jueves, 4 de octubre de 2012

Falkenhom (II)

"Bienvenidos al aeropuerto de Estocolmo. Son las 22:35 hora local, y la temperatura es de unos agradables nueve grados centígrados. Esperamos que hayan tenido un buen vuelo y les deseamos una feliz estancia."

La voz del comandante me transportó a la realidad de nuevo. Lenta y perezosamente, abrí los ojos para darme cuenta de que el avión ya había aterrizado. Me levanté, cogí la única mochila en la que llevaba todas mis pertenencias y me escondí.

Esperé a que abrieran el compartimento del equipaje y me deslicé sigilosamente por un hueco, saltando a la pista. Corrí y me colé, sin que nadie se diera cuenta, dentro del aeropuerto. Una vez allí, busqué el camino a la estación de trenes más cercana y cuando la encontré, compré un billete a Falkenhom. Mi verdadero destino.

Llevaba años esperando encontrar un lugar apartado y apacible en el que poder vivir sin miedo a recaer en mi pasado. Y menudo pasado.

Cuando te convierten en un vampiro, no eres una verdadera amenaza hasta que pruebas la sangre de tu primera víctima. Es entonces cuando entras en el juego y la persona que habías sido hasta entonces muere por completo. Te conviertes en un asesino despiadado y sin alma, un cazador sin arrepentimientos que no solo mata sino que disfruta haciendo sufrir a sus presas.

Desde sólo unas horas tras mi conversión y durante casi nueve décadas, Alec, Jamie y yo sembramos el terror en todos y cada uno de los continentes. Asesinamos a cientos, no, miles de personas en todo ese tiempo, muchas de ellas tan solo por diversión. Llegamos a ser tan temidos que incluso adquirimos un nombre dentro de la comunidad vampírica, "El trío de la muerte", que nos hizo famosos en el mundo entero por nuestra crueldad y nuestra insaciable sed de vidas humanas.

Aunque hacía ya ocho años desde mi última víctima, recordaba a la perfección lo que sentía. Lo que sentía con cada mordisco, cada cuello, cada garganta... Recordaba con total claridad cada rostro, los inútiles gritos de socorro... Pero sobre todo recordaba la sensación, esa sensación de euforia que me hacía sentir el ser más poderoso del universo. Una diosa entre mortales.

Pero todo había cambiado. De un día para otro, la euforia dejó paso a un terrible sentimiento de culpabilidad que me había perseguido durante ocho largos años.  Era perfectamente consciente de la cantidad de sufrimiento de la que era responsable, y mentiría si dijera que no pensé en suicidarme. Más de una vez.

Pero de momento y para aclarar mejor mis ideas, había decidido trasladarme a aquel pueblo, "Falkenhom", del que había leído tenía muy pocas horas de luz y no muchos habitantes. Buscaría un pequeño trabajo a tiempo parcial que me permitiera ganar el dinero suficiente como para tener un hogar propio y, tal vez con el tiempo, alcanzar una vida más o menos normal. Dentro de lo normal que pueda llegar a ser la vida de un vampiro.

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Soy el número cuatro

Soy el número cuatro
Me encanta esta peli :)