miércoles, 17 de abril de 2013

Falkenhom (XVI)

No eran ni las seis de la mañana cuando me planté en la estación de trenes de Falkenhom para comprar un billete de vuelta a Estocolmo. Ni siquiera me había molestado en recoger mis cosas de la habitación en el edificio del bar. Cogí mi billete y subí al primer tren que pasó, dispuesta a alejarme todo lo posible de Sam, y de todo lo que había sucedido en los últimos días.

Entré en uno de los compartimentos y cerré las cortinas por si acaso me dormía y acababa saliendo el sol.
Me dejé caer sobre uno de los asientos. No habrían pasado ni dos minutos cuando oí aquella voz a mi derecha.

- Disculpe, señorita, ¿está libre este asiento?

Me giré.

- Jamie...
- ¿Está o no está libre?
- Sí, lo está. ¿Qué es lo que quieres? Te advierto que ya he tomado una decisión, y no conseguirás que...
- Es igual-dijo mientras se sentaba a mi lado-. No vengo a convencerte de nada, sino para hablar contigo. Dime...¿tan mal fue anoche? Porque si es así, entiendo que...
- Fue la mejor noche de mi vida, Jamie.
-¿Entonces por qué te vas, Kyla?
- ¡Ja!¿No es obvio? Falkenhom fue un error desde el principio, debí haberme largado de aquí en el momento en que empecé a sentirme atraída por Sam.
- Pero no lo hiciste.
- No, no lo hice. Y ahora su mejor amiga está muerta, y su vida corre peligro. Maté a su padre, Jamie, por dios...Tú no lo entiendes, no puedo volver. Jamás lo haré.
- Oh, desde luego que lo entiendo. Estás huyendo.
- Lo hago por Sam, es lo mejor para él.
- No, no lo es. No es bueno para nadie. Escucha-dijo mientras se acercaba más a mí-. No estás huyendo porque la vida de Sam corra peligro, puesto que le has plantado cara a Alec docenas de veces. Pero tampoco estás huyendo porque creas que representas un peligro para Sam, por lo que pasó el otro día. ¿Quieres saber de lo que creo que estás huyendo realmente?
- Jamie...
- Estás huyendo de la felicidad.

Hubo unos segundos de silencio antes de que siguiera hablando.

- Estás huyendo de tu única oportunidad para ser verdaderamente feliz porque...porque no crees merecerlo. Pero te diré una cosa, Kyla Evelyn McCarthy: mereces ser feliz. Eres una persona llena de bondad y generosidad, leal hasta la médula...
- Calla, vas a conseguir que me sonroje...

Rió.

- Hablo en serio, Kyla. Has luchado mucho durante todos estos años, y sin duda mereces algo como lo que hay entre Sam y tú. Y por si acaso no te ha quedado lo suficientemente claro, he traído algo para enseñarte.

Buscó en el bolsillo derecho de su pantalón, y sacó una especie de papel. Parecía una foto.

- Estaba esperando al momento adecuado para enseñártela, pero algo me dice que es este. Toma, cógela.

La tomé entre mis manos. Efectivamente, era una foto y en ella se veía a una chica de pelo castaño y ojos marrones de unos quince o dieciséis años desde mi punto de vista, soplando las velas de una tarta de cumpleaños junto con una mujer y un hombre que supuse sus padres.

- ¿No te suena de nada?
- No. ¿Tendría que hacerlo?
- ¿Y si te digo que su juguete favorito cuando era pequeña era un conejo?

Mi sangre se heló en cuanto llegué a la conclusión.

- ¿Es...?
- Efectivamente. Natalie Reedy. Nació en Toronto, aunque ahora vive con sus tíos en Ottawa. Tenía siete años la noche en que los tres asaltamos aquel apartamento. Al parecer, cumplió quince el mes pasado.
- ¿De dónde la has sacado?
- Internet, creo que es algo que llaman...facebook, o twitter, o algo así.
- Vaya....No...No sé qué decir.
- Pues entonces deja que te cuente lo que esa tal Natalie ha escrito en su blog.
- ¿Su...qué?
- Un...Una especie de sitio en Internet donde la gente escribe cosas. Y en su cabecera...
-¿Su qué?
- ¿Quieres dejarme terminar?
- Vale, perdona.Es que necesito actualizarme mucho con respecto a este siglo.
- Pues escribió lo siguiente: "Dedico todas y cada una de las entradas de este blog a la chica que me salvó, hace ya casi ocho años. No sé quién eres, ni siquiera sé tu nombre. Pero quiero que sepas que te estaré eternamente agradecida por salvarme la vida aquella noche. Me encantaría poder conocerte algún día".

No pude evitar que se me escaparan unas pocas lágrimas.

- ¿Qué?¿Qué te parece?
- Me parece...-dije, secándome algunas de esas lágrimas con la manga del jersey que llevaba puesto-. Me parece que tengo mucha suerte de que seas mi amigo.

Le abracé, con tanta fuerza como pude. Cuando pasados un par de minutos nos separamos, él habló de nuevo.

- ¿Entonces ves ahora la razón por la que creo deberías quedarte, y volver con Sam?
- Sí, la veo-dije, sonriendo-. Tienes razón, es que yo...Estaba asustada, ¿sabes? Jamás había sentido nada igual y tenía miedo de cómo pudiera afectarme.
- Lo sé, el miedo a lo desconocido nos afecta a todos. Incluso a los vampiros.

Pasamos unos segundos sin decir nada hasta que él habló.

- Entonces, ¿qué me dices? ¿Nos bajamos de este tren antes de que arranque?

Asentí, y ambos bajamos de allí justo a tiempo. Corrimos por el pueblo, yo la primera, en dirección a la casa de Sam.

Íbamos de camino cuando vimos una ambulancia pasar a toda velocidad a sólo unos metros de nosotros. No tardaríamos mucho en averiguar el por qué. El coche de la madre de Sam, boca abajo y totalmente destrozado. Lo reconocía porque lo había visto en la puerta de su casa.

Me acerqué allí corriendo, seguida muy de cerca por Jamie.

- ¿Qué ha pasado?-pregunté-.

Los ambulancieros la tenían inmovilizada en una camilla y se preparaban para meterla en la ambulancia. Tenía cortes por todas partes, y a duras penas se mantenía consciente.

- Ha tenido un accidente-dijo uno de ellos-. La llevamos al hospital. No sé preocupe, señorita, sea quien sea le aseguro que estará en buenas manos...
- No...-dijo la madre de Sam-. No ha sido un accidente. Me embistieron y...y me sacaron de la carretera. Se lo han llevado, Kyla. Mi hijo...Sam...

Estaba muy mal. Cada frase parecía costarle un esfuerzo sobrehumano. Mientras pensaba en algo, Jamie se adelantó.

- Creo que yo podría arreglar esto. Hace unos meses aprendí una técnica de curación relacionada con los vampiros que...
- ¿Perdona?-dijo uno de los ambulancieros-.
- Esto...nada, nada. Sólo decía que soy muy buen médico y podría ayudarla.

Tras aquello, se dirigió a mí, en voz más baja.

- Creo que podré curarla con parte de mi sangre. La sangre de vampiro tiene una función regenerativa.
- ¿Incluso en los humanos?
- Sobre todo en los humanos. Tardaría unos minutos en hacer efecto, pero podría curarse mucho más rápido que si se la llevan al hospital.
- ¿Entonces qué hacemos?
- Yo me encargo de la madre, y tú de buscar a tu chico. Nos reuniremos lo antes posible.
- De acuerdo, me parece una buena idea. ¿Pero cómo sabremos dónde encontrarnos?
- Tú no te preocupes, me las apañaré para encontrarte. Ya lo hice una vez, ¿no?
- Cierto-dije, con una sonrisa muy disimulada-.

Así que me marché. Dejé a Jamie a cargo de la madre de Sam y me dirigí corriendo al lugar donde pensaba que Alec se lo habría llevado. El hostal abandonado donde lo había encontrado la mañana siguiente a que matara a Marley.

Entré echando abajo la puerta de una patada, aunque tal vez debería haber sido más discreta.

Un buen golpe en la cabeza hizo que me cayera al suelo y se me nublara un poco la vista. Pero aún así, pude reconocer ante mis ojos al ser más malvado que jamás hubiera conocido. Antaño uno de mis mejores amigos. Alec. Con desdén y otra de sus miradas burlonas, me habló.

- Se acabó el plazo, rubia.

domingo, 14 de abril de 2013

Green Day: Oh Love

Para este domingo me he decidido por una canción del ya conocido por aquí grupo estadounidense Green Day, concretamente del primero de los más recientes álbumes que salieron a la venta a finales del pasado año: "¡Uno!". La elegida: "Oh Love".

Espero como siempre que tengáis una buena semana, que os guste la canción y por supuesto que estéis disfrutando con mi actual historia, "Falkenhom".


jueves, 11 de abril de 2013

Falkenhom (XV)

Cuando desperté, lo recordaba todo a la perfección. El dulce sabor de sus labios, sus preciosos ojos, de una extraña aunque llamativa mezcla entre verde y marrón. En cuestión de segundos, me hizo el hombre más feliz sobre la faz de la Tierra. Todos y cada uno de los vellos de mi piel se erizaron en cuanto toqué la suya.

No había preocupación, en absoluto. Tan sólo nos dejábamos llevar por el deseo, la pasión. Dios, amaba tanto a esa chica... No hacía ni tres días que la conocía y estaba convencido de que pasaría lo que me quedara de vida junto a ella. Pero en el momento en que abrí los ojos y vi que no estaba allí, mi corazón se paró en seco, casi de manera literal.

Busqué por todas partes, pero lo único que quedaba de ella era aquel embriagador olor procedente de su cuerpo, impregnando las sábanas de mi cama.

- Joder...-murmuré-.

Debí de dar docenas de vueltas por toda la casa, aunque sabía que no la encontraría allí, y posiblemente en ningún otro lugar. Volví a mi habitación, y me dejé caer en la cama, tumbado boca arriba.

Se había marchado. La mujer de mi vida me había abandonado. Mi mejor amiga estaba muerta y el responsable de aquello jamás pagaría. ¿Cómo podía haber sido tan idiota?

No había ni rastro de ella, era como si nunca hubiera existido. Si al menos hubiera dejado alguna carta, o algo...

Pero no lo había hecho. Siendo como era uno de los vampiros más poderosos y antiguos de todos los conocidos, jamás la encontraría si ella no quería. Y ella nunca querría.

Y sin ella, jamás podría hacer justicia. Pero no podía permitirlo, alguien tenía que pagar. Apenas pensé lo que iba a hacer. Era algo atrevido y fuera de lo común, sobre todo en un chico tan tranquilo de normal como yo. Pero aun así fui al armario de la habitación de mi madre, cogí lo necesario y me largué.

Sólo necesité un par de horas para juntar en un mismo sitio a los segundos responsables de mis desgracias. Los tres chicos que gastaron aquella broma a Marley.

Pongamos por caso que arremetí contra uno de ellos y le quité el móvil, y con él envié ciertos mensajes a los otros dos. ¿El lugar? Una especie de fábrica abandonada a las afueras del pueblo.

Era un sitio oscuro ya de por sí, y por la poca iluminación que había fuera (entre otras cosas porque ya estaba anocheciendo), apenas se veía nada.

Cuando aquellos dos chicos entraron, estaban convencidos de que su amigo les estaría gastando una broma.

- Lucas, tío-dijo uno de los dos-.¿Qué es esto? Te juro que como sea otra de tus bromitas, te voy a...
- ¡Mmm...!

Pero Lucas no podía hablar demasiado, lógico si tenemos en cuenta que estaba amordazado a una de las vigas que sujetaban el edificio.

- ¿Pero qué...?-dijo el otro-.

Menuda fue su sorpresa al darse cuenta de que la puerta por la que habían entrado no funcionaba en ambos sentidos.

- Me pregunto si alguna vez...-empecé hablar, revelando mi presencia-...habías imaginado que acabaríais en un lugar así.
- ¿Sam?-preguntó el primero que había hablado-. ¿Qué esta pasando aquí? ¿Por qué le has hecho eso a Lucas? ¿Y qué es eso que tienes en la mano?
- ¡Ah!¿Te refieres a esto?-dije mientras levantaba la mano derecha-.
- ¡Joder, tío es una pistola!-dijo el otro chico-.
- Venga ya, tío. Esto no tiene gracia. Seguro que ni siquiera está...

Pronto comprobaron que sí lo estaba. Hicieron amago de correr, pero no lo hicieron.

- Moveos un sólo paso más y dispararé  a vuestro amigo.
- Pero, no lo entiendo, Sam...-dijo el segundo chico-. ¿Qué es lo que quieres?
- ¿No es obvio?-dije, mientras me acercaba más a Lucas-. Quiero que paguéis por la muerte de Marley.
- Tío, de verdad, sentimos mucho lo que le pasó a Marley, y aquella broma que le hicimos... Pero nosotros no la matamos.
- Puede que no directamente, pero gracias a vosotros está muerta.
- Eso no es...
- Por supuesto que es cierto, ¡joder!-grité, cargando el arma-.

Los chicos se asustaron de verdad.

- Si no le hubierais gastado aquella broma, habríamos estado juntos aquella noche y no le hubiera pasado nada. Estaría a mi lado, ¡y no a metro y medio bajo tierra!
- No vas a disparar, Sam-dijo uno de ellos-. Por muy mal que nos llevemos te conozco desde primaria y sé que no serías capaz...
- ¿Por qué no?¿Qué más me da? Mi padre desapareció hace años, mi mejor amiga acaba de morir asesinada y apenas veo a mi madre. No tengo nada que perder, y es la única forma.
- Por favor, tío, no hagas nada de lo que luego puedas arrepentirte-dijo Lucas, que había conseguido quitarse la mordaza-.
- ¿Y tú dónde has estado todo este rato?¿Es que no me has escuchado?¡Alguien tiene que pagar!Y os garantizo que al menos uno de vosotros lo hará.
- Venga ya, este no eres tú, Sam-dijo el otro-. ¿Por qué no te tranquilizas un poco y...?
-¡Dejad de decirme lo que puedo y no puedo hacer!¡Yo soy el que tiene el arma, y por tanto soy yo el que manda! ¡Soy yo el que...!
- ¡Policía, arriba las manos!-gritó una mujer-.

Tampoco es que hubiera muchos policías en aquel pueblo, ¿pero quien fue justo el primero en entrar por aquella puerta? Bueno, mejor dicho, la primera. La jefa del Departamento de Policía de Falkenhom, la comisaria. Mi madre.

Jamás podría describir su rostro en el instante en que me vio. Y yo tampoco sabía cómo reaccionar. Ninguno de los dos teníamos demasiadas opciones. No dijo ni una palabra en los minutos que transcurrieron entre que descubrió lo que había hecho su único hijo hasta que ya estábamos dentro del coche de policía, a medio camino de la comisaría.

- ¡¡¿Pero cómo COÑO  se te ha ocurrido hacer algo así?!!¿En qué estabas pensando?
- En mi mejor amiga, Marley. No sé si te has dado cuenta, pero la han asesinado. Tal vez no hayas reparado en eso con tantos papeleos y tanta historia en la oficina.
- ¿Por qué eres tan cruel conmigo, Sam?¡Te recuerdo que soy tu madre!
- No. Una madre hubiera estado al lado de su hijo cuando su padre se marchó. Hubiera estado a su lado al menos en el día en que enterró a su mejor amiga. Hubiera estado a su lado en algunos de los momentos en los que realmente la necesitaba. Pero tú no lo estabas, en ninguno de esos momentos. Tú tan solo me pariste. Es lo único que has hecho bien como madre.

Me arrepentí en el instante en que terminé la última frase, pero no iba a disculparme en medio de la discusión. Mi madre no supo ni qué contestar en los siguientes segundos. Vi algunas lágrimas resbalar por sus mejillas.

 Paró el coche en el arcén de la carretera.

- No...tienes ni idea. No sabes la presión a la que he estado sometida estos últimos años.
- Puede que no lo sepa, pero eso no te excusa, en absoluto. Podrías haber pasado más tiempo conmigo. Podrías habérmelo contado, y haberlo solucionado juntos.
- Eras sólo un crío. Jamás te hubiera pedido que...
- Papá lo hubiera hecho, estoy seguro.
- Te he dicho mil veces que no lo nombres. Tu padre... estaba enfermo. Desaparecía durante meses y cuando volvía decía que cazaba demonios y vampiros...
- ¿Nunca te has parado a pensar que tal vez no estuviera loco?¿Que lo que contaba fuera verdad?
- Por dios, Sam. No empieces.
- No quieres que hable de mi padre, ¿por qué?¿Por el gran hombre que fue?¿Por lo que nos quería?¿O porque al contrario que tú supo quererme?

Lo que ocurrió en el instante en que acabé aquella frase nos dejó sin habla a los dos. Me abofeteó.
Ni siquiera me lo pensé.

- Dios, Sam...-dijo, ya sollozando, mientras yo salía del coche y corría, alejándome de él-. Lo siento, hijo. Por favor...

Estaba a sólo unos metros de allí cuando sucedió. Otro coche embistió al de mi madre y lo empujó fuera de la carretera, provocando que éste diera dos vueltas de campana.

- Joder...-dije, mientras corría de vuelta a donde estaba el coche-. ¡Mamá!¡Mamá!¡Por favor, que alguien...!

Pero los que salieron del coche no iban a ayudarnos, a ninguno de los dos. Tan solo venían a por mí. No los conocía, pero no tardé en averiguar sus intenciones.

Iban a secuestrarme. Me ataron y me metieron sin cuidado alguno en el maletero de su coche. Lo último que vi antes de que cerraran la tapa fue a mi madre, inconsciente y boca abajo en su destrozado coche, y con gotas de sangre cayéndole de la cabeza.

Intenté resistirme con todas mis fuerzas, pero no fui capaz. Ya con el maletero cerrado sentí el motor del coche arrancando y éste en movimiento, alejándonos del lugar. Por la fuerza que tenían aquellos hombres, estaba claro que no eran muy humanos. No hacía falta ser demasiado perspicaz para deducir adónde me llevaban.

Parecía que al fin iba a conocerlo. Alec Dewell, representante máximo del Trío de la Muerte, una de las bandas de vampiros más mortíferas jamás existentes. El responsable de que mi vida se hubiera ido al traste. El hombre que asesinó a mi mejor amiga.

domingo, 7 de abril de 2013

Katy Perry: Part of me

Como ya sabréis los que entréis en el blog con cierta regularidad, últimamente lo he tenido un poco abandonado y ya he empezado a aplicar algunos cambios. El primero de ellos fue empezar a repetir cantantes en los domingos musicales, tales como hoy, que tenemos como protagonista a la cantante estadounidense Katy Perry con su "Part of me".Espero como siempre que os guste y que tengáis una buena semana.

También espero que os esté gustando "Falkenhom", a la que quedan de tres a cinco entradas como máximo para el final (aunque sé exactamente todo lo que va a pasar en lo que queda de historia, todavía no la tengo del todo estructurada).


jueves, 4 de abril de 2013

Falkenhom (XIV)

- Menos mal que has aparecido-dijo-. Empezaba a pensar que...te habías marchado.
- ¿Y estás realmente seguro de que no es lo mejor?-le pregunté-. Escucha, Sam. Te he hecho mucho daño, y aunque a decir verdad haría lo imposible porque me perdonaras...
- Te perdono.

Me quedé de piedra, sin saber cómo reaccionar. Él lo hizo por mí.

- Créeme, Kyla. He reflexionado mucho sobre ti, sobre nosotros-dijo mientras se acercaba más a mí y me tomaba de las manos-y...

Escuchaba con atención lo que decía. Si mi corazón hubiera latido en aquel momento, lo habría hecho a toda velocidad.

- Quiero que estemos juntos. Tú eres mi esperanza, mi motivo para luchar. Yo te...Te quiero-dijo, mirándome con esos ojos tan profundos-.
- No me malinterpretes. Quiero decir, llevo horas deseando por encima de todo que me perdonaras, para poder quedarme contigo, y tengo miedo de meter la pata con esta pregunta pero...¿por qué?
- Fue por algo que dijiste, Kyla. No mataste a Marley, pero tampoco a mi padre. Eras... Eras otra persona cuando lo hiciste, y ni siquiera tenías modo alguno de detenerte... Pero arriesgaste tu propia vida para vencer a esa otra persona, y llegar a ser la que eres ahora. Creo en ti, Kyla. Y creo en nosotros.
- No tienes ni idea de lo feliz que me haces...-le dije, acercando mis labios a los suyos-.
- Además...-dijo, apartándose un poco para decir una última frase-. Marley me habría matado si te hubiera dejado marchar.

Sonreí, y ambos nos acercamos. Volví a sentir aquello: una felicidad extrema, la sensación de ser la persona más afortunada del mundo por encontrarme en aquel lugar, en aquel momento, y con aquella persona. Sam.

- Si quieres-me dijo- podemos ir a mi casa.
- Um...Así que me estás invitando a tu casa. Esto...es una cita, ¿verdad?
- No sé cómo lo llamaríais hace cien años, pero sí. Así es como lo hacemos en el siglo veintiuno.

Reí de nuevo, y anduvimos juntos hasta su casa.

- Te ofrecería algo-dijo, cuando ya estábamos dentro-, pero algo me dice que lo vas a rechazar.
- Sí, es otra desventaja de ser como soy. Hace décadas que olvidé el sabor de toda comida o bebida.

Sonrió, y yo con él. Nos sentamos juntos en el sillón del comedor.

- Lamento tener que interrumpirnos, Kyla, pero antes que nada me gustaría dejarlo bien claro-dijo, pasando a estar totalmente serio-.

Esperé su respuesta con un corto silencio.

- No pienso dejarlo escapar.
- ¿A quién?
- Alec. Sé que fue él quien mató a Marley. De vosotros tres, siempre fue el más cruel, ¿verdad?

No tenía ni idea de qué contestar, aunque sabía que era cierto.

- ¿Cómo lo has sabido?-le pregunté-.
- Digamos que...he repasado mis investigaciones sobre vuestro trío. Y además...te vi con Jamie en el claro de las afueras, y por cómo lo abrazaste...Supe que él no habría sido capaz de hacerlo.
- Sam...
- No espero que te guste, pero tienes que entender que asesinó a la persona a la que más quería en el mundo, y que debe pagar por ello. Haré que pague.
- Sam, por favor... No lo hagas. Ya te lo he dicho, si te acercas a él... Te matará, y procurará que sufras todo lo posible. No quiero perderte.
- Y no lo harás. No si me ayudas.
- No...no creo que pueda. Lo siento.
- No creas que no lo entiendo, que no comprendo tu situación. Fue tu mejor amigo durante mucho tiempo, pero aún así...
- No, Sam. No te ofendas, pero estoy segura de que no lo entiendes. Para mí, Alec fue mucho más que un amigo. Fue...-dije, dejándome llevar de nuevo por la emoción y dejando escapar algunas lagrimillas involuntarias-. Fue como un hermano. Mi familia. Me protegió y cuidó de mí desde el momento en que nos conocimos, y fue muy bueno conmigo. Pedirme que te ayude a matarlo es como si yo... como si yo te hubiera pedido que me hubieras ayudado a matar a Marley.
- ¿Cómo coño te atreves a hacer semejante comparación?-se levantó, gritando y muy enfadado-. ¡La asesinó! ¡Mató a mi mejor amiga, joder! ¿Y ahora te pones de su parte?
- Yo...-dije, mientras pensaba en algo. Me había quedado completamente en blanco-.
- Mira, ¿sabes qué? Creo que será mejor dejarlo para otro día, hoy no estoy de humor.
- No, por favor.

Él me miró.

- Por favor, deja que me quede. Tienes razón, me he equivocado al decir lo que he dicho, y lo siento. Mañana por la mañana  te ayudaré con lo de Alec. Pero de momento... preocupémonos sólo de esta noche, ¿te parece?

Dije aquello porque sabía que era lo que quería oír, a pesar de que en el fondo lo veía también en sus ojos. Él sabía que le estaba mintiendo, pero no quería admitirlo. Prefería ignorarlo y pasar una noche conmigo, e intentar convencerme más tarde.

- Muy bien-dijo-. Me parece una buena idea.

Pasaron unos angustiosos segundos hasta que volvió a hablar.

- ¿Te apetece...? No sé, ¿que veamos la tele?
- ¿El qué?
- La televisión.
- Oh, claro.

Así que encendió aquel aparato, mientras los dos nos acomodábamos en el sofá. Resultaba increíble cuánto había avanzado la tecnología en los apenas cien años que llevaba siendo vampiro.

- ¡Mira!-dijo, con mucho entusiasmo-. Están haciendo Cómo conocí a vuestra madre. ¿Quieres que lo veamos?
- Vale, aunque nunca había oído hablar de ello...o ella. ¿Qué es, una serie?
- ¿Una serie? ¡No! Es LA serie. Es lo mejor que han retransmitido jamás por televisión.
- Y...¿de qué va?
- Pues verás, trata de un arquitecto neoyorquino de unos 52 años que, en el año 2030, decide contar a sus dos hijos la historia de cómo conoció a su madre, empezando en el año 2005.
- Suena interesante.
- ¡Y muy divertida! Sobre todo cuando conoces a los personajes: Ted, Marshall, Lilly, Barney y Robin.

Así, siguió hablándome de todos los personajes y gags de la serie. Y lo hacía muy emocionado mientras yo, interesada, le escuchaba.

- "Comen bocadillos", "tocan la gaita", y hasta tienen conversaciones telepáticas... Además, tiene una gran profundidad emocional, más que cualquier otra comedia que se haya hecho nunca. Estoy seguro de que te gustaría.

Al final nos perdimos la serie, pues aunque para nada se me hizo largo me estuvo hablando de ella y de un montón de anécdotas relacionadas con ella y algunas con Marley. Mientras lo hacía, me fijé en sus ojos. Tan profundos y tan expresivos... Su rostro, su sonrisa... Aunque lo intenté con todas mis fuerzas, no pude resistirme más.

- Y lo mejor de todo es que harán una novena temporada. ¡Tendremos otro año de...!

No le dejé ni terminar la frase. Me lancé sobre él sin darle tiempo a reaccionar, aunque tampoco le hizo falta. Dejándonos llevar por aquel sentimiento, ambos nos fundimos en un dulce y apasionado beso. Aprovechó los pocos instantes que paró a respirar para hablar.

- Tal vez deberíamos... Quiero decir, podríamos...
- Ni lo dudes.

Nos fuimos a su habitación. No pude evitar sonreír de manera exagerada, sabiendo que estaba a punto de vivir la experiencia más increíble y maravillosa hasta la fecha.

Nos besamos de nuevo, y nos miramos a los ojos. Momentos después, fuimos uno.

A la mañana siguiente, cuando él despertó, yo ya me había marchado.

Soy el número cuatro

Soy el número cuatro
Me encanta esta peli :)