Y era cierto, lo vi en su mirada. Remy tenía muchas habilidades, pero mentir nunca había sido una de ellas.
- El otro día...-me dijo, mirándome- estuve viendo unas fotos, y entonces lo comprendí. Me he pasado años buscando y deseando algo que tengo delante desde hace mucho tiempo, pero no me había dado cuenta hasta ahora.
Yo estaba eufórico, pero no sabía cómo reaccionar. Tanto tiempo esperando aquel momento, y ahora que estaba allí me había quedado en blanco.
- Te doy una pista-me dijo Remy-. Mira hacia arriba.
Y lo hice, confuso, hasta que vi aquello sobre nosotros, justo sobre nuestras cabezas. Una rama de muérdago.
Se me hizo un nudo en la garganta, y me quedé medio paralizado. No sabía qué hacer. Se suponía que debía besarla, pero ¿y si ella se arrepentía en el último instante? Estropearía un momento tan mágico... Pero, por otro lado, si no lo hacía tal vez ella pensara que no me gustaba, y se arrepentiría de todo. ¿Para qué me habían servido tantas películas románticas si ni siquiera sabia cómo reaccionar en una situación así?
La miré. Pude apreciar una pequeña sonrisa en su rostro, y me dio la sensación de que lo había hecho aposta.
- ¿Estás disfrutando con esto, verdad?-le dije.
- Como nunca-dijo ella, sin dejar de sonreír.
Y entonces la vi. Aquella mirada que, de una extraña e irracional forma, te indicaba, sin saber cómo, que el otro estaba preparado.
Nos acercamos. Yo estaba nervioso, aunque lo curioso es que me iba relajando cada vez más. Aproximamos nuestras caras, y viví, sin duda, el mejor de mis momentos como adolescente.
Nos besamos. Lo hicimos lentamente, sin prisas y con dulzura. El mundo entero se había parado,sólo estábamos ella y yo, allí. Separamos nuestros labios, y un pequeño copo de nieve cayó del cielo. Por encima de nosotros, miles, no, millones de copos de nieve empezaron pintar el parque de blanco. Una nevada como aquella a finales de junio, casi julio. Por una vez, el cambio climático había hecho algo bueno.
Nos volvimos a besar, tiernamente y sin importarnos que nos estuviera nevando encima. Fue maravilloso.
Ninguno de los dos teníamos ganas de volver al mundo, hubiéramos querido seguir allí durante mucho más tiempo, que aquel beso no terminara nunca. Separamos nuestros labios, nos miramos sonriendo y nos dijimos el uno al otro, al unísono:
- Te quiero.
- Eh, tortolitos-dijo una voz masculina, que reconocí al instante como la de Riley-. No es por interrumpir ni nada de eso, pero en cuanto terminéis con los cariñitos,¿podríais...? ¿Podríais ir al baile? Rachel me ha enviado, dice que tiene una sorpresa para vosotros.
Afirmamos los dos. Nos cogimos de la mano y fuimos detrás de él.
- Os agradecería que os dierais prisa. Rachel me ha dicho que si no os llevaba enseguida ella, bueno... me haría algo muy, pero que muy doloroso.
Riendo, ambos seguimos a Riley hacia el instituto, a tan sólo unos pocos minutos de allí.
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