viernes, 12 de octubre de 2012

Falkenhom (III)/ ¡¡¡Mi cumpleaños!!!

Aprovecho esta entrada para autofelicitarme por mi vigésimo cumpleaños hoy, 12 de octubre. Espero que os esté gustando mi historia :D

"Siguiente estación, Falkenhom. Por favor recojan todo su equipaje y no olviden sus pertenencias. Esperamos que el viaje haya sido de su agrado".

Me había pasado todo el viaje con la cara pegada al cristal de la ventana observando la vasta oscuridad que envolvía el paisaje sueco. Bajé del tren echando una primera ojeada a lo que esperaba fuera un buen lugar para vivir.

Cuando eres vampiro, tienes que preocuparte de muchas cosas. La luz solar, bajo la cual te conviertes en polvo en cuestión de segundos.  El casi imparable impulso de lanzarse al cuello de cada persona que ves a tu alrededor. Y lo peor de todo, la inmortalidad. Odiaba la inmortalidad.

Como si mi vida no fuera ya lo suficientemente complicada, además tendría que vivir en un mundo asolado por guerras, cambios climáticos y a saber cuántos desastres más. Estaría condenada a afrontar el hecho de que durante mucho tiempo fui la causa de tanta muerte y sufrimiento que hubieran hecho que cualquiera de vuestros "asesinos" de hoy en día parecieran simples bromistas de mal gusto.

Lo primero que hice al llegar a aquel pueblo fue buscar un lugar donde poder establecerme. No quedaban muchas horas hasta el amanecer, y aunque sabía con casi total seguridad que aquel día estaría nublado no quería arriesgarme. Así que me acerqué hacia una especie de hostal.

Entré dentro. El sitio no era muy grande, aunque estaba bien aprovechado. Muchas mesas y sillas sobre éstas. Al final del todo, la barra. Y un hombre de mediana edad leyendo lo que parecía ser una revista de naturaleza. No se percató de mi presencia hasta el momento en que empecé a hablar.

- Ehm... Perdone, señor, ¿podría...? ¿Podría ayudarme? Es que verá, soy nueva. Acabo de llegar y...
- Necesita un lugar donde quedarse-dijo, levantando su mirada hacia mí-. No hay problema, precisamente quedó una habitación libre el pasado viernes en el primer piso, justo arriba.
- Vaya, muchas gracias. ¿Y cuánto me costaría? Porque no tengo mucho dinero, tan sólo unas dos mil coronas como mucho...

El hombre me miró pensativo.

- Si tiene pensado quedarse mucho tiempo, joven, podría pagarlo trabajando aquí.

Lo miré, incrédula. No podía creer que estuviera teniendo tanta suerte.

- Es verano. La mayoría de mis trabajadores son estudiantes, así que prácticamente todos están fuera ahora. Al menos por el momento, podría ofrecerle un empleo a tiempo parcial si le sigue interesando.
- ¡Claro!-casi no pude reprimir mi emoción-. De verdad, no sabe cuánto se lo agradezco, yo...
- Sólo prométame que será tan responsable y buena como me ha parecido que era en el momento en que ha entrado aquí, y no habrá necesidad de agradecer nada.
- Muchas gracias de todas formas. Ah, y por cierto...¿podría tratarse de uno nocturno?
- No le entiendo.
- Quiero decir, si podría trabajar en horas nocturnas. Es que de día no sé si me será posible.
- Bueno, supongo que no habrá inconveniente alguno en cambiarse el turno con alguno de sus compañeros. Hablaré con ellos y se lo comunicaré en cuanto esté seguro.
- De acuerdo.

El hombre me guió a través de unas escaleras para llegar al primer piso, donde abrió una puerta que me condujo a una modesta aunque acogedora habitación, con un pequeño baño individual y una cama frente a un también pequeño televisor. En cuanto terminó de resumirme las normas y los horarios del hostal, cerró la puerta y abandonó la habitación.

Estaba sola, al fin. Después de tantos años y tantos fracasos había logrado encontrar un buen lugar donde vivir.

Después de organizar lo poco que llevaba de equipaje, anduve hasta el cuarto de baño, encendí la luz y traté de observar mi rostro. Pero, tal y como yo esperaba, no vi nada. Ese es otro de los problemas de ser un vampiro: las superficies reflectantes como los espejos no nos reflejan en absoluto, todo era exactamente igual que si no hubiera nadie allí. Aún después de tanto tiempo, no había terminado de acostumbrarme.

Emití un pequeño bostezo. Y ante la siguiente pregunta contestaré: sí, los vampiros nos cansamos. Necesitamos dormir tanto como cualquier ser humano, con la diferencia de que nosotros lo hacemos durante el día. Me cambié de ropa para estar más cómoda y me metí en la cama, preparada para conciliar el sueño después de tantos días sin un lugar decente donde intentarlo.

Aunque no quería hacerlo, mi memoria se trasladó al pasado en el instante en que cerré mis ojos. A aquella horrible noche casi ocho años atrás, en noviembre de 2005. La noche en que todo cambió.

1 comentario:

  1. ¡¡Felicidades Marcos!! Por el cumpleaños por supuesto, pero también por Falkenhom. Me parece que le estás dando un ritmo muy bueno y siempre acabas las entradas con unas frases que te dejan con ganas de más.
    Estaré atento.
    ¿Qué pasaría aquella noche para que pudiera cambiar la vida de una vampiro acostumbrada a la muerte y el sufrimiento?

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Soy el número cuatro

Soy el número cuatro
Me encanta esta peli :)