martes, 14 de junio de 2011

AMIGOS EN MADRID (V)

- Y entonces...¿eres canadiense?-dijo Miguel-.
- Sí-dijo Amy-. Nacida y criada en Clarington, un pueblo al sudeste, no muy lejos de Toronto.
- Vaya, qué guay. La verdad es que siempre he querido ir a Canadá, pero entre los exámenes finales del instituto, las pruebas de acceso a la universidad y mi primer año en ella...¿Por cierto, y cómo es que hablas tan bien el castellano? Quiero decir, parece incluso que seas de aquí.
- Ah, bueno... Es que el mejor amigo de mi padre era español, y nos estuvo enseñando a hablar desde que éramos pequeños, a mi hermana Sophie y a mí.

Sí, de nuevo en el Retiro. Pero era el único lugar en el que Miguel se sentía lo suficientemente cómodo como para hacer lo que estaba haciendo.

- Y... ¿me dijiste en el metro que estudiabas...?
- Primero de interpretación. Podría haberlo hecho allí, en Toronto. La escuela es muy buena, pero... Bueno, no sé, es como si algo me hubiera inclinado a pensar "¿Y por qué no en Madrid?".

Miguel sonrió, y Amy también lo hizo. Unos segundos de silencio les permitió escuchar el casi imperceptible susurro de las hojas de los árboles moviéndose con el viento. Se anunciaba tormenta. Lo cual era lógico, teniendo en cuenta que según la previsión meteorológica aquel día haría un sol del copón.

- Y tú también estudias, ¿no? Me dijiste algo sobre...
- Informática, sí.Primero de informática. Siempre me ha gustado y se me da bastante bien.
- Pues en ese caso tal vez te reclute alguna vez en mi eterna batalla con la informática.
- ¿No te gusta?
- No es que no me guste, más bien es que somos... enemigos irreconciliables.
- Pues la próxima vez que tengas un problema, podría ayudarte, bueno... Tu sólo avísame y te ayudaré.
- Lo haré.

Amy notó que Miguel lo estaba pasando mal, así que procuró sacar algún otro tema.

- ¿Y tienes.. a alguien, ya sabes?
- Si te refieres a algo que se parezca a una novia, no. Nunca lo he tenido. He de confesarte que soy un desastre en lo que se refiere a hablar con chicas.
- Vaya, ¿en serio? Nunca lo habría adivinado-dijo Amy, medio en broma, medio en serio-.
- ¿Y a ti como te va? Quiero decir, tienes novio o...?
- No. La verdad es que nunca he tenido demasiado suerte en ese aspecto. Una vez tuve uno, pero supongo que aquello de que le pillase liándose con mi mejor amiga nos terminó separando.
- Vaya, lo siento. No pretendía...
- No, tranquilo, si es igual. Fue hace tiempo, y ya lo superado. Ya no soy la adolescente tímida e insegura que era antes. He madurado, y he cambiado desde entonces.

En un momento de lucidez, Miguel llevó a cabo uno de los consejos de su amiga Sara.

- Y... ¿aceptarías si te invito a algo de comer, o beber? Verás, creo que...
- No te preocupes-dijo Amy, notando lo nervioso que estaba el chico. Ella había sido como él no hacía mucho, y todavía recordaba lo complicada que podía llegar a hacerse una situación tan simple como aquella-. Acepto, pero con una condición.
- ¿Condición?¿Qué condición?
- Que no te preocupes por nada, Miguel, en serio. Hazlo por mí.
- Ehm..., vale. Lo intentaré.
- Así me gusta-dijo Amy, sonriendo-.

Y ambos se dirigieron a uno de esos pequeños bares perdidos del Retiro.

- ¿Sabes?-dijo Amy-.

Ambos estaban sentados, tomando cada uno una Coca-Cola.

- Es curioso-seguía-. Nunca antes había venido a España, ¿sabes? Y, exceptuando a mi tío, toda mi familia procede de generaciones y generaciones de canadienses. Y, sin embargo, siento como si parte de mí perteneciese a este lugar.
- Conozco esa sensación-dijo Miguel, sinceramente-.A mí me pasó lo mismo cuando fui de vacaciones a Suecia, con mi padre y mi hermano, hará un par de años.
- ¿Sí? ¿Y eso?-preguntó interesada-.
- Bueno, a mí siempre me han gustado los países del norte. Y me pasa como a ti, pertenezco a una familia que ha vivido siempre aquí, en Madrid. Pero aún así, cuando estuve allí... No sé, es como sentir que has estado antes en un sitio, aunque sepas que no es verdad. Fue raro, pero me sentí... No sé, como en casa.
- Sí, eso me pasa a mí también. Aunque prefiero Madrid a Suecia, pues el frío de allí me recordaría demasiado al gélido Clarington del que vengo.
- Oye, que conste que en Madrid también hace frío.
- ¿Tanto como 20 grados bajo cero? Porque esa fue la temperatura media el invierno pasado en mi pueblo.
- Bueno, estamos en España. Si quieres extremos de verdad, espera al próximo verano. Doblaré tus 20 grados por encima de cero, y aún me faltarán unos pocos grados más.

Amy rió, y Miguel se sintió el hombre más feliz sobre la faz de la Tierra.

- Ehm... ¿Has visto... el Palacio de Cristal? Si no lo has visto , podríamos continuar paseando por allí, si te apetece.
- Claro.

Aunque Amy ya lo había visto, la chica prefirió decir que no porque sabía que de lo contrario Miguel se habría puesto nervioso, y no quería que lo pasara mal. Veía algo especial en él, de eso no cabía duda. Qué era aquello tan especial, tan sólo el tiempo lo revelaría.

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Soy el número cuatro

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Me encanta esta peli :)