miércoles, 5 de febrero de 2014

Diario de un superviviente español (IX)

Martes, 6 de mayo 


Querido diario:


Hoy ha sucedido lo impensable. Estaba sentado tranquilamente, haciendo unos pasatiempos cuando lo oí. O mejor dicho, los oí. Me asomé por la ventana y observé de lejos un autobús y un pequeño camión militar, en la carretera de entrada a Valencia. Corrí a buscar mi lanzabengalas, me asomé de nuevo y la disparé.


Aunque al principio tenía algo de miedo de que no me vieran, ambos vehículos se detuvieron a los pocos instantes.


Recogí todo lo más rápido que pude: mi “bolsa de los recuerdos”, algunos suministros y a Klaus y me dispuse a salir del edificio. Sin embargo, no fue tan fácil como yo pensaba.


Estaba ya en la puerta cuando la duda me invadió. Eché un vistazo a aquel destartalado lugar. Aunque pareciera una tontería, había sido mi hogar desde hacía casi diez meses. Claro que también era el lugar donde había perdido a Alba. En aquel mismo colchón donde dormía a diario, entre mis propios brazos, sucumbió ante aquella enfermedad.


Poco después de instalarnos aquí, ambos decidimos que sería una buena idea escribir cada uno una carta para el otro, por si nos sucedía algo a alguno de los dos. A día de hoy, todavía no he tenido valor de leer la suya.


Comprobé que la llevaba encima y dejamos atrás aquel lugar.


Hice el camino rápidamente y llegué a donde estaba el autobús en poco más de quince minutos.


  • Hola, me llamo Elena. Tú eres...Marcos, ¿verdad?-me preguntó una chica con el pelo largo, castaño y rizado,  ojos de un color azul grisáceo-.
  • Sí, así es...como me llamo-le contesté-.
  • ¿Ya estáis todos?-dijo, con una sonrisa muy discreta mirando hacia donde estaba Klaus-. ¿No hay nadie más?
  • No-respondí, tajantemente-. Hace tiempo que no.
  • De acuerdo. Entonces sube, y te presentaré a algunos amigos.

Así que subí a aquel autobús. Aunque en cierto modo me lo esperaba, me sorprendió ver a tanta gente junta. La chica que me había hablado hizo las presentaciones.

- Chicos-dijo-. Este es Marcos.
- Encantado, Marcos. Soy Miguel-me saludó un hombre que rozaría los cuarenta años, sentado en el volante-.
- Hola, Marcos. Soy María.

En cuanto me giré hacia ella, noté que aquella chica, con el pelo largo y oscuro recogido en una cinta y de unos veintipocos años era ciega.

Fui avanzando hasta el final del autobús y conforme lo iba haciendo conocí a unas cuantas personas más: Pablo, un hombre de unos cuarenta años, Raquel, una chica que acabaría de pasar de la mayoría de edad...

- Marcos, una cosa. Antes de irnos, ya que hemos venido habíamos pensado en coger algunas provisiones. ¿Sabes si hay algún sitio donde podamos encontrar medicinas, o alimentos?
- Medicinas no, se agotaron hace mucho. Pero sí que hay un supermercado aquí cerca, en la entrada de la ciudad. Uno de esos "Consum". De ahí es de donde me he estado trayendo la comida en los últimos meses.
- Genial. Entonces enviaremos allí un pequeño grupo. María, avisa a Sergio y a los demás del convoy y echad un vistazo en ese Consum. Traed todo lo que podais.
- Hecho-dijo la tal María-.

Dicho esto, se bajó del autobús.

- Bueno...Marcos-me dijo Elena-. Me alegro mucho de haberte podido encontrar. Ya verás, en dos horas como mucho podrás conocer al resto de la familia.
- ¿El resto?- me sorprendí-. ¿Es que sois más de los que he conocido?
- Pues sí...-dijo, sonriendo-. Unos cuantos. Pero no te preocupes, esta misma noche haremos una ronda de buenas presentaciones, para que los conozcas bien a todos.

No podía creerlo. Había pasado en sólo unos minutos de estar solo a estar acompañado por más de media docena de personas. Y eso sin contar todas aquellas que todavía no había conocido.

- Sin embargo, tenemos tiempo hasta que María y los demás vuelvan así que...podrías contarme algo. Ya sabes, de tu historia. 

Debió de percibir la tristeza en mi interior.

- Si quieres, claro. No pretendo forzarte, ni mucho menos.
- No, es igual. Puedo contártela si quieres, pero preferiría esperar...
- A conocerme un poco más. No hay problema, si alguna vez te apetece, dímelo. Si no, no pasa nada.
- Gracias por entenderlo...
- Elena.
- Lo siento, es que entre mi mala memoria y lo nervioso que estoy...

La chica rió y me abrazó. No me lo esperaba y reaccioné de manera un poco lenta. Aun así, le devolví el abrazo.

- No hace ninguna falta que lo estés, Marcos. Ahora estás entre amigos. Todo será distinto, ya verás.

Y en aquel momento, por primera vez en mucho tiempo, me relajé de verdad.

Soy el número cuatro

Soy el número cuatro
Me encanta esta peli :)