sábado, 9 de julio de 2011

DIARIO DE UN SUPERVIVIENTE (XX)

Lunes, 1 de agosto de 2011

Querido diario,

Soy Richard otra vez. Por fin hemos conseguido llegar a Vancouver.

Son las once y media de la noche, aproximadamente. Estamos guarecidos en la "Harbour Centre Tower",cerca como su nombre indica del puerto, y en compañía de una nueva incorporación a nuestro pequeño (aunque cada vez menos) grupo de supervivientes.Y no diré su nombre hasta más tarde, más que nada para mantener la intriga y eso. Siento no haber escrito ayer, pero es que nos costó algo más de lo que pensábamos cruzar la frontera con Canadá.

El sábado llegamos a Twin Falls, tal y como teníamos previsto. Dormimos en una especie de albergue en medio de la nada. Comimos un poco y logramos que Justin, el crío al que "adoptamos" el día anterior, se durmiera.

- Y dime-dijo Zoey-. ¿Qué planes hay para mañana? ¿Crees que podríamos llegar ya a Vancouver?
- Podríamos, pero lo haríamos de noche o demasiado tarde como para averiguar la procedencia de esas extrañas señales que escuchaste. ¿Por cierto, no las has vuelto a oír?
- No, no desde que dejamos Los Ángeles.
- Bueno, pero aun así sigue siendo nuestra mejor opción.
- Coincido contigo. ¿Y sobre qué hora del lunes crees que podríamos llegar allí?
- Supongo que sobre las doce del mediodía, teniendo en cuenta el tráfico y tal.

Zoey sonrió, y yo también lo hice. Y es que en situaciones como la nuestra aprendes a reírte de cualquier cosa.

La miré a los ojos. Esos preciosos ojos de color marrón y mirada penetrante. La quería, pero hasta entonces no me había fijado en lo guapa que era. Quiero decir, en todos los sentidos. Y su sonrisa...

- ¿Qué pasa? ¿Tengo algo en la cara?-me preguntó, sonriendo-.
- No, no, qué va, yo sólo...-respondí, cortado-. Yo sólo... admiraba la perfección de tus facciones-improvisé-.
- Ehm,vaya... Gracias..., supongo-dijo, sorprendida aunque agradecida-.

Tras aquello, establecimos los turnos de vigilancia (yo de una a cuatro, y Zoey de cuatro a ocho).

Al día siguiente,es decir ayer, domingo 31 de julio, Zoey nos despertó a Justin y a mí sobre las ocho y continuamos el viaje.

La verdad es que el camino no se hizo excesivamente largo. Quiero decir, para haber recorrido cientos de kilómetros sin apenas parar (exceptuando aquella vez que Justin nos obligó a hacerlo en medio del desierto, debido en gran parte a sus necesidades fisiológicas).

Estamos en verano, y hemos atravesado distancias enormes totalmente desérticas bajo un sol de unos 45 grados, y hace días que no teníamos agua corriente donde paramos para lavarnos o ducharnos, así que empezábamos a desprender cierto olor harto desagradable...

Pero aquello no fue nada comparado con la fatídica intervención de Justin.

- ¿Sois novios?

Ambos nos quedamos de piedra. Zoey, que era la que conducía entonces, miró a otro lado, y yo simulé hacer lo mismo.

- O sea, que sí-dijo, convencido-.

Tras aquello, la jornada del 31 de julio transcurrió sin más incidentes.Al menos hasta que llegamos a aquel pueblo, a unos cuatrocientos kilómetros de Vancouver.

- Dios mío-dijo Zoey-.

Por aquel entonces yo iba conduciendo y pronto reparé en aquello.

- Justin, ni se te ocurra mirar.
- ¿Qué? ¿Por qué? Ni que tuviera cinco años, no creo que sea nada para...

Dejó de hablar en cuanto vio lo que instantes antes nos había llamado la atención a Zoey y a mí.
Docenas, sino cientos de cadáveres yacían tirados por las calles.

- Joder..., necesito... Por favor, parad un momento. Tengo que...

Paré el coche.Justin salió corriendo y vomitó en el arcén.

- No son zombis-dije, tras unos segundos de extrema concentración-. Casi todos ellos son humanos, lo cual quiere decir que ni siquiera estaban infectados cuando los mataron.
- Richard, dime cómo...-decía, con voz entrecortada y con pintas de estar a punto de romper a llorar-. Dime cómo alguien ha sido capaz de semejante barbaridad.
- Zoey, siempre ha habido gente mala en el mundo. Y, en situaciones tan extremas como la que el mundo empezó a vivir hace unos meses, esa gente se aprovecha todavía más de las buenas personas.
- Ya, pero yo...-de pronto, Zoey se dio cuenta de que estaba pisando una especie de peluche, un conejo rosa. Lo cogió, y tras mirarlo durante unos instantes dijo, al tiempo que se resbalaban algunas lágrimas por sus mejillas y girándose hacia mí_ Richard, prométeme que saldremos de esta. Que llegaremos a Vancouver sanos y salvos Justin, tú y yo, que viviremos en esa ciudad de supervivientes felices para siempre y jamás tendremos que volver a preocuparnos por nada que tenga que ver con zombis.
- Te lo prometo, Zoey-dije, acercándome a ella y levantándole la barbilla suavemente, para que me mirara a los ojos-. Y créeme, yo siempre cumplo mis promesas.

Zoey sonrió, y ambos acercamos nuestras caras.

- ¡Ya está! -se oyó a Justin-.¡Podemos irnos!
- Será mejor que lo dejemos, ehm... Ya sabes, para otro momento...-dijo Zoey-.
- Sí, claro, ya... ya lo intentaremos en otra ocasión.
- ¡Eh, chicos! ¡Vamos, que yo todavía no tengo edad de conducir! Lo haría de todas formas, pero es que si nos paran...

Me alegró ver que Justin también tenía su sentido del humor. Algo imprescindible si quieres formar parte de nuestro grupo de supervivientes.

- Hay un hostal, a unos ciento cincuenta kilómetros de aquí, según el mapa. ¿Te parece que paremos allí y descansemos un poco?-le dije a Zoey-. Y mañana al mediodía llegaremos a Vancouver.
- Claro,me parece una genial idea.

Así que los tres subimos de nuevo al coche y pasamos de largo aquel pueblo de pesadilla. Cada vez más cerca de nuestro destino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Soy el número cuatro

Soy el número cuatro
Me encanta esta peli :)