martes, 23 de octubre de 2012

Falkenhom (IV)

Toronto (Canadá), año 2005

- ¿Habéis visto la cara del portero cuando hemos entrado?-preguntó Alec-.
- Sí, desde luego, tío-dijo Jamie-. ¿Te puedes creer que de verdad pensaba que le dejaríamos con vida si hacía lo que decíamos?
- Si os soy sincero, chicos-dijo Alec-, no me gusta este siglo. En el anterior al menos ofrecían algo de resistencia. El mundo está lleno de gente mucho más cobarde que antaño.
- Sí, pero también más lista-aclaré-.

Alec y Jamie me miraron.

- ¿En serio, Kyla?-preguntó Alec-. ¿Por qué tienes que ser tan aguafiestas?
- No soy aguafiestas, chicos, sino prudente. La sociedad ha evolucionado mucho desde que comenzamos a ser vampiros. Ahora tienen mucho más conocimiento y armas, tanto para defenderse como para atacar. No deberíamos confiarnos demasiado.
- Olvidas el hecho-dijo Alec- de que ellos, todavía hoy en día, niegan nuestra existencia. Y es difícil defenderte de algo en lo que no crees.
- Puede, pero aún así prefiero ir con cuidado.

Así que allí estaba, en aquella gran ciudad canadiense después de décadas de juerga vampírica con mis dos mejores y únicos amigos. Se trataba de un edificio de apartamentos de ricos. Subíamos las escaleras y llegamos al pasillo del primer piso, dispuestas a cada lado varias puertas.

- ¿Os parece que lo hagamos a la vieja usanza?-dijo Alec, que iba el primero-. Pito, pito, gorgorito...-decía mientras señalaba puerta tras puerta-.

Jamie y yo andábamos detrás.

- Esta. Chicos, ¿a quién le apetece...?
- Yo lo haré-dije-.

Toqué el timbre, y a los pocos segundos se abrió la puerta. Era un hombre mayor vestido con bata y con pintas de haber sido despertado.

- Esta no es una muy buena hora para llamar. ¿Qué quieren uste...?

Alec lo mató sin que le diera tiempo a gritar. Le partió el cuello y lo lanzó contra la pared del recibidor.

- Chicos...-dijo-. Que empiece la fiesta.

Un hombre y una mujer más jóvenes llegaron para ver qué ocurría, pero Jamie y yo nos encargamos de ellos. Antes de matarlo, el hombre gritó: "Por favor, no...". Pero acabé con su vida.

Me di cuenta de que Alec no estaba, y corrí hacia donde me pareció ver una sombra. Entré en una habitación, y entonces noté un filo clavándose en mi pecho. Gemí de dolor y pensé: "Mierda, el cazavampiros".

Sí, habéis leído bien. "El cazavampiros". Así era como lo llamábamos, y desde luego que era un nombre bastante acertado.

La estaca estaba clavada en mi pecho, a sólo un par de centímetros de mi corazón. Bastaba con que su puntería hubiera sido un poco mejor para que yo no hubiera podido contaros esta historia. Sentía la sangre, mi sangre saliendo de mi cuerpo al exterior. Me había dolido, y mucho. Pero no me doblegué. Al contrario, me lancé a por mi enemigo.

Normalmente, un ser humano no tiene nada que hacer contra un vampiro. Nosotros somos mucho más fuertes, inteligentes y rápidos que cualquiera de ellos. Pero él no era normal.

Para empezar, estaba bien entrenado. Se había enfrentado a nosotros un total de cinco veces en el último par de años y no sólo había sobrevivido a todas ellas, sino que además cada una de esas veces estuvo increíblemente cerca de matar a alguno de nosotros. Tan cerca, que incluso huimos de él. Hicimos lo imposible por no volver a encontrárnoslo, pero él siempre acababa encontrándonos a nosotros.

Me lancé directa a por su cuello. Gran error. En el momento en que probé la sangre de mi oponente mi garganta entera ardió. Me retiré hacia detrás, sorprendida tanto por la situación como por mi imperdonable ineptitud. El dolor era insoportable, y lo sentía en cada milímetro de mi cuerpo. Me desplomé sobre el suelo.

Cómo podía haber caído en una trampa tan antigua...

- Verbena-murmuró-. Los vampiros os creéis muy listos, pero estáis  lejos de serlo. Os creéis invencibles, pero tampoco lo sois. No más que yo.

Se acercó a mí, estaca en mano.

- Kyla...De los tres de vuestro grupo, tú has sido siempre la que mejor me caía. Estoy seguro de que hubieras sido una buena persona si hubieses sido humana, pero... no lo eres.

Intentaba reaccionar, pero no podía. La verbena me había dejado totalmente paralizada.

- Lo que eres es una brutal asesina, que está a punto de pagar por todo lo que ha hecho. Y ahora, sin más dilación, permíteme que convierta vuestro "trío de la muerte" en un dúo.
- Por encima de mi cadáver, imbécil.

Alec. Le golpeó en la cabeza fuertemente. El cazavampiros no tuvo tiempo de reaccionar, pues el golpe lo dejó seco en el acto. Si no estaba muerto, estaba muy cerca de estarlo.

- Gracias...
- Menos mal que eres tú la prudente. Si nos llega a pillar a Jamie o a mí...
- No sé que me pasa, de normal oigo a un humano al más leve movimiento-dije, mientras me levantaba. Señalé a mi enemigo abatido-. ¿Está...?
- No, ese honor te lo dejo a ti.
- ¿Por qué?
- Porque eres la que más cerca ha estado de morir, y mereces ser tú quien lleve a término nuestra venganza de una vez por todas. Venga, mata a ese cabrón y vámonos, tenemos cosas que hacer y sitios a los que ir.
- De acuerdo-dije, mientras me agachaba al lugar donde mi enemigo yacía, inconsciente por el golpe-.

No lo dudé ni por un segundo. Cogí su cuello y fuertemente lo sacudí de lado a lado. Un sonoro "crac" me indicó que nuestro principal y único motivo de preocupación había pasado a mejor vida.

- Bien-dijo Alec-. Ahora hazme el favor de revisar el resto de la habitación. Ya sabes, armarios, cajones...,etc. Quién sabe, tal vez encontremos algo interesante.
- De acuerdo.

Así que me dejó sola en la habitación, y empecé a investigarla. Aun siendo vampiro, nunca viene mal un poco de ayuda: un arma, algo de dinero... Estaba buscando en un cajón de la mesa de escritorio que había allí cuando oí un ruido. Aunque sabía que era imposible, me aseguré de que el cazavampiros estaba realmente muerto. Y lo estaba.

Volví a oír el ruido. Provenía del armario, en el cual había una rendija abierta. Estaba a punto de averiguar lo que era cuando me sorprendió.

- Eh, Kyla, ¿te apetece un poco de esto...?-preguntó Jamie, soltando el cuerpo de la mujer a la que había matado hacía unos minutos en la entrada de la habitación-. He probado su sangre, pero está demasiado dulce para mí. ¿Te apetece probarla?
- Déjala ahí, Jamie, y luego veré. Ahora estoy registrando la habitación.
- Entendido, jefa-dijo mientras se marchaba-.

En realidad, hacía varios días que no comía, y tenía mucha hambre.

- Está bien, supongo que no pasará nada por que beba un poco antes de seguir.

Clavé mis dientes en el cuello de aquella mujer. Bebía la sangre que salía a grandes tragos, notando su perfecto sabor, su calor... Y entonces la vi.

Se trataba de una niña,de unos seis o siete años como mucho. Estaba escondida detrás de un montón de perchas, y sujetaba con fuerza un pequeño peluche con forma de conejo. Su mirada de terror, aquella mirada. Aquella mirada fue lo que lo cambió todo.

Ni en un millón de años de clases de escritura podría describir lo que vi en aquellos ojos. Me quedé paralizada, como si hubiera sido la primera vez que me encontraba con una niña. Había matado cientos de ellas sin pestañear, pero aquella era distinta.

- ¿Kyla?-llamó Alec-. Kyla, ¿cómo va todo? ¿Has encontrado algo?

En cuestión de segundos, mi vida entera pasó ante mis ojos, y con ella todas las muertes de las que había sido responsable. Una por una.

- ¿Kyla? Kyla, ¿me oyes?

De pronto, sin quererlo y desde luego sin poder evitarlo, recuperé mi alma y como consecuencia, mi humanidad. Lo que sentí entonces...me quitó las ganas de vivir. Miré hacia la niña, que se acurrucó en el fondo del armario.

- ¿Kyla?
- No, no hay nada-dije, mientras salía de la habitación-.
- Pero mira que os lo tengo dicho-dijo Alec-. Este país es una mierda. Hoy mismo nos largamos.
- Apoyo la moción-dijo Jamie-. Pero antes podríamos... terminar de cenar.
- Me parece una buena idea-dijo Alec-.

Se dirigieron hacia el salón de la casa, donde se oía la televisión, todavía encendida, con el programa que la familia estaba viendo antes de que llegáramos.

- Un momento, chicos. Ahora voy-dije, mientras me dirigía hacia la habitación donde estaba la niña-.

Le tapé la boca para que no gritara y le dije que huyera, que avisara a los vecinos para que llamaran a la policía. Y aquello...fue el comienzo del cambio.

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Soy el número cuatro

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Me encanta esta peli :)