jueves, 11 de abril de 2013

Falkenhom (XV)

Cuando desperté, lo recordaba todo a la perfección. El dulce sabor de sus labios, sus preciosos ojos, de una extraña aunque llamativa mezcla entre verde y marrón. En cuestión de segundos, me hizo el hombre más feliz sobre la faz de la Tierra. Todos y cada uno de los vellos de mi piel se erizaron en cuanto toqué la suya.

No había preocupación, en absoluto. Tan sólo nos dejábamos llevar por el deseo, la pasión. Dios, amaba tanto a esa chica... No hacía ni tres días que la conocía y estaba convencido de que pasaría lo que me quedara de vida junto a ella. Pero en el momento en que abrí los ojos y vi que no estaba allí, mi corazón se paró en seco, casi de manera literal.

Busqué por todas partes, pero lo único que quedaba de ella era aquel embriagador olor procedente de su cuerpo, impregnando las sábanas de mi cama.

- Joder...-murmuré-.

Debí de dar docenas de vueltas por toda la casa, aunque sabía que no la encontraría allí, y posiblemente en ningún otro lugar. Volví a mi habitación, y me dejé caer en la cama, tumbado boca arriba.

Se había marchado. La mujer de mi vida me había abandonado. Mi mejor amiga estaba muerta y el responsable de aquello jamás pagaría. ¿Cómo podía haber sido tan idiota?

No había ni rastro de ella, era como si nunca hubiera existido. Si al menos hubiera dejado alguna carta, o algo...

Pero no lo había hecho. Siendo como era uno de los vampiros más poderosos y antiguos de todos los conocidos, jamás la encontraría si ella no quería. Y ella nunca querría.

Y sin ella, jamás podría hacer justicia. Pero no podía permitirlo, alguien tenía que pagar. Apenas pensé lo que iba a hacer. Era algo atrevido y fuera de lo común, sobre todo en un chico tan tranquilo de normal como yo. Pero aun así fui al armario de la habitación de mi madre, cogí lo necesario y me largué.

Sólo necesité un par de horas para juntar en un mismo sitio a los segundos responsables de mis desgracias. Los tres chicos que gastaron aquella broma a Marley.

Pongamos por caso que arremetí contra uno de ellos y le quité el móvil, y con él envié ciertos mensajes a los otros dos. ¿El lugar? Una especie de fábrica abandonada a las afueras del pueblo.

Era un sitio oscuro ya de por sí, y por la poca iluminación que había fuera (entre otras cosas porque ya estaba anocheciendo), apenas se veía nada.

Cuando aquellos dos chicos entraron, estaban convencidos de que su amigo les estaría gastando una broma.

- Lucas, tío-dijo uno de los dos-.¿Qué es esto? Te juro que como sea otra de tus bromitas, te voy a...
- ¡Mmm...!

Pero Lucas no podía hablar demasiado, lógico si tenemos en cuenta que estaba amordazado a una de las vigas que sujetaban el edificio.

- ¿Pero qué...?-dijo el otro-.

Menuda fue su sorpresa al darse cuenta de que la puerta por la que habían entrado no funcionaba en ambos sentidos.

- Me pregunto si alguna vez...-empecé hablar, revelando mi presencia-...habías imaginado que acabaríais en un lugar así.
- ¿Sam?-preguntó el primero que había hablado-. ¿Qué esta pasando aquí? ¿Por qué le has hecho eso a Lucas? ¿Y qué es eso que tienes en la mano?
- ¡Ah!¿Te refieres a esto?-dije mientras levantaba la mano derecha-.
- ¡Joder, tío es una pistola!-dijo el otro chico-.
- Venga ya, tío. Esto no tiene gracia. Seguro que ni siquiera está...

Pronto comprobaron que sí lo estaba. Hicieron amago de correr, pero no lo hicieron.

- Moveos un sólo paso más y dispararé  a vuestro amigo.
- Pero, no lo entiendo, Sam...-dijo el segundo chico-. ¿Qué es lo que quieres?
- ¿No es obvio?-dije, mientras me acercaba más a Lucas-. Quiero que paguéis por la muerte de Marley.
- Tío, de verdad, sentimos mucho lo que le pasó a Marley, y aquella broma que le hicimos... Pero nosotros no la matamos.
- Puede que no directamente, pero gracias a vosotros está muerta.
- Eso no es...
- Por supuesto que es cierto, ¡joder!-grité, cargando el arma-.

Los chicos se asustaron de verdad.

- Si no le hubierais gastado aquella broma, habríamos estado juntos aquella noche y no le hubiera pasado nada. Estaría a mi lado, ¡y no a metro y medio bajo tierra!
- No vas a disparar, Sam-dijo uno de ellos-. Por muy mal que nos llevemos te conozco desde primaria y sé que no serías capaz...
- ¿Por qué no?¿Qué más me da? Mi padre desapareció hace años, mi mejor amiga acaba de morir asesinada y apenas veo a mi madre. No tengo nada que perder, y es la única forma.
- Por favor, tío, no hagas nada de lo que luego puedas arrepentirte-dijo Lucas, que había conseguido quitarse la mordaza-.
- ¿Y tú dónde has estado todo este rato?¿Es que no me has escuchado?¡Alguien tiene que pagar!Y os garantizo que al menos uno de vosotros lo hará.
- Venga ya, este no eres tú, Sam-dijo el otro-. ¿Por qué no te tranquilizas un poco y...?
-¡Dejad de decirme lo que puedo y no puedo hacer!¡Yo soy el que tiene el arma, y por tanto soy yo el que manda! ¡Soy yo el que...!
- ¡Policía, arriba las manos!-gritó una mujer-.

Tampoco es que hubiera muchos policías en aquel pueblo, ¿pero quien fue justo el primero en entrar por aquella puerta? Bueno, mejor dicho, la primera. La jefa del Departamento de Policía de Falkenhom, la comisaria. Mi madre.

Jamás podría describir su rostro en el instante en que me vio. Y yo tampoco sabía cómo reaccionar. Ninguno de los dos teníamos demasiadas opciones. No dijo ni una palabra en los minutos que transcurrieron entre que descubrió lo que había hecho su único hijo hasta que ya estábamos dentro del coche de policía, a medio camino de la comisaría.

- ¡¡¿Pero cómo COÑO  se te ha ocurrido hacer algo así?!!¿En qué estabas pensando?
- En mi mejor amiga, Marley. No sé si te has dado cuenta, pero la han asesinado. Tal vez no hayas reparado en eso con tantos papeleos y tanta historia en la oficina.
- ¿Por qué eres tan cruel conmigo, Sam?¡Te recuerdo que soy tu madre!
- No. Una madre hubiera estado al lado de su hijo cuando su padre se marchó. Hubiera estado a su lado al menos en el día en que enterró a su mejor amiga. Hubiera estado a su lado en algunos de los momentos en los que realmente la necesitaba. Pero tú no lo estabas, en ninguno de esos momentos. Tú tan solo me pariste. Es lo único que has hecho bien como madre.

Me arrepentí en el instante en que terminé la última frase, pero no iba a disculparme en medio de la discusión. Mi madre no supo ni qué contestar en los siguientes segundos. Vi algunas lágrimas resbalar por sus mejillas.

 Paró el coche en el arcén de la carretera.

- No...tienes ni idea. No sabes la presión a la que he estado sometida estos últimos años.
- Puede que no lo sepa, pero eso no te excusa, en absoluto. Podrías haber pasado más tiempo conmigo. Podrías habérmelo contado, y haberlo solucionado juntos.
- Eras sólo un crío. Jamás te hubiera pedido que...
- Papá lo hubiera hecho, estoy seguro.
- Te he dicho mil veces que no lo nombres. Tu padre... estaba enfermo. Desaparecía durante meses y cuando volvía decía que cazaba demonios y vampiros...
- ¿Nunca te has parado a pensar que tal vez no estuviera loco?¿Que lo que contaba fuera verdad?
- Por dios, Sam. No empieces.
- No quieres que hable de mi padre, ¿por qué?¿Por el gran hombre que fue?¿Por lo que nos quería?¿O porque al contrario que tú supo quererme?

Lo que ocurrió en el instante en que acabé aquella frase nos dejó sin habla a los dos. Me abofeteó.
Ni siquiera me lo pensé.

- Dios, Sam...-dijo, ya sollozando, mientras yo salía del coche y corría, alejándome de él-. Lo siento, hijo. Por favor...

Estaba a sólo unos metros de allí cuando sucedió. Otro coche embistió al de mi madre y lo empujó fuera de la carretera, provocando que éste diera dos vueltas de campana.

- Joder...-dije, mientras corría de vuelta a donde estaba el coche-. ¡Mamá!¡Mamá!¡Por favor, que alguien...!

Pero los que salieron del coche no iban a ayudarnos, a ninguno de los dos. Tan solo venían a por mí. No los conocía, pero no tardé en averiguar sus intenciones.

Iban a secuestrarme. Me ataron y me metieron sin cuidado alguno en el maletero de su coche. Lo último que vi antes de que cerraran la tapa fue a mi madre, inconsciente y boca abajo en su destrozado coche, y con gotas de sangre cayéndole de la cabeza.

Intenté resistirme con todas mis fuerzas, pero no fui capaz. Ya con el maletero cerrado sentí el motor del coche arrancando y éste en movimiento, alejándonos del lugar. Por la fuerza que tenían aquellos hombres, estaba claro que no eran muy humanos. No hacía falta ser demasiado perspicaz para deducir adónde me llevaban.

Parecía que al fin iba a conocerlo. Alec Dewell, representante máximo del Trío de la Muerte, una de las bandas de vampiros más mortíferas jamás existentes. El responsable de que mi vida se hubiera ido al traste. El hombre que asesinó a mi mejor amiga.

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Soy el número cuatro

Soy el número cuatro
Me encanta esta peli :)