viernes, 9 de noviembre de 2012

Falkenhom (VI)

Seattle (EE.UU), marzo de 2006

- Vamos, y recuerda avisar a los vecinos para que llamen a la policía.

Levanté al niño para que pudiera salir por la ventana y me agaché para tomar entre mis brazos a aquel bebé.  Apenas habrían pasado unos segundos cuando oí su voz.

- Vaya, vaya, vaya.

Me giré. Alec.

- Así que este es el motivo de nuestros últimos fracasos. Mis peores sospechas se han confirmado.
- Vosotros no lo entendéis, yo...
- No te molestes en defenderte. Llevas meses cargándote nuestros planes, y aunque al principio quería negarlo... Oh, vamos, Kyla. ¿Cómo has podido caer tan bajo? Volverte como uno de ellos. Tenía grandes propósitos contigo, grandes esperanzas. De Jamie todavía me lo hubiera esperado, pero de ti...
- ¡Oye!-dijo, Jamie, indignado-.
- Cierra el pico, pedazo de inútil. Nadie te ha dado la palabra.
- Por lo menos tendré derecho a...
- ¡Tú no tienes derecho a nada! Lo perdiste el día en que nos metiste de lleno en aquella emboscada tras desobedecer las órdenes de nuestro comandante. Si estamos hoy aquí y en esta situación es por tu culpa.
- Ya te he dicho un montón de veces que lo siento, yo...
- Eso no importa. Lo que importa es lo que somos, lo que sois y por qué lo sois. YO os creé, a ambos. Y por ello exijo un mínimo de lealtad. ¿Acaso es mucho pedir?
- Yo...-dije-. Yo nunca os he traicionado, sigo siendo vuestra amiga. Sólo me han devuelto el alma, pero sigo siendo la misma Kyla de siempre.
- De acuerdo, entonces... demuéstralo. Demuestra que mereces seguir perteneciendo al Trío.

Miré al bebé. Estaba dormido, ni siquiera había abierto los ojos todavía.

- Vamos, ¿a qué estás esperando? Pártele el cuello y déjalo seco.

Levanté la mirada hacia Alec y Jamie, para luego desviarla de nuevo hacia el bebé. Aquellos eran mis dos mejores amigos, las únicas personas en las que había confiado a lo largo de toda mi vida. No quería perderlos, pero no podía sucumbir a la tentación de nuevo, con todo lo que me había costado... No podía arriesgarme.

- Jamie, ¿tú no tienes nada que decir?-le pregunté,pero ni siquiera se atrevió a abrir la boca.-.

Desvié la mirada una última vez antes de hacerlo.

- Muy bien. Entonces, adiós.

Y salté por la ventana. Bajé rápidamente por la escalerilla de incendios, pudiendo comprobar que la policía ya había llegado. Dejé el bebé a la vista de uno de los agentes y huí.

Abandoné la ciudad aquella misma noche, aunque todavía no tenía un destino en mente. Por primera vez desde hacía casi un siglo, estaba sola.

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Soy el número cuatro

Soy el número cuatro
Me encanta esta peli :)