martes, 18 de septiembre de 2012

Falkenhom

Mi nombre es Kyla, Kyla McCarthy. Nací el 30 de abril de 1897 en Brooklyn, Nueva York y tengo ascendencia irlandesa (aunque supongo que eso ya lo habréis deducido por mi apellido).

Nunca conocí a mis padres. Apenas tenía unos meses cuando ellos murieron, poco después de llegar allí desde la por aquel entonces hambrienta Irlanda. Los primeros recuerdos que tengo son del orfanato en el que me crié.

Sin embargo, apenas pasaba tiempo allí, pues aunque recibí muchas advertencias y no pocos castigos, me escapaba con frecuencia. Y fue en una de esas escapadas, con apenas siete años, en la que conocí a Alec y Jamie, quienes pronto se convertirían en mis mejores amigos. Ambos eran de familias ricas y vivían lejos del orfanato donde me crié, pero como a ellos también les gustaba saltarse las normas no tenían reparo alguno en fugarse de allí de vez en cuando.

Recuerdo perfectamente el momento en que los conocí. Estaban jugando a ver quién era más rápido subiendo a un muro, en un callejón cercano a mi orfanato. Al verme y darse cuenta de que ninguno de los dos era capaz, me retaron a hacerlo. Aunque estaba un poco asustada, finalmente pasé al otro lado sin tropezarme ni caerme. Los dos se quedaron patidifusos, y creo que fue a partir de aquel momento cuando empezamos a ser amigos.

Aunque ambos se conocían desde bien pequeños y estaban muy unidos, se notaba a la legua quién era el dominante en la relación. Alec era mucho más atrevido que Jamie, y en la mayoría de ocasiones éste se dejaba llevar por el primero.

Catorce años después, los tres nos habíamos hecho prácticamente inseparables. Habíamos crecido juntos y vivido multitud de anécdotas y divertidas historias. Pero todo cambió el día en que me dijeron aquello.

- Kyla, hemos estado pensando...-empezó Jamie, recibiendo toda mi atención-. Alec y yo habíamos pensado que...
- Vamos a enrolarnos-aclaró Alec-.

Mi mundo entero se detuvo durante incontables instantes.

- ¡¡¿Quéeeee!!??-grité-. ¿Estáis locos? ¿Ir a a la guerra? ¿Tenéis idea de la cantidad de gente que ha muerto?
- Unos pocos millones, según los últimos sondeos-bromeó Jamie-.

Puse la cara en blanco. Alistarse en el ejército en aquella época era como tirarse por un acantilado, si no fuera porque tenías bastantes más posibilidades de sobrevivir en este último caso.

- No lo entiendo-dije, tratando de retener la tristeza que afloraba en mi interior-. Pero, ¿por qué?
- El padre de Jamie-dijo Alec, sin darle tiempo a su amigo para hablar- es muy autoritario. Dado que han perdido toda su fortuna aprovechan que su hijo es mayor de edad para enviarlo a la guerra. Piensa que así hará algo de provecho.
- Pero insisto en que no hace falta que vengas, Alec. Este es mi problema, no el tuyo. Yo soy el que tengo el padre imbécil.
- Y también el que tiene nombre de chica.
- ¡Yo no tengo nombre de chica! ¿Cuántas veces te lo tendré que decir? "Jamie" es un nombre mixto.
- Mixto o no, no sobrevivirías ni dos minutos en el frente sin mi ayuda. Iré contigo, ya está decidido.
- Yo también voy.

Esa frase mía los dejó sin habla. Y, al parecer, les hizo mucha gracia. Yo me molesté.

- ¿Pero qué es lo que pasa? ¿Por qué no puedo ir con vosotros, eh?
- No sé-dijo Alec-. Tal vez porque eres... ¿una mujer?
- ¿Y qué si lo soy? Soy mucho más madura que cualquiera de vosotros dos, y bastante más ágil.
- No te dejarán pasar, Kyla-dijo Alec-. No puedes venir con nosotros.
- No pienso permitíroslo. ¡No me dejaréis sola!
- Oh, vamos. No seas tan dramática. Estaremos de vuelta mucho antes de lo que piensas. Mataremos unos pocos alemanes, y enseguida volveremos a casa. ¿Verdad, Jamie?
- Verdad, Alec.
- Por favor, chicos. No me hagáis esto...-dije casi llorando, desesperada-.  Si no volvéis y  me quedo sola...
- Escúchame, Kyla-dijo colocando sus manos sobre mis hombros y atrayéndome hacia sí para que le mirara directamente a los ojos-. Te prometo que tanto Jamie como yo volveremos para estar contigo.
- ¿Lo prometéis?
- Lo prometemos-dijeron ambos chicos-.

Y sellamos la promesa con un corto aunque afectivo abrazo colectivo. Al día siguiente, mis dos mejores y únicos amigos embarcaron en dirección a Europa. Era un caluroso día de julio de 1918.

Durante semanas, estuve yendo y viniendo de la mensajería para ver si me llegaba alguna noticia.No podía afrontar la incertidumbre de no saber si estaban bien. Día tras día, me llevaba un chasco al comprobar que no llegaba nada. Un día cualquiera,  apenas un par de meses después, llegó a la mensajería una carta. Y otra más con ella.

Pero cuando llegué allí no estaban, así que corrí hasta el edificio donde se encontraban los domicilios de ambas familias. Al llegar, vi a la madre de Jamie llorando sobre los hombros de su padre, y los padres de Alec abrazándose.

- No, no...

Sentí que me ahogaba. Me derrumbé en lágrimas sobre la carretera y estuve allí tirada hasta que el padre de Jamie me vio y me gritó para que me fuera. Las dos familias me habían odiado desde siempre, por inculcar a sus hijos, según ellos, ideas deshonestas y temerarias.

Corrí hasta el puente de Brooklyn, llorando a lágrima viva y sin poder creerme lo que estaba pasando. Alec y Jamie... Habían muerto, ya nada podría salvarlos. Los había perdido para siempre, y eran todo lo que tenía. Estaba triste y angustiada por la vida que me esperaba sin ellos, sin poder volver a verlos. Me asomé al borde del puente, dispuesta a acabar con una vida sin sentido alguno para mí.

Pero entonces pensé que Alec y Jamie habrían querido que asistiera a su funeral. Fuera donde fuera donde estuvieran entonces, no me perdonarían si no lo hacía. Así que bajé de allí y me dirigí al cementerio más cercano, donde sabía que ambas familias tenían sus mausoleos. Esperé allí hasta el anochecer.

Escondida para que nadie me viera, esperé a que el funeral terminara y luego me acerqué a la tumba de Alec, a unos pocos metros de distancia de la de Jamie. Me arrodillé.

- Alec, Jamie...-sollozé-. Me lo prometisteis. Me prometisteis que volveríais conmigo. Y ahora que ya no estáis, yo...
- ¿Kyla?

Me giré. Ante mis propios ojos aparecieron mis dos mejores amigos. Alec, y detrás Jamie.

- No, no puede ser. Estáis muertos...-dije, casi llorando-.

Alec se acercó más a mí. Y luego a mi cuello.

- Alec-lloré-. ¿Qué...está...pasando?
- Tranquila, Kyla. Sigo siendo yo. Tú relájate y todo acabará rápido.

Sentí un dolor punzante en mi cuello. Acto seguido, Alec se hizo un corte en el brazo y me hizo tragar la sangre que salía de él. A los pocos segundos, sentí un fuerte dolor en mi pecho,a la altura de mi corazón. Me llevé la mano hasta ahí mientras notaba que, poco a poco, iba perdiendo la vista. Finalmente, me desmayé.

Cuando volví a despertar, me había convertido en uno de ellos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Soy el número cuatro

Soy el número cuatro
Me encanta esta peli :)