domingo, 24 de julio de 2011

DIARIO DE UN SUPERVIVIENTE (XXIII)

Lunes, 1 de agosto (cuarta parte)

- ¿¿¿¡¡¡Milla Jovovich???!!!-repetí, para asegurarme de que se me había escuchado.
- En efecto, esa soy yo-dijo, aunque algo asustada por mi al parecer demasiado exagerada reacción-.
- ¡No me lo puedo creer!Soy tu mayor fan, me he visto todas tus películas y me encantan. Bueno-dije, recapacitando-. Excepto "Zoolander",aquella no me gustó tanto. Pero el resto de tus películas son auténticas obras de arte, en serio.
- Vaya, gracias-dijo Milla-. La verdad es que hacía tiempo que no me sentía tan halagada.
- Bueno, a lo que vamos-empezó a hablar Zoey-. ¿Que haces tú aquí? Quiero decir, en Vancouver y salvándonos de unos voraces zombis disparando con la metralleta de un helicóptero que ha aparecido de la nada.
- Es una larga historia, ehm...
- Zoey, mi nombre es Zoey. El del fan loco Richard y el niño Justin.
- ¡Yo no soy un niñ...!-se oyó a Justin, justo antes de que yo le impidiera seguir hablando-.
- Es una larga historia, Zoey. Será mejor que os lo cuente por el camino. Subid al helicóptero.
- Espera, ¿de camino a donde?-preguntó Zoey.
- A la Harbour Centre Tower de Vancouver.

Así que subimos al helicóptero sin hacer más preguntas. Conforme el aparato se elevaba pude observar, no muy lejos, la Isla de Vancouver.

La había visto alguna vez en fotos y con el "Street View", pero había cambiado algo desde entonces. De hecho, si comparamos Los Ángeles con Vancouver, mi lugar de procedencia estaba intacto.

Conforme nos íbamos acercando, pude ver que la mitad de los edificios se encontraban medio derruidos y en llamas. En medio de Burrard Street, una de las principales calles en plena Downtown, se encontraba estrellado un enorme avión de pasajeros, el cual parecía haberse llevado por delante medio "Hotel Vancouver". Y eso por no hablar de las docenas de incendios que ardían por toda la ciudad. En pocas palabras: un desastre.

Me pregunté por qué estaba la ciudad como diez veces más en ruinas que Los Ángeles.

Algo asustado, vi como a sólo unas docenas de metros por debajo de nosotros miles, sino millones de muertos vivientes vagaban por las calles, en un eterno e insaciable deseo de comer carne fresca.

- Ya estamos-dijo Milla-.

En efecto, en unos pocos instantes aterrizamos en el ático uno de los únicos edificios intactos que quedaban en la ciudad: la Harbour Centre Tower. Milla apagó el motor y se bajó del aparato, haciéndonos una señal para que hiciéramos lo mismo.

Entramos por una puerta, y la seguimos escaleras abajo hasta que abrió otra. Pasamos detrás de Milla, y descubrimos que estábamos en el mirador de la torre. El lugar estaba desierto, con polvo por todas partes y nadie más por allí.

- Bienvenidos a mi humilde morada-nos dijo-.El mirador de la Harbour Centre Tower.

Milla nos ofreció comida y agua. Nos sentamos en el suelo, de cara al mirador, y entonces empezó a contarnos su historia.

- Hace unos tres meses, vine aquí de vacaciones con mi marido y mi hija. En cuanto llegó la epidemia buscamos un sitio donde ocultarnos y nos unimos a un pequeño grupo de supervivientes, encerrándonos posteriormente en la torre, ya cerrada hacía tiempo.

Pero a las pocas semanas empezamos a oír como unas transmisiones, de origen desconocido, que hablaban sobre una ciudad de supervivientes, o algo por el estilo. Intentamos averiguar su procedencia, pero nos fue imposible.

- Espera un momento-dijo Zoey-. ¿No es aquí?
- ¿El qué?-preguntó Milla, extrañada-.
- También oí esas transmisiones, pero en mi caso me guiaban a Vancouver. Decían que la ciudad de supervivientes estaba aquí.
- Pues siento decepcionarte Zoey, pero ahora mismo los únicos supervivientes en toda la ciudad nos encontramos en la Harbour Centre Tower. No hay nadie más.
- ¿Pero no dijiste que te uniste junto con tu marido y tu hija a un grupo de supervivientes?-dije-. ¿Dónde están todos entonces?
- Los secuestraron-dijo, entristecida-, hace hoy dieciséis días. Se los llevaron a todos, y por alguna razón que todavía desconozco me dejaron aquí.Me dejaron inconsciente. Lo último que recuerdo son unos haces de luz azul, y para cuando recuperé el conocimiento tan solo quedaba yo.

- ¿Qué?-dijo Zoey-. ¿Unos haces de luz azules?
- Eso he dicho.¿Por qué?
- Porque entonces existe una alta probabilidad de que sean los mismos soldados que nos atacaron a Richard y a mí, cuando estábamos en Los Ángeles, hace sólo unos días.

Milla hizo una mueca de extrañeza, y no era para menos. ¿Acaso tenía ella también algún tipo de relación con lo soldados, o con Zoey?

Desde la torre podíamos contemplar prácticamente toda la ciudad, y el puerto a pocas calles de allí.

- ¿Y cómo...?-pregunté, por curiosidad-.¿Cómo sabías que estábamos en peligro? ¿Y más importante, desde cuando sabes pilotar helicópteros y disparar ametralladoras?
- Todos los días hago un pequeño recorrido por los alrededores de la ciudad. Esta mañana oí jaleo a la altura de la frontera, y supuse que los zombis habían dado con algo vivo. Y lo del helicóptero... Bueno, dejémoslo en una especie de hobby-dijo, sonriendo-.

Pero al poco tiempo la tristeza volvió a su rostro.

Milla nos enseñó un mapa donde, en tiempos atrás, lo visitantes de Vancouver pegaban pegatinas rojas en sus respectivos lugares de procedencia.

- Los encontraremos, Milla-dije, agarrándola por el brazo-. Encontraremos a tu marido y a tu hija, te lo prometo.

Ella se giró.

- No es tan fácil ¿Qué piensas que llevo intentando los últimos dieciséis días, ehm...?
- Richard.
- Desconozco a dónde se los llevaron,Richard-dijo, casi sollozando.Y es que ni siquiera tengo por donde empezar.
- Tal vez pueda cambiar eso.

Los tres me miraron estupefactos.

- ¿Tienes algún aparato para captar transmisiones?-le pregunté-.
- La radio que utilizamos para intentar escucharlas,pero no creo que consigas nada. Ninguno de nosotros lo consiguió.
- No puede ser tan difícil-dije, mientras cogía la radio que Milla me dio-.

"Aquí Aracdia. Emitiendo desde sssss Norte sssss Oeste. Buscando supervivientes ssssssss. Aquí estáis a salvo, no hay infección sssss".

- Suena a todas horas, pero no se llega a escuchar bien. Está rota.
- Te sorprendería lo sencilla que es una radio por dentro. Un vistazo por dentro y seguro que podré arreglarla.
- De acuerdo, aunque yo no me haría ilusiones. Tuvimos incluso técnicos y...
- Hecho.
- ¿Qué? ¿En serio?
- Es una especie de superdotado, Milla. De esos que saben de todo-aclaró Zoey.
- Vaya, que oportuno-dijo Milla-.
- Ahora podremos escucharlo bien-dije-.

"Aquí Aracdia. Emitiendo desde las coordenadas 39º 31' 41.30'' Norte, 72º 07' 44.22'' Oeste. Buscando supervivientes. Aquí estáis a salvo, no hay infección, tenemos alimentos y cobijo para daros. Os estamos esperando".

Nos quedamos todos pensativos, aunque en realidad yo estaba calculando el origen de la emisión.

- Se encuentra a unos doscientos kilómetros al este de Nueva York, en el Océano Atlántico.
- ¿Lo ves?-dijo Zoey-. Como una enciclopedia andante. O Google.
- ¿Pero no dijiste que escuchaste en las transmisiones que la ciudad de supervivientes estaba aquí?-preguntó Justin-.
- Sí, lo hice, Justin. Pero sin embargo no existe tal ciudad. Tú mismo lo has visto.
- ¿Y qué hacemos entonces?-dijo Justin-. ¿Nos vamos de fiesta a la gran manzana?
- En efecto, dije yo-mañana al alba partiremos-. Esta noche necesitamos descansar.

Milla asintió y nos enseñó un sitio propicio para dormir. Aunque antes jugamos alguna que otra partida al Risk. ¿Qué? ¿Acaso os parece raro? Si supierais la cantidad de cosas que la gente se deja por ahí...

- Ataco desde África del Norte a Europa Occidental-dijo Zoey-.
- Los íberos no caeremos tan fácilmente, moriremos luchand...-dijo Justin, sin terminar la frase cuando se dio cuenta de que había sacado la puntuación más baja posible-.
- Y con esto consigo mi objetivo-dijo-. Destruir al ejército verde, es decir al de Justin. Gano la partida.

Recogimos el juego y nos dispusimos a dormir. Milla bajó las persianas del mirador, y me acurruqué en uno de los sofás que había allí, haciéndome el dormido. Sin saber que todavía podía oírles, Zoey y Milla comenzaron a hablar.

- Y ese chico, Richard, y tú, ¿sois...?-preguntó Milla-.
- Estamos en ello. Lo intentamos, pero siempre hay algo que nos lo impide.
- Si hay algo que nunca sobra en esta vida, Zoey,es el tiempo. Sea por un accidente, un asesinato, un ataque alienígena o zombis, la gente siempre termina muriendo, y con frecuencia antes de lo que cree.
- ¿Y qué quieres decir con eso?
- Carpe diem. Aprovecha el tiempo, y sed felices mientras podáis. Además-añadió sonriendo-, se nota que os gustáis.

Pude ver por el rabillo del ojo que Zoey se había sonrojado.

- ¿Debería hacerlo ahora?-preguntó Zoey-.
- Sí, si es lo que te dice tu corazón.
- Quiero hacerlo, aunque Richard está dormido y no quisiera desper...
- Richard no está durmiendo, Zoey-me delató Milla-. Tan sólo se hace el dormido.

Milla, esa matazombis traidora levantó las persianas de nuevo para que pudiéramos ver los últimos rayos de sol iluminando las ruinas meses atrás conocidas como "Vancouver".

Zoey se acercó a mí, y yo me levanté, avergonzado. Pensaba que quizás se habría enfadado, pero una sonrisa en su rostro me permitió adivinar lo contrario.

- Zoey, yo...
- No, escucha. Richard, te quiero, y quiero que tú y yo estemos juntos.

Un sonoro "¡¡Harry, los dementores!!" de Justin, que hablaba en sueños, nos distrajo durante unos segundos.

- Zoey, yo también te quiero-confesé-. Y quiero estar a tu lado. Y lo de la otra noche, en la azotea del hotel...
- Sustituyámoslo por este otro momento, ¿te parece?

Acercó su cara a la mía, y yo acerqué la mía a la suya. Nuestros labios estaban a punto de tocarse, incluso podía respirar su aliento.

Y entonces ocurrió. Me sentí ingrávido. En el instante en que nuestros labios se tocaron, sentí como si el mundo entero se hubiera detenido a nuestro alrededor. Fue increíble. Nos besamos durante unos instantes, y cuando separamos nuestros labios yo le dije "Te quiero". Y ella me dijo lo mismo.

- Caray-dijo Milla-. No está nada mal. Hasta parece que lo hayáis estado practicando y todo.

Zoey y yo nos reímos, y volvimos a besarnos suavemente.

Nos dormimos el uno junto al otro, abrazados. Llegado un momento me desperté, y decidí que me apetecía escribir en mi diario.

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Soy el número cuatro

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Me encanta esta peli :)