Era un 13 de noviembre de 2005 cuando Remy y yo nos tomamos aquella foto. Hacía sólo unos días que me había salvado de mi inmersión en el lago, y todavía estábamos empezando a conocernos. Bueno, más bien ella a mí. Yo ya la conocía.
Con cuidado, Remy sacó aquella foto de la primera página del álbum. Se nos veía muy felices a los dos, desde luego. No todos los días aprendes a esquiar por primera vez.
Sonriendo, recordó la siguiente foto antes de verla. Durante la primera clase, ella había resbalado y, aunque yo intenté sujetarla, lo único que conseguí es que ambos cayéramos rodando montaña abajo. Sin duda montamos un buen espectáculo. No hubo heridos (excepto Remy y yo, que tuvimos que acabar vendándonos un brazo cada uno, ella el izquierdo y yo el derecho).
Y sonrió todavía más recordando aquella otra noche, en su casa viendo nosotros dos un maratón de Buffy Cazavampiros. Nos tiramos casi veinte horas delante de la televisión, hinchándonos a palomitas, Coca-Cola y papas, y nos lo pasamos genial haciendo las típicas bromas sobre los "caballeros" de Buffy, Anya, la estrella de la muerte dibujada en la furgoneta de aquel trío de frikis malévolos... Sin duda, una de las mejores noches (y mañanas, a decir verdad) en nuestra vida.
Ya en la última página, se fijó en una tarjeta, de esas que se suelen regalar en los cumpleaños, dedicada por mi parte y exclusivamente para ella, que le había regalado unos meses atrás.
"Felices 17-ponía- disfrútalos, y recuerda que siempre me tendrás a tu lado cuando necesites a alguien. No cambies nunca. Te quiere, tu mejor amigo y fan número uno de los dónuts del Tim Hortons, Sam".
Riley tenía razón. No se había dado cuenta hasta entonces, pero empezaba a verlo claro. Sam siempre había estado enamorado de ella, pero no se lo había dicho por miedo a perderla. Un miedo comprensible.
Pero Remy ya no estaba tan insegura. En realidad, Sam siempre había estado allí, dispuesta a ayudarla y a quererla pasara lo que pasara, y lo seguiría estando en el futuro fuera cual fuese la decisión de Remy.
Pensó en todos los momentos que había compartido con él, en todos los sentimientos que la invadían a cada instante a su lado, y fue entonces cuando lo comprendió.
Ella también estaba enamorada de mí. Acababa de descubrirlo, a pesar de que tenía la sensación de que aquel sentimiento, en el fondo, llevaba años allí.
Esperando que no fuera tarde para decírmelo, se acostó, inquieta, pensando en lo que haría cuando me viera.
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