Lunes, 5 de mayo de 2014
Querido diario:
Anoche volví a
soñar. Pero esta fue la primera vez que no era una pesadilla, sino
un sueño de los viejos tiempos: Alejandro, Alba y yo en nuestro
perfecto viaje a la ciudad que nunca duerme: Nueva York, en abril de
2011. Allí, en la misma Times Square, nos encontramos con Lea
Michele y Dianna Agron, de Glee, que accedieron a hacerse una foto
con nosotros tras demostrarles nuestra devoción por la serie.
Como todos los
lunes desde el día en que la perdí, esta mañana me he levantado
bastante pronto para ir a visitar la lápida de Alba a las dunas de
la playa del Saler, en el mismo rincón donde ella me lo pidió.
Por supuesto,
no la enterré sino que hice exactamente lo que ella me dijo:
incinerarla. Aunque no tuve valor de verla consumirse ante mis
propios ojos, esperé el tiempo necesario y luego situé allí mismo
un cartel hecho con madera:
Alba López
Palmer. 12/10/1986-29/1/2014. Amada hija, novia y amiga. La mejor de
las personas. Descansa en paz.
Evidentemente no es lo mejor para alguien con mi estabilidad mental
hablar con alguien que ya no existe, pero al menos de momento es algo
que necesito hacer para sentirme bien conmigo mismo. Le he estado
contando algunas cosas de la semana y lo rápido que está creciendo
Klaus, que debe estar superando el año y medio al menos.
Por mi propio bien sé que no debo entretenerme mucho, así que al
poco rato tras derramar unos pocos litros de lágrimas he vuelto a
“casa” y me he preparado para mi ya clásica transmisión de
radio diaria a las doce del mediodía. Es entonces cuando ha ocurrido
algo realmente asombroso.
“¿Marcos?...Zzzzz.....¿Me
oyes?....Zzzzz....Soy....Zzzzz.....Estamos en....Zzzz”.
Era la voz de una mujer, pero se entrecortaba y no llegaba a dar
ninguna información importante.
Me quedé petrificado, pues llevaba meses tratando de aceptar que
moriría sin volver a escuchar una voz humana. Una de una persona
real.
Como es natural en mi situación, al principio pensé que lo habría
imaginado, como tantas otras cosas. Pero parecía tan real...
Emití mi mensaje de siempre y pasé la tarde tratando de olvidarlo,
de no pensar en ello. Elegí los tres libros publicados de “Los
Legados de Lorien”, que leí a la luz de varias velas bajo una de
esas típicas tormentas primaverales del litoral valenciano y con
Klaus echándose una buena siesta en su cama.
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