Así que llegó el viernes. Miguel había tenido toda una semana repleta de clases y responsabilidades familiares para olvidar los nervios, pero aún así sus amigos se las arreglaron para ayudarlo.
- Escúchame, ¿vale, Miguel? Yo soy chica, ergo YO sé lo que gusta a una chica. Y sobre todo a una como Amy. Hazme caso,en serio. Todo cuanto debes hacer es mostrarte seguro de ti mismo, hacerle saber que eres más feliz porque ella está allí, hacerle preguntas sobre ella para saber que te interesa más allá de su físico, y asegurarte de que la miras a los ojos cuando uno de los dos esté hablando. Ah, y sonríe, no hay nada que nos guste más a las chicas que ver a un tío sonreír. Créeme, sé de lo que hablo.
- ¿En serio, Sara?-decía Alejandro-. Parece que eres toda una experta, debes haber tenido muchas citas...
Un incómodo silencio reinó en el ambiente. Carlos le dio un codazo a Álex y le dijo algo al oído. Este desvió la mirada, avergonzado. Era nuevo en el grupo, y como tal no sabía aún todo lo que había pasado entre ellos en sus largos años de amistad. Ni siquiera la única y terrible experiencia amorosa de Sara, hacía tan sólo un par de años. Ella también desvió la mirada durante unos instantes. Luego se volvió hacia Miguel y continuó hablando.
- Ves arreglado, pero tampoco te pases. Y sobre todo recuerda lo siguiente: como una "especie de cita" que es, los dos estaréis nerviosos, no sólo tú. Así que relájate, haz lo que te he dicho y todo irá bien.
Esperando que su mejor amiga tuviera razón, Miguel se presentó allí a la una, hora a la que había quedado con Amy. A pesar de los consejos de Sara, estaba realmente nervioso. A las 13:00, a Miguel casi le da un infarto. Había llegado la hora.
Levantó la mirada, y allí estaba. Increíblemente puntual, y tan sonriente como el día en que la conoció. En cuanto la vio venir desde lejos, la saludó con una mano, y ella hizo lo mismo.
En cuanto llegó, ella habló primero.
- ¡Hola, Miguel! ¿Qué tal?
- Oh, muy bien gracias. Ehm.. aquí estoy.¿Y tú?
- Oh, gracias. Genial. Sí, todo... genial.
- Me alegro.
Tras unos breves aunque al mismo tiempo eternos segundos de silencio, Miguel se envalentonó y habló.
- ¿Te apetecería que fuésemos... no sé, a dar una vuelta?
- Me encantaría-dijo ella, sonriendo-.
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