sábado, 12 de marzo de 2011

GUILFORD (VIII)

Alan no tenía ni la más remota idea de lo que haría cuando llegara allí. La policía jamás le haría caso si les hablaba de un sueño.

Pero no podía rendirse. Tenía de la sensación de aquel sueño no era como los demás. No sabía cómo ni por qué, pero, de algún modo, sabía que iba a ocurrir.

Dejó la bicicleta tirada en el arcén de la carretera, e intentó abrirse paso entre la muchedumbre que inundaba el lugar, hasta que llegó a un coche policial. No sabía que hacer, pero no vio más remedio que intentar decírselo a uno de esos policías que había por allí. Quien sabe, puede que incluso lo creyera.

- ¡Señor!-dijo Alan, dirigiéndose a uno de esos policias-. ¡Señor, he de decirles algo!
- ¿Qué? Lo siento, chaval, estamos hasta el cuello de manifestantes. Vete a casa con tus papás antes de que esto se complique.
- Señor, es que se trata de una urgencia. Se trata de una bomba.Verá, yo...
- He dicho que te vayas, niño. Ya tenemos suficientes problemas.

Menuda idiotez. Ese tío jamás le haría caso. Ni siquiera tenía que haberlo intentado. Si pudiera al menos hacer algo, echar un vistazo en busca de la bomba...

Entonces, aprovechó un momento de despiste del policía para saltar la cinta y correr hacia donde recordaba que la bomba explotaría, según su sueño.

Demasiado tarde. Un gigantesco estallido sacudió el lugar. Aún a varios metros de distancia, la onda expansiva golpeó a Alan con una fuerza colosal y lo lanzó contra el parabrisas de un coche, al otro lado de la carretera. Rebotó y cayó al suelo, dolorido como nunca lo había estado.

La gente corría, presa del pánico. La policía hacía lo posible por controlar la situación, pero se les escapaba de las manos. A los pocos minutos, empezaron a oírse sirenas de camiones de bomberos y de ambulancias.

Mientras, Alan se encontraba prácticamente inmovilizado. Todavía no podía creer lo que había ocurrido. Tal vez si hubiera llegado un poco antes...

Pero, antes de poder seguir discutiendo consigo mismo, Alan fue cogido sin cuidado alguno por uno de los policías de la zona.

- ¡Sí! ¡Sí, es este! Sabía lo de la bomba, se lo he oído decir justo antes de la explosión. Seguro que sabe quién ha sido el responsable.
- Escuchad, por favor...-dijo Alan, casi sin habla-. Yo no he hecho nada, yo sólo...
- Que te calles, chaval. Te llevaremos a la comisaría más cercana, llamaremos a tus padres y averiguaremos qué es lo que realmente sabes. Te haremos hablar, quieras o no.

Alan se sentía fatal, pero lo haría mucho peor cuando viese a su madre. Había pasado por tanto para sacar todo adelante... No sabía si podría perdonárselo algún día.

Así que lo metieron en un coche patrulla y se lo llevaron a la comisaría más cercana, mientras camiones de bomberos, ambulancias y más reporteros llegaban a la zona.

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Soy el número cuatro

Soy el número cuatro
Me encanta esta peli :)