Definitivamente, parecía que sí que lo sabía todo.
- Si te lo digo, Sam, irás a por él. Llevan décadas matando gente, al igual que yo. Ningún humano normal podría contra nosotros. Y mucho menos si está medio muerto.
- Excepto mi padre.
Me quedé paralizada. Había dado por hecho que aquello no lo sabía, porque de ser así habría intentado acabar conmigo al instante de verme.
- Él sí sería capaz, de eso estoy seguro. Si pudiera saber algo más, si supiera dónde está ahora podría ir con él...
- Morirías, Sam. Hay muchos vampiros por el mundo, muchos más de lo que parece. Tu padre habría podido con la mayoría, pero nosotros...
- Espera un momento-dijo-. Acabas de decir "habría".
- Sí, bueno... Es un condicional, ¿no está permitido en nuestra lengua?
- No te hagas la tonta, Kyla McCarthy-dijo, sin ni siquiera pensárselo-. Sé mucho sobre ti, y entre otras muchas cosas conozco la fecha de vuestra separación definitiva. Fue en 2006, ¿verdad? En marzo, si no me equivoco.
- Sí, pero...-intentaba defenderme, aterrorizada-.
- Meses después de recibir la última llamada de mi padre.
Se acabó, ya no había nada que hacer. Me había descubierto. Tenía que largarme de aquel lugar, pero no era tan fácil dejar atrás a aquella persona que me había hecho sentir realmente feliz por primera vez en casi un siglo.
- No tenía dudas con respecto a Marley, y con la cantidad de clanes vampíricos que hay siempre pensé que lo de mi padre y vosotros había sido una casualidad. Pero ahora lo veo todo claro. Él fue la razón por la que os separasteis, ¿verdad?
- No, no sé que contestar...
- Os enfrentasteis a él, tres contra uno, y lo matasteis. Pero al poco, fuera por la razón que fuera, te arrepentiste de ello. Por esa razón los datos que hay sobre vosotros a partir de entonces son tan difusos, pues separasteis vuestros caminos.
Caray, aquel tío parecía conocer mi vida mejor que yo misma. Era como una enciclopedia andante. Y bastante sexy, por cierto.
- Fui yo-le confesé, pues ya no tenía sentido ocultarle nada-. Fui yo quien lo hizo.
Él no dijo nada.
- Era una fría noche de noviembre de hace ocho años en Toronto. Asaltamos un apartamento, los tres. Matamos a los que vivían allí entre todos, y cuando entré a revisar una de las habitaciones... Él me sorprendió. Me atacó, y aunque intenté defenderme no fui capaz. Pero uno de mis amigos, Alec, intervino para salvarme la vida. Dejó a tu padre inconsciente de un buen golpe y...
- Lo mataste.
- Sí, lo hice, Sam. Yo lo maté. Pero...-dije, intentando por loco que pareciera defenderme de algo así-. No sabía que era tu padre. ¡Ni siquiera sabía que existías!-dije, dejándome llevar tanto por la emoción que incluso empecé a llorar-. Sé que parece una locura, Sam, pero te aseguro que ya no soy así.
Él seguía sin decir nada.
- ¡Por el amor de Dios, Sam!¡Di algo!
Al fin, abrió su boca para hablar.
- Necesito...Necesito pensar. Te agradecería mucho que me dejaras a solas.
Y lo hice, sin ni siquiera despedirme. Salí del hospital y aproveché que estaba nublado para darme una vuelta por los bosques de alrededor. La lluvia había cesado al fin, pero todavía se notaba en el ambiente un viento frío como el que más. Suerte que los vampiros no tenemos sensación alguna de temperatura.
Cómo había podido ser tan estúpida, cómo había podido pensar ni por un sólo instante que alguna vez me perdonaría... Había matado a su padre. Tendría suerte si no le contaba a nadie nada acerca de mí.
Tenía que asumirlo de una vez por todas, lo mejor que podía hacer era marcharme. Abandonar el pueblo, y dejar atrás la única persona con la que alguna vez podría tener la remota posibilidad de ser feliz. De empezar una nueva vida con alguien de quien estaba realmente enamorada.
- Joder...-murmuré-.
- Intuyo que no te ha ido demasiado bien con Romeo.
Me giré, aunque sabía quién era. Jamie.
- ¿Jamie? ¿Qué haces aquí?
- Entre otras cosas, tratar de evitar que desperdicies esa gran oportunidad que se te presenta.
- No lo entiendes, Jamie, yo...
- Siento lo de esa chica, Kyla, de verdad. Y siento que fueras tú quien matara a su padre...
- Espera, ¿cómo sabes eso?
- Los vampiros tenemos un gran oído, ¿recuerdas?
- Cierto, lo había olvidado.
Pasaron unos segundos hasta que yo hablé.
- No puedo quedarme con él, Jamie. Soy responsable de la muerte de la mitad de sus seres queridos.
- Y también de que se sienta tan enamorado. Por eso no te ha pedido que te largaras de aquí, porque te quiere.
- Jamie...
- Escúchame, Kyla. Por lo poco que sé de sentimientos, ese tío está coladito por ti. Y tú lo estás por él. No permitiré que dejes pasar una ocasión así, nunca. Olvida todo lo demás, y piensa en lo que sientes cuando está a tu lado.
- Supongo que tendrás razón, como siempre...-dije, sonriendo-. Pero aún así... ¿qué se supone que debo hacer? ¿Esperar de brazos cruzados a que me perdone por haber asesinado a su familia?
- Probablemente a estas alturas ya lo habrá hecho. Me apuesto lo que quieras a que ahora mismo estará esperándote en el mismo sitio en el que os conocisteis.
- ¿En el bar? Acaba de perder más de medio litro de sangre en menos de medio minuto, ¿y crees que ya le habrán dado el alta?
- Es el hijo de la comisaria, no creo que nadie se lo impidiera si él lo quisiera así.
- ¿Seguro...?
- Hazlo, Kyla. Deja de perder el tiempo conmigo y ve a hablar con él. Pero no lo olvides, si alguna vez os casáis, cosa que probablemente haréis...¿podrías hacerme un favor? Me encantaría ser el padrino. Es que verás, he estado investigando un poco las bodas de este siglo y la verdad es que me chiflan, si supieras cuántos...
Lo abracé, con tanta fuerza como pude, mientras le susurraba aquello al oído.
- Gracias, de nuevo. Por estar siempre a mi lado, y apoyarme cuando más lo necesito.
- Bueno, para eso están los amigos-vampiros, ¿no?
Reí, y lo besé en la mejilla. Me despedí de él y fui corriendo,a toda velocidad, hacia el bar donde conocí a Sam. Y efectivamente, allí estaba, esperándome.
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