viernes, 10 de mayo de 2013

Falkenhom (XVII)

- Alec...-le dije, a medida que iba recuperando la vista-. ¿Dónde está...?
- ¿Quién?¿Tu novio? Oh, no te preocupes por él. Está bien...de momento.
- Por favor, Alec. Esto es sólo entre tú y yo, déjale que se vaya. Él no tiene nada que ver.
- ¡Venga ya! ¡Pero si no hace ni doce horas que te lo cepillaste! Por supuesto que tiene que ver. De hecho, es la clave de todo esto.
- ¿Qué...?-le pregunté, mientras me levantaba, con una mano en la cabeza a causa del dolor-. ¿Qué quieres decir?
- Kyla McCarthy. ¿Pero cómo puedes ser tan lista y tan ingenua al mismo tiempo?
- Sigo sin saber a qué te refieres.
- Dime, Kyla, todavía a estas alturas...¿No te has parado a pensar cómo has acabado aquí? De todos los chicos como él, de todos los pueblos de todos los países del mundo...Fuiste a dar con él. Tu...¿cómo diría?¿Alma gemela?

Me quedé pensativa.

- En efecto, Kyla. Si estás aquí es porque era lo que yo había planeado. Todos y cada uno de los hechos sucedidos desde el momento en que nos dejaste han ocurrido porque yo lo quería así.
- No te entiendo, Alec. ¿Qué es lo que pretendes? Ya te lo he advertido en repetidas ocasiones, pero lo volveré a hacer si hace falta. Escúchame bien cuando te digo que no volveré contigo, Alec. Jamás. Ni aunque mataras a todas las personas con las que me haya cruzado en los últimos años. Moriría antes que volver a mi antigua vida.
- Lo sé. Ya lo sabía desde hacía tiempo, y por eso he montado todo esto. Sígueme.
- Alec...
- Sígueme, o me veré obligado a tomar medidas extremas con tu chico.

Lo hice. No sabía dónde tenía a Sam, pero lo que sí sabía era que la única forma de encontrarlo, al menos de momento, era seguirle el juego a Alec. Me llevó hacia una trampilla oculta bajo una alfombra llena de polvo, tras lo que en otros tiempos debía de haber sido una barra de bar. La abrió.

- Las damas primero-me indicó-.

No se lo discutí. Bajé las escaleras. Unos veinte o veinticinco escalones y había llegado a una especie de sótano. Pero no había luz, y apenas veía nada.

A sólo unos metros de mí, escuché unos gemidos.

- ¡Sam!-grité, corriendo hacia donde había oído la voz-.
- ¡¿Qué le has hecho?!-le grité a Alec-.
- Nada en comparación con lo que haré si no sigues mis instrucciones. Apártate de él.

Besé a Sam, y dubitativa hice lo que Alec me había dicho.

-   No lo entiendo, Alec. ¿Qué es lo que quieres? Nada de esto tiene sentido.
-   Como si todavía no lo supieras, Kyla.
-  ¿Cuántas veces tendré que decírtelo? No pienso volver contigo, pase lo que pase.
-  ¿Estás segura?¿Pase lo que pase?

Se acercó a Sam. Le agarró un brazo y empezó a moverlo hacia arriba. Sin intención alguna de parar. Aunque parecía intentarlo con todas sus fuerzas, Sam no pudo evitar un fuerte gemido de dolor.

-  Esto es lo primero que haré. Le dislocaré a tu chico todas y cada una de sus extremidades, una por una.
-  ¡Hijo de...!-dije, al tiempo que me acercaba él-.
-   Ah, ah, ah. Yo de ti no haría eso. ¿Crees acaso que estamos solos? Me he traído unos dos o tres amiguitos de un pueblo por el que pasé en el camino hacia aquí...Knörncoping, Förnjopin, Linköping...o algo así.

Y era verdad. Salieron de la nada. En cuestión de segundos me vi rodeada por tres vampiros, todos ellos auténticos armarios de casi dos metros de altura.

-  Eres...Eres un monstruo-le dije-.
-  No, soy un amigo. Tu amigo. Y haré lo que haga falta para recuperarte.
-  ¿Por qué no entra en la cabeza de una vez, Alec? No eres mi amigo. Nunca lo has sido. He sido una tonta, una ingenua durante toda mi vida, pero ahora lo veo totalmente claro. Jamás fuiste mi amigo, ni siquiera antes de convertirnos en vampiros. Siempre hiciste lo imposible para hacer sentir a Jamie que no valía nada, que no llegaría a nada en la vida…Pero era infinitamente mejor que tú, mejor hombre y mejor persona  de lo que tú serás jamás. Él es mi ÚNICO amigo. Tú sólo eres un conocido suyo.

Aquellas palabras parecieron afectarle. Pero lejos de entristecerlo, lo enfurecieron todavía más.

-  Jamie no es más que un idiota, inútil y débil como él solo. Siempre lo ha sido y siempre lo será. Lo mataré en cuanto acabe con tu novio. Y entonces volverás conmigo, aunque tenga que ser a la fuerza.
-  Ya, como si te lo fuera a poner tan fácil.

Jamie. Apareció en aquel momento, junto a una mujer con una especie de ballesta. Disparó unas pocas flechas (de hecho, las justas) y mató a los tres vampiros contratados por Alec antes de que a ninguno nos diera tiempo a darnos cuenta. Tan solo quedó el polvo que dejamos los vampiros cuando morimos.

- ¿Mamá?-preguntó Sam, totalmente alucinado, aunque sabía perfectamente que aquella mujer era su madre-.
- Hola, hijo. Aguanta, enseguida te suelto. Pero antes...-dijo, apuntando hacia Alec-...antes quiero saber quién coño eres y qué es lo que tenías pensado hacer.

Parecía mentira. Acababa de tener el accidente más grave que había visto en mi vida, y apenas le quedaba una sola marca en el cuerpo. Jamie tenía razón respecto a su método.

- Vaya, vaya. Parece que mamá se une a la acción-dijo Alec-. Dime...¿qué piensas hacer con ese arma medieval tan chula?
- Atravesarte el corazón con una de estas flechas, tal y como he hecho con tus inútiles secuaces si no haces exactamente lo que yo te digo.
- ¿Y qué te hace pensar que estás en condiciones de amenazarme?
- No sé...tal vez, que soy yo la que tengo el arma y tú el listo que no nos ha visto llegar.
- Nadie...amenaza...a Alec Dewell-dijo mientras se acercaba más a la madre de Sam-.Y mucho menos una...

Una flecha salió disparada, directa hacia el corazón de Alec. Pero él fue más rápido. La atrapó con una mano, al vuelo.

- Uhm...Yo de ti no lo hubiera hecho.

Apenas nos dio tiempo a reaccionar. La madre de Sam recibió el impacto de la flecha. Por suerte, lo hizo cerca de un hombro.

- ¡Mamá!-gritó Sam, tratando por todos los medios de liberarse-.
- Estoy cansado de interrupciones. Señora madre, mantente apartada si sabes lo que te conviene.
- Es mi hijo-dijo levantándose-. Moriré antes de dejar que la hagas daño, maldito ca...

No le dio tiempo a decir más, Alec corrió hacia ella y le golpeó varias veces la cabeza contra el suelo, hasta dejarla inconsciente. De ella, empezaron a caer unas pequeñas gotas de sangre.

- ¡¡¡MAMÁAA!!!

Jamie trató de socorrer a la madre. Yo corrí hacia Alec y me dispuse a abalanzarme sobre él, pero me detuvo con aquellas palabras.

- ¡¡¡Ya está bien!!! Como te acerques un solo centímetro más le rajo el cuello a tu chico.
- Está bien, Alec. ¿Qué es lo que quieres que haga? Solucionémoslo de una vez. Terminemos con esto.
- Ah, lo que quiero que hagas...es muy sencillo. Verás-dijo mientras buscaba algo en uno de los bolsillos de la ropa que llevaba-.

Se sacó una especie de pistola.

- Tómala-me ordenó-.
- Pero...¿por qué?
- Tú hazlo, si quieres que te cuente la segunda parte del plan.

Lo hice. Tomé aquella pistola entre mis manos.

- Está bien, lo que tienes que hacer es disparar. Sólo hay una bala, y tendrás una única oportunidad. Tan solo tienes que decidir.
- No lo entiendo.
- Entre tu chico y yo. 
- Estarás de coña, ¿no? No pretenderás que...
- Oh, desde luego, Kyla. Eso es justamente lo que pretendo. En esa pistola hay una bala de madera, bien afilada. Disparada al corazón, mataría a cualquier humano o vampiro.
- No voy a hacerlo, pero incluso aunque me decidiera...si te matara a ti, yo también moriría.
- Ahí está la gracia.

Estuve unos segundos mirando a Alec y luego a Sam. Finalmente, volví a mirar al primero.

- No puedo hacerlo. No pienso hacerlo, porque de ser así podría acabar volviéndome como tú. No voy a matar a nadie, Alec. No sé si te has informado pero...hace tiempo que dejé de ser así.
- Creo que no lo has entendido, Kyla. Sólo uno de nosotros dos saldrá de aquí hoy con vida.Y tú vas a decidir quién. Decidirás de una vez por todas qué es lo que más te importa realmente, el amor...o tu propia vida.
- Estás loco, Alec, si piensas que voy a obedecerte...
- Oh, por dios.

Todo sucedió en menos de un segundo. Me arrebató la pistola y disparó a Jamie. A la altura del corazón. Éste se llevó las manos al pecho y puso los ojos en blanco. Alec se acercó a él y lo lanzó contra la pared más cercana, que atravesó como si fuera de papel. Después, un característico sonido me indicó que mi mejor amigo acababa de convertirse en polvo.

1 comentario:

  1. ¡Qué tensión! No tengo ni idea de cómo puede acabar esto pero te aseguro que tengo ganas de saberlo. ¡Enhorabuena!

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Soy el número cuatro

Soy el número cuatro
Me encanta esta peli :)