jueves, 31 de mayo de 2012

Poderes (X)

- ¿Sonambulismo aéreo?
- Héctor, me he despertado a cuatrocientos kilómetros de mi casa y a quinientos metros de altura. Como comprenderás, el nombre que le quieras poner a lo que me ha pasado es lo que menos me preocupa ahora mismo.
- Tienes razón, tío. Perdona, me he dejado llevar por la emoción. Continúa.
- Me estoy descontrolando. Hace apenas tres días que las tengo, pero tengo la sensación de que voy perdiendo el control de mis habilidades. Al principio tenía un montón, y ahora sólo dos. Y una de ellas me ha llevado volando durante cientos de kilómetros sin que yo me diese cuenta. Por no hablar de las veces en las que, simplemente, perdí la habilidad. Así, sin más.
- Tal vez sea una especie de prueba o algo así. Si la superas, conservarás tus poderes. Si no, se buscarán otro pringado al que torturarán durante días con el mismo objetivo.
- Gracias, primo. No sé qué haría sin tu ayuda.
- No hay de qué.

Por si no lo habéis notado, mi primo Héctor también viene de la rama de la familia en la que no sabemos reconocer un sarcasmo delante de nuestras propias narices.

- Y una cosa más-dije-.
- ¿Qué?
- ¿Podrías volver a explicarme como es que Rachel, o Alice no me han echado en falta en este día y medio?
- Les dije que te había montado una super fiesta masculina.

Si no estallé en carcajadas, fue por respeto a los que estaban en la mesas de alrededor. Ah, sí, por cierto: estábamos en un Starbucks cercano a Times Square.

- Héctor, no te ofendas, pero... ¿cómo iba a tragarse alguien tan inteligente como Rachel una mentira tan estúpida?
- Bueno, es rubia. Y eso le da bastantes puntos.
- Héctor...
- Perdona, me estoy volviendo a desviar del tema. Eso sí, si te preguntan, acabamos de llegar... ahora mismo-dijo mirando el reloj- a las 12:35. Y nuestro viaje a Atlantic City ha sido sublime.

Opté por no preguntar más.

Aunque de todas formas, seguía preocupándome por lo que había pasado. ¿Y si la siguiente vez causaba algún accidente, o acababa en algún lugar más peligroso todavía que el mirador de la cuarta torre más alta del mundo?

- Aunque ya que estabas, podrías haberme traído algún que otro dónut de esos tan ricos, ya sabes, los del Tim Hortons. Madre mía, lo que daría por volver a Canadá y probar alguno...
- No hace falta que vayas tan lejos. Hay uno a dos calles de aquí.
- ¡¡¡¡¿¿¿¿Quéeee!!!!????-gritó. Todos a nuestro alrededor se giraron-.
- Héctor, por favor, baja la voz.
- ¿Has tenido un Tim Hortons al lado toda tu vida y nunca me lo has dicho? ¿Y qué hacemos entonces en el Starbucks? Se acabó tío, ahora sí que no te conozco.
- Pues es una pena, porque seguro que a Lea y a Dianna les hubiera gustado conocerte a ti.

De mala gana, pero lo superó de inmediato.

- ¿Sabes qué?-le dije-.Será mejor que me vaya yendo a casa. El baile es en unas horas y quiero estar preparado. Como llegue tarde esta vez, Rachel me matará. Varias veces.
- Ay, chicos-dijo suspirando-. En el fondo me dais envidia. Sé que me río de vuestra apariencia de "cincuenta años casados", pero ojalá pudiera tener lo que vosotros, aunque sólo fuera por un instante.
- Dios, pero qué pesado estás. ¿Quieres callarte de una vez y pedir salir a Alice, Héctor? Por favor, lleva echándote los tejos desde que llegó, y tú ni siquiera te has dado cuenta.
- ¿Qué? ¿En serio?
- Por supuesto. Le gustas, cómo mínimo lo mismo que ella a ti. Así que no pierdas más el tiempo y hazlo.
- ¿Y cómo...?
- Sé tú mismo. Por difícil que te pueda resultar de creer, podría incluso servirte de algo.
- Está bien, si tú lo dices... Pero deséame suerte.
- Ánimo y a por ello, campeón. Yo te acompañaré hasta la puerta, pero una vez allí estarás sólo.

Y no lo hizo nada mal. Lo más gracioso de todo fue que lo de los tejos era mentira. No tenía la más mínima prueba de que a Alice le gustara Héctor, pero en cuanto supo Rachel que a éste le gustaba ella, quiso que los liáramos. De ahí que los hubiéramos dejado solos la noche anterior, haciendo lo más romántico que se nos había ocurrido para ellos dos: matar zombies. Y es que no hay nada como un tiro entre ceja y ceja para aliviar tensiones.

De vuelta en mi habitación, me puse el traje que me había comprado con Rachel el sábado anterior y me miré en el espejo. La verdad es que no me quedaba nada mal.

 Oí un silbido detrás mío. Era Rachel.

- Estás guapísimo, cariño-me dijo-. Incluso Sheila lo piensa. ¿Verdad que sí, bonita?-dijo, levantándola en el aire cual "Rey León"-.

Por si todavía no lo habéis sabido deducir, Sheila era su gata, aquella gata negra de la que os hablé hace algún tiempo.

- En este caso, te doy la razón. Me queda que ni a Damon, el de "Crónicas Vampíricas".
- Oye, tampoco te pases-dijo, medio indignada-.

La miré y vi en ella a la propia belleza personificada. Soltó a Sheila de entre sus brazos, sobre mi cama.

- ¿Y qué tal yo?-me preguntó-. ¿Me ves guapa?

Normalmente era ella quien tomaba la iniciativa, pero aquella vez fui yo el que me acerqué. Y la besé de improvisto.

- Caray, ¿así de guapa?
- Muchísimo más-le dije,e hice amago de volver a besarla. Pero ella se apartó-.
- Perdona, cariño, pero si nos entretenemos mucho más no llegaremos. Será mejor que salgamos ya.
- Sí, si me das un momento para pasar al baño.

Entré al baño para comprobar que mi rebelde pelo rizado estaba en su sitio. Otro gran error. Volví a perder el control. Mis pies se levantaron del suelo y mi cuerpo empezó a flotar en el aire, y como si de un motor averiado se tratara salí volando por la ventana (sí, en serio), sin poder hacer nada por evitarlo. Todavía pude oír aquello.

- Alice, ¿has visto a Ryan? Me dijo que iba al baño, y como tardemos mucho más no llegaremos...
- No te preocupes, Rachel. Seguro que ya estará allí, preparado con otra de esas sorpresas musicales que tanto le gustan.
- Espero que estés en lo cierto...

Quería parar, pero no podía. Mi cuerpo se aceleraba calle tras calle por los aires de la ciudad. Tenía unos 20 ó 30 minutos como mucho hasta que Rachel llegara al instituto. Al cabo de un tiempo de travesía aérea por Manhattan, algo o alguien me detuvo.

- Eh, ¿adónde vas, tío?

Era Zack. El tío me había parado con un coche. Hace falta ser bestia.

- ¡¡Auuu!!
- Lo siento, pero mejor un coche que un transatlántico o un avión.
- ¿Qué te ha pasado, tío? Ibas totalmente descontrolado-me dijo Dave. Parecía estar ya recuperado-.
- Dejadlo ya, chicos-intervino Nadia-.
- ¿Y cómo me habéis encontrado?
- No sé si lo has notado, pero los que somos como nosotros tenemos una especie de conexión mental-contestó-. Notamos que algo iba mal, así que te buscamos hasta encontrarte.
- Pues ya podríais haber reparado en esa conexión la mañana que me desperté en la CN Tower.
- ¿Te despertaste en la...?-preguntó Cody-.
- Bueno, es igual. Tengo que irme ya. Si no, llegaré tarde al baile.
- ¿Qué baile?-dijo Nadia-.
- El baile de mi instituto, estaba a punto de ir con Rachel. Empezaba a las ocho, y sólo estará abierto hasta las dos. Nos ve...

Todos me miraron con asombro.

- ¿Qué? ¿Qué es lo que pasa?
- Lo que pasa-me dijo Nadia- es que son ya las cinco de la mañana.

Me quedé de piedra. No me lo podía creer. Pero miré mi reloj, y era cierto.

- ¡¡Mierda!! ¡¡Mierda...!!-empecé a maldecir-. ¡No es posible! ¡No, no esta vez!
- Si hay algo que podamos hacer...-dijo Nadia-.
- ¡Sí! ¡Quiero deshacerme de estos malditos poderes! ¡Desde que los tengo no han hecho más que arruinarme la vida!¡Pienso renunciar a ellos!
- No lo entiendes, ¿verdad?-me dijo Nadia-. Esto no funciona así, una vez te ha tocado los tendrás hasta el día en que mueras. No podrás librarte de ellos. Jamás lo harás.
- Tal vez todavía llegue al final...-dije-.
- Oh, vamos, Ryan. No seas ridíc...

Pero lo fui.  ¿Cómo podía ser posible que hubieran pasado horas en lugar de los minutos que yo había percibido?

Fui todo lo rápido que pude hasta nuestro instituto. Cuando llegué, vi que las luces estaban encendidas y me llené de esperanzas. Pero al entrar, no había nadie excepto el conserje.

- Perdone-le pregunté-. ¿Ha terminado hace mucho el baile? Verá, había una chica rubia, con vestido azul...
- Lo siento hijo, pero el baile terminó hace horas. Aunque sí que me suena esa chica que dices, estuvo aquí hasta hace muy poco y la tuve que acabar echando.
- Dios mío...

Corrí hacia mi apartamento, y ya desde la calle pude ver a Alice sentada en el sofá con Rachel llorando en sus hombros.

- Joder...-me dije-. Esta vez sí que la he cagado.

Pero aún así, me armé de valor para subir y llamar a su puerta. Fue Alice quien abrió.

- Ryan, no creo que sea un buen momento...
- ¿¡¡Dónde COÑO estabas?!!- la cara de Rachel estaba empapada en lágrimas, y me gritaba como no la había oído gritar en toda mi vida-. ¡¡He estado SEIS puñeteras horas esperándote, allí sentada y viendo como todo el mundo se lo pasaba genial!! ¡¡Ah, y sabes qué?? ¡¡Nos nombraron para ser rey y reina, y NO estabas!! ¡¡No lo he pasado peor en toda mi puñetera vida!!
- Dios, Rachel. Lo siento, de verdad. Yo...-traté de disculparme-.
- Se suponía que era nuestra noche, Ry...-dijo, y volvió a  romper en lágrimas-. Nuestra noche...
- Rachel. Por favor,perdóname. Perdóname y te prometo que...
- No.

Aquella palabra se me clavó en el corazón.

- Rachel, te lo suplico. Dame otra oportunidad, por favor.
- Lo siento, Ryan-apenas se le entendía entre tanto lloro-. Pero esta vez no. Esta ha sido la gota que ha colmado el vaso. Se... Se acabó.

Aunque sabía que lo merecía, no podía creer lo que estaba pasando.

- Rachel...-le supliqué-.
- ¡¡¡¡NO QUIERO VOLVER A VERTE EN TODA MI VIDA!!!!

Y me cerró la puerta en las narices, tras la cual oí un un fuerte llanto.

- Joder...¡¡Mierda!!-grité-.

Ya estaba. La había perdido, no había vuelta atrás. ¿Cómo podría haber pasado tanto tiempo sin darme cuenta? ¿Cómo podía haber estado volando por ahí sin control durante nueve horas? Algo no cuadraba...
Aunque aquella última semana pocas cosas lo hacían.

Las calles todavía estaban oscuras cuando decidí salir a pasear. Recorrí Central Park de arriba a abajo, reflexionando sobre mí mismo y sobre si valía la pena o no contarle a Rachel lo que me había pasado en los últimos días. Y me detuve en el lugar exacto en el que compartimos nuestro primer beso, justo cuando estaba amaneciendo.

Lo recordaba perfectamente:  la garganta reseca por los nervios, el ritmo acelerado del latido de mi corazón, su pelo rubio y sedoso ondeando con la suave brisa del ocaso, y aquella mirada de aprobación que me hizo el ser más feliz sobre la faz de la Tierra. Y luego, el tacto de sus labios. Aquellos labios...

Pensar en la más que probable posibilidad de que nunca pudiera volver a besarlos me hizo caer en una profunda depresión. Y entonces decidí ponerme a prueba.

Vería hasta dónde era capaz de llegar. Descubriendo cuáles eran mis límites tal vez aprendiera a controlarme mejor. Así que inspiré con fuerza, me concentré, y empecé a ascender lentamente, sin miedo.

A los pocos segundos, empecé a admirar la majestuosidad del parque desde los veinte o treinta metros de altura. Conforme iba subiendo más, alcanzaba la altura de un edificio de tamaño medio, hasta llegar a casi los quinientos metros de altura. En sólo un minuto,  Manhattan en todo su esplendor se encontraba bajo mis pies. Distinguía a la perfección la forma de la isla, los puentes...

Pero de un momento a otro mis pulmones dejaron de recibir oxígeno. Debía de estar ya a unos pocos kilómetros de altura, cuando me empezó a faltar el aire (lógico, a docenas de grados bajo cero y sin apenas oxígeno). Y entonces caí. Aunque lo hice en Chicago. Ya sabéis, cosas de la rotación terrestre.

Descendí en picado hasta los pocos metros de altura rozando la superficie del Lago Michigan y estampándome contra una boya, donde permanecí durante lo que yo recuerdo como mucho tiempo.

No quería volver a Nueva York, sabiendo que ya nunca más podría estar con Rachel. Que todos nuestros planes juntos se habían ido al garete de un día para otro. Vivir juntos, casarnos, formar una familia... Todo aquello con lo que alguna vez habíamos soñado, jamás ocurriría. Qué razón tenía el que dijo "No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes".

Y la cara de Rachel... Su rostro lleno de sufrimiento y decepción.Ella era la que lo estaba pasando realmente mal. Cómo podía haber sido tan egoísta...

Pero por mucho que quisiera hacerlo jamás podría renunciar a aquellos nuevos dones, consciente de las vidas que podría salvar en el futuro, vidas como la de aquella chica atrapada en un edificio en llamas... Mi responsabilidad era sacar lo mejor de mí y de aquellas nuevas habilidades y utilizarlas para ayudar a la gente. Y si aquello suponía un riesgo para mis conocidos... Tal vez fuera mejor no tenerlos.

Estuve pensándolo durante horas, y esta vez conscientemente. No tenía sensación de cansancio, ni de hambre. Ni siquiera sed. Me sentía mucho más fuerte desde mi ascenso a la estratosfera. Y entonces lo decidí.

"Me iré"-pensé-. "Le diré a Rachel la verdad, y a Alice, y me iré. Ya buscaré la forma de contárselo a mis padres cuando vuelvan de las vacaciones. Es hora de empezar de nuevo en un sitio donde no ponga en peligro ni haga daño a nadie..."

De pronto, mi móvil comenzó a sonar. Abrí la tapa y escuché la voz de una alarmada Alice.

- ¡Ryan! Ryan, ¿donde estás? Llevo horas llamándote, y no me contestabas, pensé...
- Tranquila, Alice. ¿Qué ha pasado? ¿Estás bien? ¿Y Rachel?
- Se la han llevado, Ryan-sollozó. Aquello me sentó como un rodillazo en mi punto más débil-. Poco después de irte tú, volvieron a llamar a la puerta. Escuché sus gritos y fui corriendo a ayudarla, pero me golpearon en la cabeza y me desmayé. Lo siento, Ryan, lo siento...
- No pasa nada-dije. Ahora mismo voy, Alice-. La encontraremos, te lo prometo.

Salí volando, literalmente, en dirección sudeste. Nueva York. Me sentía distinto, como si de una vez por todas hubiera a aprendido a dominar mis poderes en vez de al revés.En pocos minutos, había recorrido más de dos mil kilómetros. Aunque me di cuenta cuando empecé a apreciar la forma del río Hudson, y pasaba por encima del Washington Bridge, de que estaba empezando a anochecer. Había pasado casi un día fuera.

Volé hasta mi casa, sin importarme que alguien pudiera verme. Cuando llegué, todavía había un par de coches de policía aparcados en la acera frente a la entrada de nuestro portal. También estaba Héctor.

- ¡Ryan!-gritó-. Oh, dios. He venido en cuanto lo he sabido.
- Gracias, Héctor. Pero no puedo quedarme. Tengo que buscarla.
- ¿Y por dónde piensas empezar?
- Héctor, es la persona a la que más quiero en el mundo. Lo siento, pero no voy a  perder el tiempo aquí parado hablando contigo. Me voy.

Hubo un par de instantes de absoluto silencio, durante los que me di cuenta de que Héctor y Alice estaban cogidos de la mano. No pude evitar esbozar una leve sonrisa, que pronto se desvaneció. Me dirigí a Alice.

- Alice, ¿viste quién secuestró a Rachel? ¿Recuerdas algo del secuestrador?
- Secuestradora-dijo, con voz de haber estado llorando durante varias horas-. Era una mujer. Joven, no llegaría  a los treinta años. Era alta... y pelirroja, creo.

Entonces recordé mi sueño de varias noches atrás, y mis peores sospechas se cumplieron. Aquella mujer pelirroja y alta, aquel hombre... Ya sabía quiénes la tenían, pero no dónde. Y entonces, como por arte de magia, aparecieron ellos.

- ¿Necesitas ayuda, Ryan? Hemos oído por ahí que se han llevado a tu chica-dijo Nadia-.
- Así que era cierto lo de la conexión.
- Sólo a partir de cierto tiempo, pero sí. ¿Podemos ayudarte a encontrar a tu novia?
- Ex, pero no importa. Tengo que encontrarla como sea.
- ¿Y la policía?-preguntó Alice-. Les he contado todo lo que sé, pero...
- No podrán hacer nada-dije-. En el mejor de los casos, averiguarán dónde está, o quien la tiene, demasiado tarde como para salvarla.
- Te ayudaríamos, pero tendrías que darnos algo por lo que empezar-dijo Zack-.

"Vive a sólo unas calles del lugar de inicio". Recordaba aquellas palabras del sueño a la perfección.

- Chicos, tal vez no sea tan difícil-dije-. Tiene que ser en un lugar aislado y abandonado, a pocas calles de aquí.
- Eso no reduce mucho la lista-dijo Cody-. Podríamos...
- Astor Place-dijo Héctor sin pensárselo siquiera-.

Todos enmudecimos.

- Astor Place, es el edificio abandonado más aislado que conozco. Si secuestrara a alguien, sin duda lo llevaría allí.

El silencio siguió presente.

- ¿Qué? Soy muy aficionado al "Street View"...-y pensándoselo un poco más añadió-...y a "Mentes Criminales".
- Está bien-dije-. Vayamos allí. Alice, por favor, tú quédate. Necesitamos a alguien aquí que nos mantenga informados por si la policía descubre algo.
- De acuerdo. Pero, por favor... Tened cuidado.
- Por cierto, soy Héctor-dijo presentándose a Nadia y compañía-. Y ella Alice-dijo, señalándola-.
- Mucho gusto.

Nos íbamos ya cuando dijo algo más.

- ¿Qué coño? ¿Y si muero en esta aventura?

Se giró. Fue andando hacia Alice a pasos rápidos, la agarró y la besó. Todos nos quedamos muy cortados, pero fue bonito ver cómo Alice le correspondía continuando el beso.

- Ey, Héctor-le dije-. Te recuerdo que tienen a Rachel. Así que si no te importa, démonos un poquito de prisa.

Se despidió de Alice y corrió hacia nosotros.

Mientras,a sólo unos cientos de metros de allí y sin que yo lo supiera, Rachel gritaba de dolor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Soy el número cuatro

Soy el número cuatro
Me encanta esta peli :)