nunca duerme: Nueva York, en abril de 2011. Allí, en la misma Times Square, nos encontramos con Lea Michele y Dianna Agron, de Glee, que accedieron a hacerse una foto con nosotros tras demostrarles nuestra devoción por la serie.

Como todos los lunes desde el día en que la perdí, esta mañana me he levantado bastante pronto para ir a visitar la lápida de Alba a las dunas de la playa del Saler, en el mismo rincón donde ella me lo pidió.

Por supuesto, no la enterré sino que hice exactamente lo que ella me dijo: incinerarla. Aunque no tuve valor de verla consumirse ante mis propios ojos, esperé el tiempo necesario y luego situé allí mismo un cartel hecho con madera:

Alba López Palmer. 12/10/1986-29/1/2014. Amada hija, novia y amiga. La mejor de las personas. Descansa en paz.

Evidentemente no es lo mejor para alguien con mi estabilidad mental hablar con alguien que ya no existe, pero al menos de momento es algo que necesito hacer para sentirme bien conmigo mismo. Le he estado contando algunas cosas de la semana y lo rápido que está creciendo Klaus, que debe estar superando el año y medio al menos.

Por mi propio bien sé que no debo entretenerme mucho, así que al poco rato tras derramar unos pocos litros de lágrimas he vuelto a “casa” y me he preparado para mi ya clásica transmisión de radio diaria a las doce del mediodía. Es entonces cuando ha ocurrido algo realmente asombroso.

“¿Marcos?...Zzzzz.....¿Me oyes?....Zzzzz....Soy....Zzzzz.....Estamos en....Zzzz”.

Era la voz de una mujer, pero se entrecortaba y no llegaba a dar ninguna información importante.

Me quedé petrificado, pues llevaba meses tratando de aceptar que moriría sin volver a escuchar una voz humana. Una de una persona real.

Como es natural en mi situación, al principio pensé que lo habría imaginado, como tantas otras cosas. Pero parecía tan real...

Emití mi mensaje de siempre y pasé la tarde tratando de olvidarlo, de no pensar en ello. Elegí los tres libros publicados de “Los Legados de Lorien”, que leí a la luz de varias velas bajo una de esas típicas tormentas primaverales del litoral valenciano y con Klaus echándose una buena siesta en su cama.

sábado, 12 de octubre de 2013

Diario de un superviviente español (VII)

Aprovecharé esta entrada para autofelicitarme por mi vigesimoprimer cumpleaños hoy, 12 de octubre de 2013. ¡Espero que estéis disfrutando con mi historia! :)

Sábado, 3 de mayo de 2014

Querido diario:

Hoy he estado hojeando algunos de los álbumes de fotos. Es lo primero que salvé cuando tuvimos que abandonar nuestro hogar en Madrid.

Los viajes al pasado pueden ser muy peligrosos, sobre todo para alguien con una personalidad tan melancólica como la mía. Por eso, me tengo prohibido acercarme a ellos más de una vez a la semana.

Pasaba las páginas de uno de ellos con delicadeza, para no estropearlo. Había fotos desde poco después de que aquella familia me acogiera en su casa, hasta poco antes del incidente de Madrid.

Sonreí, recordando una foto en la segunda página. Se trataba del noveno cumpleaños de Marina, la hija del matrimonio que me “adoptó”, sólo un par de meses después de que llegara yo. En la foto salía ella soplando las velas, su padre y su madre detrás sonriendo y yo a un lado.

Todavía hoy me resulta increíble cuando lo pienso. Ocho años. Tenían una hija de ocho años y aceptaron que un desconocido se quedase con ellos de manera indefinida. Jamás podría compensarles lo que hicieron por mí, ni agradecérselo lo suficiente. Y probablemente nunca lo haga.

Fui a buscarlos en el día del incidente, pero su casa estaba vacía. No conseguí encontrarlos. Quizás si me hubiera esforzado más... Pero tenía que aceptarlo. En el fondo, sabía desde hacía meses que ambos habrían acabado como el resto de la población de la ciudad, del país, del mundo... Muertos. Vagando eternamente de un lugar a otro en busca de algo de carne para satisfacer esa desesperada necesidad.

Igual que Marina. Ella...No estaba en Madrid cuando el incidente, sino de viaje en Vancouver, tras cogerse una especie de año sabático antes de empezar la universidad.

Nunca supe nada de ella. Y pensé mucho en ir a buscarla, era como una hermana para mí. Mi mejor amiga. Pero Alba terminó convenciéndome de que, por mucho que nos importara Marina a los dos...Estaba a miles de kilómetros, prácticamente en la otra punta del mundo y habría sido una locura hacerlo.

Claro que ahora Alba ya no está y yo...Yo me estoy volviendo loco. No sé, tal vez algún día, cuando me haya cansado de todo esto...
  • Miau...-me interrumpe Klaus-.
Miro hacia abajo y veo a un gato paseándose entre mis piernas.
  • Vaya, Klaus, lo siento-digo al tiempo que recuerdo que se me ha olvidado ponerle comida-.
Voy hacia lo que en un futuro no muy lejano y en un mundo distinto del de hoy habría sido una cocina y alimento a mi querido compañero felino, que me agradece la cena ronroneando.

Volví durante unos minutos más al álbum, hasta encontrarme con aquella foto. Mi favorita, sin duda alguna.

Nuestro primer beso. Curiosamente, Alejandro inmortalizó aquel momento. Me había estado siguiendo toda la noche para asegurarse de que la cita iba bien. Y tanto que lo fue. El instante en el que supe que ella sentía lo mismo, fue posiblemente...El más feliz de mi vida.

Meto a Klaus en su pequeña jaula-cama y apago las velas sobre el escritorio. Me dejo caer sobre el colchón en el que llevo durmiendo desde hace meses y trato de conciliar el sueño, lo que consigo en pocos minutos.

martes, 8 de octubre de 2013

Diario de un superviviente español (VI)

Viernes, 2 de mayo de 2014

En efecto, perdí a mi familia en aquellos atentados. Un simple despiste me llevó a perderlos de vista. Saqué mis auriculares para escuchar algo de música hasta que llegara el siguiente tren. Deberían haber sido un par de minutos, pero el tren no llegaba.

Entonces oí un fuerte estruendo. Miré a mi alrededor y me di cuenta de que todo el mundo salía corriendo por las escaleras, en dirección a la superficie. Corrí con todas mis fuerzas hasta llegar a la calle.

Era un auténtico caos. Gritos, pitidos de ambulancias, gente herida por todas partes... Vi lo que había sucedido en la pantalla de televisión de un bar.

  • Joder...-me dije, desesperado-.

Estaba confuso, no sabía qué hacer. Corrí a buscarlos, me movía entre la muchedumbre tratando de encontrarlos...hasta que finalmente lo hice.

Fue tan de golpe que ni siquiera supe cómo reaccionar. Recuerdo que un policía se acercó y me preguntó si estaba bien, justo antes de que todo a mi alrededor empezar a dar vueltas a más y más velocidad. Sentí que perdía el equilibrio, mi vista se nublaba...y entonces me desmayé.

Desperté varias horas después en el hospital, aunque parte de mí desearía no haberlo hecho jamás.

Había perdido a mi familia. Para siempre. Mi padre, mi madre y mi hermano...Todos estaban muertos y, sin embargo, yo seguía vivo. Yo debía haber estado en ese tren, con ellos. Y fue entonces cuando empecé a hacerme la pregunta: ¿por qué? ¿Por qué yo? ¿Es que acaso merecía vivir más que ellos?

Esa pregunta me persiguió y me ha perseguido por mucho, sobre todo en los últimos meses. He visto morir a tanta gente, tantos seres queridos... Pero todavía hoy, después de toda esta mierda de apocalipsis yo sigo aquí, vivito y coleando.

En fin, probablemente querréis saber qué pasó después. Era mayor de edad, así que preferí apañármelas por mí solo que buscar parientes más o menos lejanos. Fue uno de los peores errores de mi vida.

Siempre he tenido bastante fuerza de voluntad, pero en cierto día la culpabilidad venció y empecé a verlas como la única salida. Al principio eran solo unas pocas, pero cada vez  más. Antes de que pudiera darme cuenta, había dejado el instituto y me había convertido en un drogadicto en toda regla.

Transcurridos unos meses, la dueña de una pizzería me encontró tirado en su puerta trasera y decidió llevarme consigo. Podría decirse que me adoptaron, pues ella y su familia, su marido y su hija terminaron aceptándome como uno más.

Les pregunté muchas veces acerca de su confianza en mí y en que era una buena persona a pesar de las apariencias, y siempre me contestaban lo mismo: “lo sabíamos desde el principio, sabíamos que eras una buena persona y que tan solo necesitabas un pequeño empujón para salir adelante”.

Viví con ellos unos cuatro años, hasta que me vi capaz de empezar una nueva vida. Por supuesto, procuré ganar algo de dinero y ellos me dieron la oportunidad, en la misma pizzería donde me habían encontrado.

Era un día cualquiera, aquel en el que la mujer que me había rescatado me presentó a la nueva chica que trabajaría allí por unos meses para ayudar a pagarse la universidad. Una chica de pelo oscuro, ojos marrones y una mirada que me enamoró al instante. Alba.

Soy el número cuatro

Soy el número cuatro
Me encanta esta peli :)