miércoles, 17 de abril de 2013

Falkenhom (XVI)

No eran ni las seis de la mañana cuando me planté en la estación de trenes de Falkenhom para comprar un billete de vuelta a Estocolmo. Ni siquiera me había molestado en recoger mis cosas de la habitación en el edificio del bar. Cogí mi billete y subí al primer tren que pasó, dispuesta a alejarme todo lo posible de Sam, y de todo lo que había sucedido en los últimos días.

Entré en uno de los compartimentos y cerré las cortinas por si acaso me dormía y acababa saliendo el sol.
Me dejé caer sobre uno de los asientos. No habrían pasado ni dos minutos cuando oí aquella voz a mi derecha.

- Disculpe, señorita, ¿está libre este asiento?

Me giré.

- Jamie...
- ¿Está o no está libre?
- Sí, lo está. ¿Qué es lo que quieres? Te advierto que ya he tomado una decisión, y no conseguirás que...
- Es igual-dijo mientras se sentaba a mi lado-. No vengo a convencerte de nada, sino para hablar contigo. Dime...¿tan mal fue anoche? Porque si es así, entiendo que...
- Fue la mejor noche de mi vida, Jamie.
-¿Entonces por qué te vas, Kyla?
- ¡Ja!¿No es obvio? Falkenhom fue un error desde el principio, debí haberme largado de aquí en el momento en que empecé a sentirme atraída por Sam.
- Pero no lo hiciste.
- No, no lo hice. Y ahora su mejor amiga está muerta, y su vida corre peligro. Maté a su padre, Jamie, por dios...Tú no lo entiendes, no puedo volver. Jamás lo haré.
- Oh, desde luego que lo entiendo. Estás huyendo.
- Lo hago por Sam, es lo mejor para él.
- No, no lo es. No es bueno para nadie. Escucha-dijo mientras se acercaba más a mí-. No estás huyendo porque la vida de Sam corra peligro, puesto que le has plantado cara a Alec docenas de veces. Pero tampoco estás huyendo porque creas que representas un peligro para Sam, por lo que pasó el otro día. ¿Quieres saber de lo que creo que estás huyendo realmente?
- Jamie...
- Estás huyendo de la felicidad.

Hubo unos segundos de silencio antes de que siguiera hablando.

- Estás huyendo de tu única oportunidad para ser verdaderamente feliz porque...porque no crees merecerlo. Pero te diré una cosa, Kyla Evelyn McCarthy: mereces ser feliz. Eres una persona llena de bondad y generosidad, leal hasta la médula...
- Calla, vas a conseguir que me sonroje...

Rió.

- Hablo en serio, Kyla. Has luchado mucho durante todos estos años, y sin duda mereces algo como lo que hay entre Sam y tú. Y por si acaso no te ha quedado lo suficientemente claro, he traído algo para enseñarte.

Buscó en el bolsillo derecho de su pantalón, y sacó una especie de papel. Parecía una foto.

- Estaba esperando al momento adecuado para enseñártela, pero algo me dice que es este. Toma, cógela.

La tomé entre mis manos. Efectivamente, era una foto y en ella se veía a una chica de pelo castaño y ojos marrones de unos quince o dieciséis años desde mi punto de vista, soplando las velas de una tarta de cumpleaños junto con una mujer y un hombre que supuse sus padres.

- ¿No te suena de nada?
- No. ¿Tendría que hacerlo?
- ¿Y si te digo que su juguete favorito cuando era pequeña era un conejo?

Mi sangre se heló en cuanto llegué a la conclusión.

- ¿Es...?
- Efectivamente. Natalie Reedy. Nació en Toronto, aunque ahora vive con sus tíos en Ottawa. Tenía siete años la noche en que los tres asaltamos aquel apartamento. Al parecer, cumplió quince el mes pasado.
- ¿De dónde la has sacado?
- Internet, creo que es algo que llaman...facebook, o twitter, o algo así.
- Vaya....No...No sé qué decir.
- Pues entonces deja que te cuente lo que esa tal Natalie ha escrito en su blog.
- ¿Su...qué?
- Un...Una especie de sitio en Internet donde la gente escribe cosas. Y en su cabecera...
-¿Su qué?
- ¿Quieres dejarme terminar?
- Vale, perdona.Es que necesito actualizarme mucho con respecto a este siglo.
- Pues escribió lo siguiente: "Dedico todas y cada una de las entradas de este blog a la chica que me salvó, hace ya casi ocho años. No sé quién eres, ni siquiera sé tu nombre. Pero quiero que sepas que te estaré eternamente agradecida por salvarme la vida aquella noche. Me encantaría poder conocerte algún día".

No pude evitar que se me escaparan unas pocas lágrimas.

- ¿Qué?¿Qué te parece?
- Me parece...-dije, secándome algunas de esas lágrimas con la manga del jersey que llevaba puesto-. Me parece que tengo mucha suerte de que seas mi amigo.

Le abracé, con tanta fuerza como pude. Cuando pasados un par de minutos nos separamos, él habló de nuevo.

- ¿Entonces ves ahora la razón por la que creo deberías quedarte, y volver con Sam?
- Sí, la veo-dije, sonriendo-. Tienes razón, es que yo...Estaba asustada, ¿sabes? Jamás había sentido nada igual y tenía miedo de cómo pudiera afectarme.
- Lo sé, el miedo a lo desconocido nos afecta a todos. Incluso a los vampiros.

Pasamos unos segundos sin decir nada hasta que él habló.

- Entonces, ¿qué me dices? ¿Nos bajamos de este tren antes de que arranque?

Asentí, y ambos bajamos de allí justo a tiempo. Corrimos por el pueblo, yo la primera, en dirección a la casa de Sam.

Íbamos de camino cuando vimos una ambulancia pasar a toda velocidad a sólo unos metros de nosotros. No tardaríamos mucho en averiguar el por qué. El coche de la madre de Sam, boca abajo y totalmente destrozado. Lo reconocía porque lo había visto en la puerta de su casa.

Me acerqué allí corriendo, seguida muy de cerca por Jamie.

- ¿Qué ha pasado?-pregunté-.

Los ambulancieros la tenían inmovilizada en una camilla y se preparaban para meterla en la ambulancia. Tenía cortes por todas partes, y a duras penas se mantenía consciente.

- Ha tenido un accidente-dijo uno de ellos-. La llevamos al hospital. No sé preocupe, señorita, sea quien sea le aseguro que estará en buenas manos...
- No...-dijo la madre de Sam-. No ha sido un accidente. Me embistieron y...y me sacaron de la carretera. Se lo han llevado, Kyla. Mi hijo...Sam...

Estaba muy mal. Cada frase parecía costarle un esfuerzo sobrehumano. Mientras pensaba en algo, Jamie se adelantó.

- Creo que yo podría arreglar esto. Hace unos meses aprendí una técnica de curación relacionada con los vampiros que...
- ¿Perdona?-dijo uno de los ambulancieros-.
- Esto...nada, nada. Sólo decía que soy muy buen médico y podría ayudarla.

Tras aquello, se dirigió a mí, en voz más baja.

- Creo que podré curarla con parte de mi sangre. La sangre de vampiro tiene una función regenerativa.
- ¿Incluso en los humanos?
- Sobre todo en los humanos. Tardaría unos minutos en hacer efecto, pero podría curarse mucho más rápido que si se la llevan al hospital.
- ¿Entonces qué hacemos?
- Yo me encargo de la madre, y tú de buscar a tu chico. Nos reuniremos lo antes posible.
- De acuerdo, me parece una buena idea. ¿Pero cómo sabremos dónde encontrarnos?
- Tú no te preocupes, me las apañaré para encontrarte. Ya lo hice una vez, ¿no?
- Cierto-dije, con una sonrisa muy disimulada-.

Así que me marché. Dejé a Jamie a cargo de la madre de Sam y me dirigí corriendo al lugar donde pensaba que Alec se lo habría llevado. El hostal abandonado donde lo había encontrado la mañana siguiente a que matara a Marley.

Entré echando abajo la puerta de una patada, aunque tal vez debería haber sido más discreta.

Un buen golpe en la cabeza hizo que me cayera al suelo y se me nublara un poco la vista. Pero aún así, pude reconocer ante mis ojos al ser más malvado que jamás hubiera conocido. Antaño uno de mis mejores amigos. Alec. Con desdén y otra de sus miradas burlonas, me habló.

- Se acabó el plazo, rubia.

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Soy el número cuatro

Soy el número cuatro
Me encanta esta peli :)