miércoles, 25 de abril de 2012

Poderes (VII)

Aprovecho esta entrada para autofelicitarme el día de mi santo, San Marcos. Espero que os esté gustando la historia.

- ¿Pero qué co...?
- Puedo explicarlo, de verdad. Estoy seguro de que existe una perfecta explicación científica y racional...
- ¡Estabas volando! ¿Cómo...? ¿Qué...? ¿Desde cuándo explica eso la ciencia?
- Créeme, Héctor. Te lo diría, pero es mejor que no lo sepas.
-  Déjate de tonterías, y dime qué me he perdido últimamente.
- Ya te he dicho que...
- Por favor, Ryan. Dime la verdad. Porque no recuerdo haberme pasado tanto con el vodka de anoche.
- Como quieras, primo. Pero que conste que te lo advertí.

Le conté todo lo que me había pasado hasta entonces, aunque preferí no decir nada de Dave.

- ¿En serio, tío?  ¿Tu mano izquierdo ardió en llamas, atravesaste una pared,  volaste por toda la ciudad y enviaste un coche al espacio de un estornudo?

Mi primo estuvo unos instantes sin hablar, incluso llegué a pensar que tal vez no me creyera. Claro que sería bastante absurdo, teniendo en cuenta que hacía sólo unos momentos me había visto levitando sobre mi cama.

- Héctor, ¿estás bien?-le pregunté-.
- ¿Que si estoy bien?-dijo, elevando el tono de voz y con una sonrisa de oreja a oreja-. ¡Tengo un primo superhéroe!

Nunca lo había visto tan contento.

- ¡Esto es GENIAL! ¿Lo sabe Rachel?
- No, todavía no se lo he dicho.
- ¿Y por qué no?
- Porque como aspirante a "superhéroe" que tú dices que soy pronto empezaré a tener enemigos, enemigos de los de verdad. Y no quería ponerla en peligro.
- Ah, ¿y a mí sí?
- Te recuerdo que has sido tú quien ha insistido en sonsacármelo.
- Bueno, es igual. No perdamos más el tiempo, tenemos muchas cosas por hacer.
- ¿Cómo dices?
- Me autoproclamo tu ayudante personal. Haremos una página web, y pondremos anuncios, y lo más importante...

Estaba haciendo esa pausa a propósito.

- ¡Te haremos un traje a medida!
- Ah, no. Por ahí sí que no paso. Mi responsabilidad es ayudar a la gente, no hacerlo vestido con ridículos trajes ajustados.
- Bueno, si lo prefieres te buscaremos un nombre primero.
- Héctor, en serio, no...
- ¡Ya está! ¡El rayo Ryan! Es pegadizo.
- Yo sí que me volveré pegadizo si no dejas de decir tonterías. No quiero hacerlo público, Héctor. ¿Es que acaso no has pensado en que tus ideas podrían transformarse fácilmente en una inagotable fuente de trampas, y en un constantes peligros para todos los que me rodean?

Lo miré, y lo vi algo entristecido.

- Escucha, haremos una cosa. Te demostraré lo que puedo hacer, pero una vez lo haga déjalo estar, ¿de acuerdo? No quiero que nadie te haga daño.

Lo aceptó. Nunca fui demasiado duro con él, ni siquiera en las situaciones en las que habría hecho falta. Para muchos, yo era su único amigo, ya que las cosas a nivel social no le iban demasiado bien, lo cual le había afectado bastante. Sobre todo desde que se enamoró de la prima de Rachel, Alice.

- Y dime-me decía mientras yo encendía la cocina para calentar una olla de agua hasta que hirviera-. ¿Dónde está Rachel ahora? Hace ya casi doce horas que no os veis, y eso es como veinte años para una pareja normal.
- Ja, ja. Muy gracioso, primo. Rachel se ha ido al JFK a recoger a su prima Alice. No llegará hasta la tarde.
- Vaya, así que ya se sacó el carnet de conducir-dijo, ignorando el comentario de Alice, como si no le importara en absoluto-.
-  Lo habría seguido intentando, pero al parecer las autoescuelas en todo el estado están advertidas sobre mí por esa estúpida equivocación que cometí en el primer examen. Colapsar el puente de Brooklyn durante unas horas, ¿a quién no le ha pasado alguna vez?
- El agua ya hierve-me dijo Héctor-. Veamos si eres inmune al calor.
- Por supuesto que lo soy-dije justo antes de meter la mano de golpe-. Ya te he contado lo del par...
¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡QQQQQQQQQQUUUUUUUUUUEEEEEEEEEEEEEEEEE!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Hasta en Nueva Jersey debieron de oír aquel grito.

- ¡¡¡Jooder, qué dolor!!!
- No te ofendas,tío, pero menudo timo de superhéroe.
- Cállate-dije, consternado-.

Intenté acelerarme hasta la supervelocidad y traté de hacerme invisible, e incluso corrí hacia la pared hasta chocarme contra ella. Y todo sin éxito.

¿Qué me había pasado?  Sólo unas horas antes me creía el rey del mundo y de un momento a otro todo había desaparecido.

- Tal vez fueran temporales.

Aquello hubiese sonado bastante convincente, si no hubiera sido por el hecho de que...

- Todavía vuelo-dije-.
- Como el mayor experto en superhéroes, superpoderes y demás, creo que es posible que en tu primera exposición o encuentro o simplemente aparición repentina de todos esos poderes que dices que tenías se te dieron un montón de ellos de forma temporal, y conforme pasaban las primeras horas conservaste sólo aquellos a los que tu cuerpo se adaptó mejor. O aquellos que más te gustaban.

Vaya con mi primo. Eso sí que es un experto, y lo demás son tonterías.

- ¿Aquellos?-pregunté, extrañado-.
- Por eso sigues sintiendo la mano-dijo mi primo, señalándola-.

La miré, y vi que la horrible herida causada por la quemadura iba desapareciendo poco a poco. Se estaba regenerando por sí sola.

- Curación instantánea-dijo, interesado-. ¡Mola!

Probablemente estéis pensando: "Vaya, pues sí que han tardado poco estos dos en creerse lo de los poderes sobrenaturales, casi como si se lo esperaran, como si fuera lo más normal del mundo y hubieran estado esperándolo toda su vida". Qué queréis que os diga. La imaginación es un arma muy poderosa, como bien descubriréis si llegáis al final de esta historia.

_________________________________________________

Imaginad a dos locos adolescentes volando por los cielos de Manhattan a una velocidad de vértigo. Ahora, imaginaos a uno de ellos diciendo lo siguiente.

- ¡Creo que voy a vomitar!

El escepticismo tiene sus ventajas, y hasta que se invente un neuralizador como el que tienen en "Men in Black", esa es la mejor de nuestras bazas. Siempre y cuando no hagas demasiadas estupideces, no tienen por qué descubrirte aunque tengas unas habilidades ligeramente distintas a las del resto de la humanidad.

- Oh, vamos, no seas quejica. Tampoco es para tanto-dije mientras sobrevolábamos la azotea del edificio "Metlife"-.

Pues eso, ligeramente.

Giré hacia el sudoeste, dirección la Estatua de la Libertad. Era genial, sentía el viento como si fuera éste el que me impulsara por los cielos, sentía su fuerza, su poder, su vitalidad... en todo mi ser.  Bajaba hasta casi rozar el agua y luego subía de nuevo, varias docenas de metros por encima de ella. Y entonces desapareció.

"Por suerte", estábamos sobre la cabeza de la estatua. Héctor gritó, presa del pánico, mientras trataba de agarrarse a algo. Intenté con todas mis fuerzas remontar el vuelo, y como siempre en el último segundo lo hice (más que nada para aumentar la tensión). Y justo a tiempo para evitar quedarme sin mi primo español.

- ¡Nunca más! ¡Suéltame en cuanto puedas, tío! No pienso volver a.... ¡¡¡ahhhhhh!!!

Tranquilos, cuando lo dejé caer de nuevo estaba todo controlado. Tan sólo quería gastarle una broma. Por extraño que parezca no se lo tomó demasiado bien, pero me perdonó en cuanto le dije que a cambio le presentaría a Lea Michele. Y puede que hasta a Dianna Agron, dependiendo de cómo se comportase en el camino de vuelta. Suerte que la Estatua llevaba cerrada más de un año.

De vuelta a mi tranquilo apartamento del East Village, dejé a mi primo medio muerto descansando allí y salí en dirección al Hospital de Bellevue, en Chelsea, donde esperé que Dave estuviera.

Había mucha gente, pero me las apañé para acercarme al mostrador y preguntar.

- Buenas tardes. Verá, he venido a ver a un amigo, Dave...

Caí en la cuenta de que no me sabía su apellido, lo cual provocó que el recepcionista y las veinte o treinta personas que tenía detrás haciendo cola empezaran a mirarme raro.

- Dave...
- Saltzman.

Me giré, y allí estaba ella. Nadia.

- Dave Saltzman.

Al principio tuve miedo de que me gritara o me pegara o algo por el estilo, y lo que hizo me sorprendió enormemente.

Me abrazó. Lo cual me hizo pensar que las cosas no habrían salido tan mal.

- Fuiste tú quien llamó  a la ambulancia, ¿no?
- Sí, fui yo. Es lo mínimo que podía hacer después de lo que le pasó a Dave, y a todos vosotros por mi culpa. Os metí de bruces en una trampa dirigida sólo a mí.
- Eres una buena persona, Ryan-dijo mientras me soltaba-. Me caes muy bien, y sé que tus intenciones son buenas, pero...
- ¿Cómo está Dave?-la interrumpí-.
- Va tirando. Perdió mucha sangre, pero por suerte la ambulancia llegó a tiempo. Le salvaste la vida, Ryan.
- Ya, después de casi quitársela.
- El otro día... Me pasé, Ryan. Te insulté y te eché la culpa de todo, cuando sabía que la culpa era sólo nuestra.
- ¿Pero qué dices? Fui yo quien os conduje...
- Tú no nos condujiste a ningún sitio, Ryan. Nosotros te seguimos. Y cualquiera de nosotros lo volvería a hacer si algún otro estuviera en peligro. Cuando eres como nosotros, tarde o temprano te das cuenta de que SÓLO nos tenemos entre nosotros.
-  ¿Puedo hacerte una pregunta, Nadia? Sólo por curiosidad.
- Siempre y cuando no sea demasiado íntima, sí.
- ¿Por qué sigues separándonos del resto de la humanidad? Quiero decir, seguimos siendo humanos: comemos, dormimos, queremos... ¿En qué somos tan diferentes del resto de personas?
- Con el tiempo lo verás.

1 comentario:

Soy el número cuatro

Soy el número cuatro
Me encanta esta peli :)