miércoles, 18 de septiembre de 2013

Diario de un superviviente español (IV)

Martes, 29 de abril de 2014

“Mi nombre es Marcos García Sotillo. Me encuentro guarecido en unos edificios situados en la entrada de la ciudad de Valencia, cercanos a la antigua estación de metro “Empalme”. Por favor, si estás escuchando esto respóndeme. No estás solo”.

Repito el mismo mensaje todos los días, a las doce en punto de la mañana durante algunos minutos con la esperanza de que alguien conteste. Llevo meses haciéndolo y hasta hoy, sigo sin recibir respuesta alguna. ¿Significará esto que estoy solo? Y si fuera así, ¿hasta qué punto?

Habría que tener en cuenta que las señales de radio tienen un cierto límite en alcance, aunque no lo conozco con exactitud.

Llevo meses aquí encerrado y lo más probable es que sea el único superviviente en varios kilómetros a la redonda. Si hubiera alguien más, creo que nos habríamos encontrado hace ya tiempo.

Hoy, aunque no tenía demasiadas ganas, he salido a por algunas provisiones. Algo de comida (la cual es cada vez más escasa y menos comestible, pues la mayoría está ya caducada) y de agua. Incluso he decidido pasarme por una librería más o menos cercana para llevarme algunos libros.

Y a vuestra siguiente pregunta os responderé que no. No me da ningún miedo aventurarme más allá de unos metros de distancia de mi actual hogar. El entretenimiento, las distracciones en general son lo único que me separan del escaso deseo de vivir. Sin contar a Klaus, por supuesto. Esa bola peluda que ahora mismo ronronea sobre mi regazo es en realidad la única razón por la que no me rindo. La única razón por la que aún no he subido a la azotea de este edificio y he saltado desde ella. La razón de que, en medio de mi situación actual y tras más de tres meses sin contactar con nadie, todavía conserve algo de esperanza.

Durante el camino, aunque lógicamente intento evitarlo he pasado cerca de algunos de esos monstruos. Quizás demasiado cerca. Y no he podido evitar fijarme en uno de ellos de manera particular.

Era un niño. No pasaría de los cinco años. Compartía un cadáver de lo que parecía una mujer junto con unos cuantos de los suyos. Aunque a estas alturas estoy muy acostumbrado a ellos, no he podido evitar una sensación de inquietud al contemplar su vacía mirada. Se ha girado hacia mí y me ha observado fijamente durante unos instantes, con ojos fríos y oscuros. Al contrario de lo que pudiera parecer, los zombies no son tontos y como ya tenía comida en ese momento ni se ha molestado en prestarme más atención. Ha vuelto sin más a su aperitivo matutino, ignorando mi presencia.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Soy el número cuatro

Soy el número cuatro
Me encanta esta peli :)