- ¿Qué pasa, cariño?-me dijo Rachel, dándome un beso en los labios-. No tienes buena cara, ¿te preocupa algo?
Y allí mismo, con su rostro a sólo unos pocos centímetros del mío, aguardaba mi respuesta. Y yo no podía más que pensar en que Dave había estado a punto de morir por mi culpa. Cuando pasé a verlo a su habitación del hospital, no hizo más que darme las gracias y decir que todo iba bien, y que no me preocupara. Y para colmo, me dio las gracias. ¿Las gracias? ¿Las gracias por qué, por permitir que le atravesaran el pecho con un puñal? ¿Por haberlos puesto a todos en peligro?
Rachel me envolvió ambas manos con las suyas.
- Sabes que puedes contarme cualquier cosa, ¿verdad?-me dijo Rachel-.
- No es nada, Rech, no... No es nada.
- Muy bien, pero si quieres, aunque sólo sea por un momento, ignorar tu antropológica incapacidad de expresar tus sentimientos, avísame.
Siempre tan elocuente.
Ayudamos a entrar las maletas de Alice al apartamento de Rachel. Curiosamente, Héctor se había ausentado diciendo no sé qué de investigar el piso de Lea Michele. Preferí no preguntar.
- Ya estamos-dijo Rachel, que iba la primera, delante de Alice-. Te he preparado una habitación en el que nosotros llamamos "cuarto del ordenador". Probablemente te acuerdes de todo, pero el año pasado hicimos alguna que otra reforma así que podría hacerte un pequeño resumen más tarde.
- Me parece bien-dijo-.
Rachel entró la primera, e invitó a Alice a hacer lo mismo
Me encanta tu casa-dijo-. Es tan acogedora...
Tras una pequeña charla introductoria sobre su vida en los últimos meses, Rachel acompañó a su prima hasta la cocina, donde estaban las mencionadas reformas. Entretanto, aproveché para escabullirme hacia su habitación.
Lo primero que vi nada más entrar fue el collage que le regalé el día en que hicimos un año juntos, con fotos nuestras desde los dos hasta los diecisiete años que por aquel entonces teníamos ambos. Todavía en aquel momento, después de casi año y medio saliendo juntos, no me podía creer que tuviera tanta suerte.
Ya había sido una tremenda suerte haberla conocido, pero aquello... El amor... Esa sensación... Cada vez que la veo, se me acelera el corazón y una sonrisa suya me derrite al instante. Cuando me besa... siento que vuelo. Otra vez.
- ¡Cariño!-me gritó Rachel desde el salón-. Eso que estoy oliendo no serán tus macarrones, ¿verdad? Porque si lo son, nos hemos quedado sin tu "famosa receta".
Y lo hicimos. Tuvimos que pedir pizzas a domicilio.
- Otro día te los hará, Alice. ¡Están buenísimos! En serio, tienes que probarlos.
- Vaya, a este paso no voy a poder ni esperar hasta mañana.
- ¡Ya verás! Se te van a quitar las ganas de volver a un italiano. Es lo más bueno que he...
No me preguntéis cómo, si se supone que mis únicas habilidades eran el vuelo y la regeneración, supe que aquel edificio a sólo unas manzanas de allí, había empezado a arder de lo lindo.
- Voy a...-dije, nervioso. Nada se me ha dado nunca peor que la improvisación-. A sacar la basura, sí, eso. Voy a sacar la basura.
- Cariño, apenas hay basura, podíamos esperar a mañana. No creo que sea necesario...
Pero yo ya me había ido. No podía esperar a que Rachel terminara la frase. Un edificio de apartamentos, idéntico al nuestro, estaba siendo devorado por las llamas.
Vi montones de camiones de bomberos y ambulancias, y varias personas que estaban siendo atendidas.
Pero aún quedaba alguien dentro.
- ¡Mis niñas!-gritaba un hombre-. ¡Por favor, mis hijas están aún dentro! Tengo que entrar...-decía, sollozando-.
- Lo siento,señor-le cortó uno de los bomberos. Es demasiado peligroso, no puede...
Me acerqué al hombre y lo interrumpí, preguntándole lo único que necesitaba saber.
- ¿En qué piso están sus hijas?
- En el cuarto, puerta A. Por favor, déjenme...
Ni siquiera di tiempo a que ninguno de los bomberos me detuviera.
- ¿Eh, tú! ¿Adónde vas?
Me lancé directo al interior de aquel edificio en llamas, que se vendría abajo de un momento a otro.
Intenté concentrarme para no sentir dolor, pero el fuego me quemaba como hubiera quemado a cualquier otra persona. Estaba empezando a asfixiarme, y sentía el calor del aire, los pulmones ardiéndome... Me derrumbé, y la vista se me empezó a nublar. Tosía sin parar. Pero entonces imaginé a Rachel en el funeral de su novio, cuyas últimas palabras no habían sido más que una mentira, y todo lo que le había ocultado... Lo que sufriría por mi culpa. Y aquello hizo las veces de resorte.
Y fue entonces cuando la oí.
Una voz de una chica, a sólo unos metros por encima de mí.
Las escaleras estaban en ruinas, así que intenté concentrarme en levantar el vuelo. Cuando lo hice llegué sin problemas hasta el piso en cuestión.
- Cuarto A, cuarto A...-murmuraba, despacio-.
Apenas me quedaban fuerzas, cuando finalmente la encontré.
- Cuarto A-pronuncié una última vez-.
Todo el piso se hallaba, obviamente, envuelto por las llamas.
- ¡¡¡Hola!!!-grité, con todas mis fuerzas-. ¿¡¡Hay alguien aquí?!!
- ¡¡Aquí!!-oí, al cabo de unos instantes-. ¡¡Aquí, en el armario!!
Al quinto armario va la vencida.
Cuando lo hice, me encontré con una chica rubia y de ojos marrones, más o menos de la estatura de Rachel, que sujetaba a un bebé entre sus brazos.
- ¿Estáis bien?-les pregunté-.
- Creo que sí-murmuró-. Pero no sé cómo salir de aquí. No quiero morir...-dijo, sollozando-.
Sólo me hicieron falta unos segundos para llegar a la solución.
- Este edificio se derrumbará en cuestión de segundos, las principales vigas ya han ardido.
Qué queréis que os diga. Leo revistas de arquitectura.
- Está bien, pero al menos llévate a la niña. Es imposible que ambas...
- De eso ni hablar. Los tres saldremos de aquí, y sé cómo hacerlo, pero necesito que confíes en mí y agarres bien a la niña, ¿de acuerdo?
- ¿Cómo...?
- Tú agarra bien a esa niña, y yo me encargo del resto.
Cogí algo de carrerilla, y agarré a aquella chica por la cintura, en dirección a la ventana más cercana. La atravesamos (bueno, más bien la atravesó mi cráneo), y salimos ilesos del edificio. Y sólo unos instantes antes de que una gigantesca explosión sacudiera el piso en el que estábamos.
Aterrizamos suavemente en una calle paralela. Por suerte, la gente estaba ensimismada con el fuego,a la otra parte del edificio, y nadie me vio. Exceptuando, claro está...
- ¡¡Oh, dios mío!!-me dijo la chica-. No sé cómo agradecértelo, en serio. Te debo la vida. No sé cómo lo has hecho, pero quiero que sepas que si alguna vez necesitas algo, cualquier cosa... Me llamo Sarah Anderson, yo...
Pero ya me había largado. Justo a tiempo para ver, desde la azotea de un edificio cercano, la enternecedora reunión familiar que estaba a punto de producirse. No pude oírlos, pero los vi abrazándose y felices como nunca había visto a nadie. En el momento en que aquella chica se giró para hablar de mí, yo ya había desaparecido.
En el camino de vuelta, pensé en que si ese incendio se hubiera producido tan sólo unos días antes, aquel padre habría perdido a sus hijas. Sabía que mi responsabilidad era grande, pero sólo entonces me di cuenta de hasta qué punto.
Juré desde que era bien pequeño que no me convertiría en bombero, médico, policía.., trabajos en los que te juegas la vida constantemente. Nunca he sido demasiado valiente, más bien un cobarde sin remedio, pero todo cambió en el momento en que lo entendí. Había salvado dos vidas. Y aquello sólo en los primeros días, y solo. Imaginé cuánto se podría hacer por la gente si pudiera encontrar a más como yo. O convencer a los que ya conocía.
De vuelta en mi apartamento, pensé en la excusa que le plantaría a Rachel, y en cómo le explicaría el olor a quemado y mi ropa chamuscada casi por completo. Tal vez fuera buena idea cambiarse y ducharse antes de verla.
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