martes, 20 de noviembre de 2012

Falkenhom (VIII)

- Qué coño haces aquí.
- Vaya, he de admitir que no me esperaba una frase de bienvenida de esa clase. ¿Qué te he hecho yo para que te muestres tan enfadada conmigo?
- No lo sé, tal vez... ¿convertirme en un monstruo? ¿Obligarme a elegir entre vuestra amistad y la humanidad? ¿Dejarme de lado y arrebatarme lo único que tenía sentido en mi vida?
- Venga ya, no te pongas tan melodramática...
- No tienes ningún derecho a irrumpir así en mi vida después de todo lo que me hiciste. ¿Cómo me has encontrado?
- Bueno, tal vez tenga algo que ver con el vínculo que une a un vampiro con aquel que lo apadrinó.

Para los que no estéis muy puestos en cuanto a léxico vampírico, todo vampiro ha sido convertido por otro de ellos, y ese otro sería el padrino. En mi caso, Alec sería no sólo mi padrino, sino también el de Jamie.

- ¿Qué quieres decir?-pregunté, pues no tenía ni idea de qué tenía eso que ver con que me hubiera encontrado-.
- Todo vampiro es capaz de saber siempre, dónde se encuentran aquellos a los que él convirtió.
- Pues en ese caso has tardado bastante en encontrarme.
- Qué va. Supe dónde estabas en todo momento, simplemente decidí darte... algo de espacio.
- Y ahora has vuelto. Y me pregunto para qué.
- Seguro que ya lo sabes, Kyla. Siempre fuiste muy lista. Piensa un poco y lo verás.

Y lo hice, tras lo cual pronuncié una única y sencilla palabra.

- No.
- ¿Estás segura de que sabes a qué me refiero, Kyla? Porque creo que sería una opción razonable ahora que tú...
- No voy a volver, Alec, ya no soy como tú. Hace tiempo que dejé de serlo.
- Está bien, Kyla. Lo entiendo. Entiendo que creas que te irá mejor en un sitio lleno de simpáticos e indefensos pueblerinos, pero no es así. Te necesito de vuelta.
- ¿"Necesito"? ¿Y qué hay de Jamie?
- El imbécil de Jamie se fue a los pocos días de que lo hicieras tú, aunque aquello no me afectó demasiado ya que su presencia tan sólo nos hubiera... entorpecido.
- Lo siento, Alec. Pero ya no soy una asesina. Si me disculpas, tengo que cerrar el bar. Así que haz el favor de largarte.
- Está bien, pero déjame hacerte una pregunta antes. ¿Es así como realmente nos ves, como asesinos? Yo me identificaría más bien como uno de esos depredadores del reino animal. Con apariencia e inteligencia humanas, pero seguimos teniendo ese instinto que nos mueve para alimentarnos. ¿Considerarías criminal a un león por cazar una gacela que necesita para poder sobrevivir?
- Hasta donde yo sé, un león no tortura a una gacela hasta la muerte y mucho menos disfruta haciéndolo. Sí, yo diría que asesino es la palabra perfecta. Te lo diré una última vez, Alec: no estoy interesada en nada que tenga que ver contigo. Te quiero fuera de mi vida, desde ahora mismo. Así que largo de aquí. Ya.
- Muy bien, pero estaré cerca por si cambias de opinión. Nunca se sabe, tal vez encuentre alguna forma de...persuadirte.

Me volví para advertirle de que no tocara a ninguno de mis conocidos, pero ya no estaba ahí. Faltarían unas cuatro horas para el amanecer, por lo que decidí salir a dar un pequeño paseo antes de irme a dormir.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Falkenhom (VII)

Falkenhom.

Antes de llegar allí, pasé por muchos otros sitios. Ciudades del centro de Estados Unidos, Sudamérica, Australia, las montañas del sur de Europa...  Buscaba sitios que no tuvieran mucha población y/o el menor número de horas de luz posibles. En todos los sitios donde viví (o intenté vivir), acabé recayendo. La tentación era siempre tan fuerte... Aquella era mi naturaleza, cada parte de mí deseaba lanzarse tras el primer cuello que viera.

Y lo hice, muchas veces. Costó no pocas vidas darme cuenta de que no podría vivir en ninguno de esos lugares. ¿En qué se diferenciaba Falkenhom? Bueno, era un pueblo con pocos habitantes y horas de luz como todos los demás, pero al mismo tiempo era distinto. No me preguntéis qué, porque aún a día de hoy no lo sé. Pero algo en ese pueblo me llamó la atención, hizo que tuviera un buen presentimiento lo suficientemente convincente como para pensar que podría terminar siendo mi hogar de manera indefinida, o al menos más allá de unas pocas semanas.

Cuando llegué a aquel aislado y en apariencia apacible pueblo sueco, tenía casi controlada mi sed de sangre humana. Llevaba cerca de seis meses sin dañar a nadie y esperaba permanecer en esa línea el mayor tiempo posible. Era muy difícil, tanto como le resulta a un drogadicto permanecer sin su droga, resistirse a probar la sangre humana. Así que procuré habituarme a la sangre de ciertos animales.

No es nada fácil deshacerse de esa dependencia, pero al contrario de lo que podríais pensar no es algo con lo que un vampiro "nazca". En su naturaleza, un vampiro que sea convertido y abandonado a su suerte no suele desarrollar esa necesidad, esa obsesión por la sangre humana, salvo que en su vida anterior ya realizara actos similares (asesinos, psicópatas y demás).

Pero si desde el mismo instante en que es convertido un vampiro tiene a alguien que le guía por ese camino, se transforma en pocos días en una auténtica máquina de matar. Ese es mi caso.

Fui convertida por Alec, quien convirtió a Jamie en una batalla en Europa de cara al final de la primera guerra mundial. Desconozco quién convirtió a Alec, pero estoy segura de que no era una muy buena persona antes de sufrir la transformación.

Me desperté con el sonido de las sirenas de policía todavía rondando en mi cabeza, la noche en que había visto por última vez a mis dos mejores amigos.

Las cosas habían cambiado mucho desde entonces. Era totalmente independiente y estaba a punto de comenzar una nueva vida. Si no llegaba tarde a mi turno de trabajo, claro.

Me levanté sobre las siete de la tarde, en gran parte recuperada del largo viaje aunque también cansada a causa del sueño que había tenido. Me duché y busqué algo de nueva ropa en mi pequeña maleta. No tenía mucha, sólo la suficiente como para no llamar demasiado la atención.

Entonces me entró sed. Comprobé mis reservas y me di cuenta de que no me quedaban demasiadas bolsas. Vacié una de ellas casi de un trago. Sangre de ciervo. No era tan apetecible como la humana, pero tampoco estaba mal. Terminado el tentempié mi rostro vampírico volvió a ser humano.

Mientras me lavaba los dientes y me enjuagaba la boca, pensé en que pronto tendría que salir de cacería. Con lo que tenía, no aguantaría más de cinco o seis días.

En cuanto estuve preparada, me aseguré de que mi habitación estuviera bien ordenada y salí de ella, en dirección a la escalera. Abajo, ya me estaban esperando.

- Y no te olvides de enseñarle...-oí la voz del hombre que había conocido horas atrás, hablando con una chica un par de años menor que yo-.

En cuanto me oyó, paró de hablar y se giró.

- ¡Vaya! Ya está despierta. ¿Ha dormido bien?
- Sí, gracias. Hacía tiempo que no dormía así.
- Me alegro de oírlo. Si no le importa, pasemos a las presentaciones. Marley-dijo, girándose hacia la chica-, ella es Kyla. Kyla, ella es Marley, mi hija.

Me acerqué hacia ella para saludarle.

- Marley te enseñará cómo funciona todo por aquí lo mejor que pueda, para que puedas empezar a trabajar.
- Muchas gracias, señor.

Así que aquella chica era la encargada de "introducirme" allí. En primer lugar, me enseñó el recinto en todo su esplendor. El edificio no tenía más que dos pisos: el primero para el bar y el segundo para unas pocas habitaciones. Respecto a este, me contó que aunque en aquella época iba menos gente en el bar siempre había alguien. Me habló de las normas del lugar y me enseñó a hacer algunas de las bebidas y comidas que se servían allí. En un momento dado me llegó el sonido de una canción.

- Perdona, será sólo un momento-dijo mientras cogía el móvil que tenía en el bolsillo. Permaneció unos instantes con la mirada fija en la pantalla y sonrió-.
- Vaya, pareces muy contenta. ¿Es un mensaje?-pregunté, más que nada por hablar un poco-.
- Sí. Es de Sam, mi mejor amigo-dijo mientras me enseñaba una foto de ella abrazada a un chico-. Quería saber si me iba bien.
- Parece majo-opiné-.
- Y lo es, mucho. Podría presentártelo, si quieres. Seguro que le caerás bien.

Así que aquello era lo que mi subconsciente, en el fondo, quería. Hacer amigos. Se suponía que tenía que pasar desapercibida ya que cuanta más gente conociera, más gente estaría en peligro.

- No, es igual. No hace falta...
- Por supuesto que sí. Mi padre me matará si cerramos el bar tan pronto, pero podría hacerlo mañana.
- Vale, hagamos un trato. Accedo a que me presentes al chico a cambio de un favor.
- ¿Cuál?
- Ve con él.
- ¿Qué? No, no puedo...
- Oh, claro que puedes. ¿Confías en mí, verdad?
- Claro, pero...
- Entonces créeme cuando te digo que he entendido a la perfección todo lo que me has dicho acerca de este sitio. Yo me encargaré de llevarlo esta noche.
- ¿Qué? ¿Estás segura? Es que es bastante trabajo y...
- Ve tranquila, estaré bien. No te preocupes.
-¡Te debo una!-dijo mientras se preparaba para marcharse-.
- De eso ni hablar.

Pero ya se había ido cuando dije aquella última frase. Empecé a pensar en la chica. En la época en la que yo me crié, uno de los tantos motivos por los que se me criticaba era por no haberme relacionado nunca con los de mi mismo sexo (más que nada, por que no las encontraba demasiado interesantes). Sin embargo, algo en mí había cambiado.

Quisiera o no creerlo, daba la impresión de que aquella chica quería no sólo ser mi amiga, sino presentarme a medio pueblo. Al principio me mostraba reticente, pero con unos pocos minutos de reflexión empecé a verlo todo desde otro punto de vista.

Tal vez aquello fuera lo que realmente quería. Tal vez con el tiempo pudiera llegar a tener una vida normal sin necesidad de aislarme del mundo. Llevaba mucho tiempo sin causar ningún daño, y puede que incluso pudiera acabar contándole la verdad a alguien en quien confiara lo suficiente. Puede que, después de todo, pudiera merecer algo similar. Quizás y sólo quizás, pudiera dar un primer paso para pagar mi gran deuda con la humanidad.

Pensaba en todo esto mientras me hacía cargo del bar. Aquella noche apenas aparecieron unas pocas personas. Llegada la hora del cierre, me disponía a hacerlo cuando oí una voz detrás de mí. Una voz que conocía desde hacía tiempo.

- Hola, Kyla. Cuánto tiempo. ¿Qué tal te va?

Me giré, aunque sabía perfectamente quién era. Alec.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Britney Spears: Everytime

Para este domingo me he decidido por Britney Spears y su canción "Everytime".

Espero que os guste y que tengáis una buena semana.


viernes, 9 de noviembre de 2012

Falkenhom (VI)

Seattle (EE.UU), marzo de 2006

- Vamos, y recuerda avisar a los vecinos para que llamen a la policía.

Levanté al niño para que pudiera salir por la ventana y me agaché para tomar entre mis brazos a aquel bebé.  Apenas habrían pasado unos segundos cuando oí su voz.

- Vaya, vaya, vaya.

Me giré. Alec.

- Así que este es el motivo de nuestros últimos fracasos. Mis peores sospechas se han confirmado.
- Vosotros no lo entendéis, yo...
- No te molestes en defenderte. Llevas meses cargándote nuestros planes, y aunque al principio quería negarlo... Oh, vamos, Kyla. ¿Cómo has podido caer tan bajo? Volverte como uno de ellos. Tenía grandes propósitos contigo, grandes esperanzas. De Jamie todavía me lo hubiera esperado, pero de ti...
- ¡Oye!-dijo, Jamie, indignado-.
- Cierra el pico, pedazo de inútil. Nadie te ha dado la palabra.
- Por lo menos tendré derecho a...
- ¡Tú no tienes derecho a nada! Lo perdiste el día en que nos metiste de lleno en aquella emboscada tras desobedecer las órdenes de nuestro comandante. Si estamos hoy aquí y en esta situación es por tu culpa.
- Ya te he dicho un montón de veces que lo siento, yo...
- Eso no importa. Lo que importa es lo que somos, lo que sois y por qué lo sois. YO os creé, a ambos. Y por ello exijo un mínimo de lealtad. ¿Acaso es mucho pedir?
- Yo...-dije-. Yo nunca os he traicionado, sigo siendo vuestra amiga. Sólo me han devuelto el alma, pero sigo siendo la misma Kyla de siempre.
- De acuerdo, entonces... demuéstralo. Demuestra que mereces seguir perteneciendo al Trío.

Miré al bebé. Estaba dormido, ni siquiera había abierto los ojos todavía.

- Vamos, ¿a qué estás esperando? Pártele el cuello y déjalo seco.

Levanté la mirada hacia Alec y Jamie, para luego desviarla de nuevo hacia el bebé. Aquellos eran mis dos mejores amigos, las únicas personas en las que había confiado a lo largo de toda mi vida. No quería perderlos, pero no podía sucumbir a la tentación de nuevo, con todo lo que me había costado... No podía arriesgarme.

- Jamie, ¿tú no tienes nada que decir?-le pregunté,pero ni siquiera se atrevió a abrir la boca.-.

Desvié la mirada una última vez antes de hacerlo.

- Muy bien. Entonces, adiós.

Y salté por la ventana. Bajé rápidamente por la escalerilla de incendios, pudiendo comprobar que la policía ya había llegado. Dejé el bebé a la vista de uno de los agentes y huí.

Abandoné la ciudad aquella misma noche, aunque todavía no tenía un destino en mente. Por primera vez desde hacía casi un siglo, estaba sola.

Soy el número cuatro

Soy el número cuatro
Me encanta esta peli :)