martes, 9 de agosto de 2011

DIARIO DE UN SUPERVIVIENTE (XXIV)

Martes, 2 de agosto

Querido diario:

No puedo ni empezar a explicar la sensación que tuve en el instante en que los labios de Richard tocaron los míos.

Hace sólo unos meses, jamás habría imaginado que podría enamorarme tan pronto, y menos de alguien como él. No me malinterpretéis, simplemente es que mi grupo de amistades siempre fue bastante cerrado y nunca fui lo suficientemente valiente como para separarme de él, y ello me habría impedido, en circunstancias normales, conocer a alguien como Richard.

Pero las circunstancias normales murieron al igual que mi familia, y otros cientos de millones de familias por culpa de ese asqueroso y mortal virus.

No creo en el destino, y dudo que alguna vez lo haga. Pero al ver a Richard... Todo cambia.

Me he maldecido una y otra vez, revivido aquel momento cada segundo, martirizándome a diario por no estar con mi familia cuando me necesitaban. Y aquella fatídica situación es la que me llevó a conocer a Richard, algo que jamás habría ocurrido de no ser por ella.

Puede parecer una tontería, pero hubo momentos en los que ni siquiera tenía ganas de seguir adelante. Incluso llegué a pensar que lo mejor sería... No sé, rendirme, o algo por el estilo.

Y entonces apareció Richard. Inexplicablemente, me enamoré de él en apenas un día. Fui una tonta al rechazarle en la azotea la otra noche, pero cuando nos besamos por primera vez... Sentí que volaba.

La muerte de mi familia me llevó de viaje por medio país, buscando unas interferencias que resultaron ser erróneas pero que, curiosamente, me llevaron a conocer al chico del que ahora estoy enamorada. Y eso que el amor nunca había sido una de mis prioridades.

Me dormí abrazada junto a Richard, y me desperté al cabo de unas horas, con los primeros rayos de sol.

Él seguía junto a mí. Sonreí, lo besé en la mejilla suavemente y me levanté. Vi que Milla ya se había levantado, y me pregunté, mientras me dirigía hacia ella , si realmente habría llegado a dormirse.

- ¿Sabes?-me dijo-. Hay algo en lo que aún no me había fijado, y es que llevo meses sin oír el canto de los pájaros al amanecer.

Asentí, aunque no había caído hasta entonces.

- ¿Qué hora es?-pregunté, con una voz todavía algo somnolienta-.
- Imagino que rondaremos las siete, ya que estamos en verano y acaba de amanecer.
- Iré despertando a los chicos entonces, cuanto menos nos entretengamos mejor-dije-.
- Muy bien, iré a ver que puedo conseguirnos de desayuno.

Primero fui a despertar a Justin, quien al parecer seguía en una épica lucha contra El Que No Debe Ser Nombrado, o alguno de sus secuaces, pues cuando lo zarandeé para despertarlo...

- ¡¡¡Expelliarmus!!!

Esquivé una manotada por milímetros.

- Tranquilízate, Harry. Los mortífagos se fueron hace rato.
- Yo sólo...
- Levántate ya, que tenemos que desayunar. Pronto partiremos a Nueva York.
- De acuerdo.

Justin me obedeció, y fui a despertar a Richard.

Aunque supuse que ya estaría despierto, porque conforme me acercaba pude ver en su rostro una sonrisilla.

- ¿Por curiosidad, cuánto tiempo llevas despierto? -le pregunté-.
- El que tú quieras, mi perfecta y bellísima dama-dijo, con un clarísimo tono de burla-.
- Calla y levántate, Milla nos está preparando el desayuno.
- Vaya, qué detalle.

Así que los cuatro nos sentamos a desayunar una especie de rosquillas y lo que parecía zumo de naranja.

- La verdad es que siempre he tenido ganas de ir a Nueva York-dijo Justin-. De hecho, antes de todo esto mis padres y yo...
- ¡¡¡¡¡¡¡Al suelo!!!!!!!-grité-.

Instantes después de que viera un reflejo distante, una ráfaga de balas pasó rozando a Justin, quien se agachó justo a tiempo.

- ¡No fastidies!-dijo Richard-. ¿Otra vez tus amiguitos?
- ¿Los soldados azules?-dijo Justin-. Ya tenía yo ganas de conocerlos.
- ¡Chicos! ¿Queréis centraros? Milla, ¿hay alguna salida...?

Un sonoro estruendo se escuchó a pocos metros por encima de nosotros,e instantes después vimos el helicóptero con el que Milla nos había rescatado hacía sólo unas horas caer a la calle, destrozado y envuelto en llamas. Pudimos oír la explosión que hizo al estrellarse contra la calle.

- No, ya no.

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Soy el número cuatro

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Me encanta esta peli :)