martes, 22 de marzo de 2011
Tom y Nicole; la gran aventura (V)
Aun después de terminar de leer la carta, Nicole permaneció callada unos instantes, como tratando de asimilar lo que acababa de ver.
- Es... mi padre-dijo, casi con lágrimas en los ojos-. Tom, es mi padre, mira-repitió, realmente emocionada.
- ¿Qué? Pero, un momento, tu padre no...
- Está muerto, lo sé, pero esta carta es de él. Sí, seguro que lo es. Recuerdo pocas cosas de cuando era pequeña, pero esta piedra, aquella excursión...
Tom leyó la carta. Cuando la terminó, un sentimiento de sorpresa, y extrañeza al mismo tiempo lo invadió.
- ¿Me dejas ver la piedra?-le preguntó a Nicole-.
- Sí, claro. Pero, ¿para qué?-dijo Nicole, mientras se la entregaba-.
- Es que he pensado que, si tus padres eran espías, puede que la piedra que te han enviado sea como una especie de pista o algo así-comentó Tom mientras las tomaba entre las manos.
- ¿En serio? Vaya, puede que tengas...
Pero de pronto, un pitido ensordecedor llenó la habitación. Tom soltó la piedra, y ambos se tiraron al suelo, con las manos en la cabeza.
- ¡Cógela!-decía Nicole-. ¡Cógela y haz que pare, por favor!
Pero fue Nicole quien, en un subidón de fuerzas, llegó hasta la piedra. Sentía que iba a explotarle la cabeza, cuando por fin logró rodearla con sus manos. Y el pitido cesó.
- Caray-comentó Tom-. ¿Qué clase de piedras cogías cuando eras pequeña?
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