- Jamie-repetí-.
- Ese soy yo.
- Vaya, yo... Si te soy sincera , no sé cómo reaccionar.
- ¿Qué te parece un "me alegro mucho de verte, Jamie", aunque no sea verdad?
- Me alegro mucho de verte, Jamie.
En realidad sí que me alegraba de verlo. Jamie era distinto de Alec, y también de mí. Él siempre tuvo un buen corazón, aunque no quisiera admitirlo.
- Kyla, al contrario de lo que hayas podido pensar de mí desde el día en que nos conocimos, no soy estúpido. Soy consciente de lo que fui la última vez que nos vimos: un cobarde.
- Eso no es cierto, Jamie. Alec lo tenía todo claro desde un principio, él sabía lo que me había ocurrido y no estaba dispuesto a renunciar a sus costumbres de asesino. A mí me costó años vencer esa necesidad de sangre, incluso todavía hoy me cuesta. Yo te pedí que lo hicieras en sólo unos segundos. Entiendo por lo que debiste de pasar.
- Ya, pero aún así... Podría haberme ido contigo, Kyla. Querría haberlo hecho.
Hubo unos incómodos segundos de silencio, hasta que yo hablé.
- Venga, tonto. ¿A qué esperas para abrazarme?
Ni siquiera se lo pensó, pues apenas había terminado la frase y ya me estaba envolviendo con sus brazos en un cálido abrazo. Dentro de lo cálido que pueda ser el cuerpo de una persona muerta desde hace casi un siglo, claro está. Cuando nos separamos, me vi obligada a hacerle aquella pregunta.
- Jamie, ojalá no tuviera que preguntártelo, pero.. ¿tú...?
- Estoy totalmente limpio. Hace casi cinco años que no provoco ninguna muerte.
- ¿Cinco años? Si yo sólo llevo unos meses y para mí es todo un récord. ¿Cómo has...?
- A los pocos días de irte tú, yo también me vi obligado a marcharme. Una temporadita en Australia, otra en Japón... Me sometí a varias pruebas, y busqué los métodos más rápidos, aunque no menos dolorosos, para librarme de ese instinto vampírico.
- Vaya, suena guay.
- Ya, pero no tanto como la razón por la que me fui. Alec me estuvo echando la culpa constantemente de que te hubieras ido, decía que yo os retrasaba demasiado, y que fui yo quien me cargué el grupo.
- Jamie...
- Escucha, Kyla. No voy a negar que nunca he tenido demasiada iniciativa. Tomar decisiones, sobre todo cuándo se hacían importantes, me resultaba muy duro, y Alec me solucionó ese problema. Pero por el camino perdí la voluntad también, y eso es algo que me está costando recuperar.
- Pues yo diría que vas bastante bien-le dije-.
Reí, y él hizo lo mismo.
- Has hablado con él, ¿verdad?
- Si te refieres a Alec...
- Sí, me refiero a él. Sé que está aquí, pues siguiéndole es como te encontré. Quiere...-dijo, haciendo una pequeña pausa-... que os unáis de nuevo, ¿no es así?
- Eso me propuso, sí. Pero le dejé bien claro que no pensaba hacerlo.
- ¿Ni siquiera cuando podría estar en juego la vida de ese chico tan mono al que casi besas?
- ¡Venga ya! Yo no iba a besarlo.
- O, desde luego que ibas a hacerlo. Sino, dudo que te hubieras sonrojado tanto cuando lo he nombrado.
- ¡Yo no he...! Bueno, tal vez lo haya hecho un poco, pero...
- Kyla tiene novio, Kyla tiene novio...-dijo en tono burlón-.
- Serás idiota...-dije, dándole un buen capón-.
Ambos reímos.
- ¿Sabes, Jamie? En el fondo, esto de ser vampiro...
- Es una mierda.
- Totalmente.
- ¿Pero qué le vamos a hacer? Podría ser peor, ¿no? Si Alec y yo no hubiéramos sido convertidos, hubiéramos muerto de verdad y no habríamos vuelto de la guerra...
- ... y yo hubiera pasado el resto de mi triste vida sola, desesperada y sin nadie que me quisiera.
Pasaron unos segundos hasta que Jamie volvió a hablar.
- Sí, desde luego que podría haber sido peor.
En aquel momento, Marley entró en el bar. Le saludé, pero ni siquiera se dio cuenta. Parecía triste, tenía los ojos llorosos e iba cabizbaja.
- Jamie, ¿podrías...?
- Sí, claro. Ya volveré en otro momento-dijo mientras se iba-.
Me acerqué a ella y le pregunté si estaba bien.
- No es nada, yo sólo... No es nada.
- Puedes contármelo, si eso te hace sentir mejor. Para eso están las amigas, ¿no?
Ella me miró y sonrió. Sabía que no debía implicarme demasiado a nivel sentimental, pero iba a abandonar el pueblo en cuestión de horas y se lo debía.
- Todo...-me dijo-. Todo empezó en el momento en que yo le llamé, para ver cómo os había ido la comida, y entonces...
"- Mejor no te cuento, Marley, porque ha sido un auténtico desastre. Por un momento parecía que le gustaba, e incluso hemos estado a punto de besarnos, pero por no se qué tonterías suyas al final no ha pasado nada. Ha querido que lo dejáramos. Así, sin más.
- Lo siento mucho, Sam, de verdad pensaba que seríais el uno para el otro.
- No importa, Marley. Tú no tienes la culpa, tus intenciones eran buenas.
- Por supuesto.
- Nos vemos más tarde, y ya hablamos. Hasta lue...
- ¡Espera!
- ¿Qué pasa? ¿Quieres decirme algo más?
- Sí, esto... ¿podrías venir a ayudarme con un tema?
- Claro, ¿pero dónde?
- En la caseta a las afueras del pueblo. ¡Y date prisa!
- ¿Y no podrías darme alguna pista por el camino?
- Tú sólo apresúrate, y ya verás.
Cuando llegó...
- ¡Toma remojón, pringado!
Un montón de globos de agua llovieron casi ininterrumpidamente sobre él.
- ¿Pero qué...?
- Para que aprendas lo que es un buen reportaje.
- ¡Joder!-gritó-. ¡Llevaba mi cámara encima!
- ¿Qué te creías? Lo teníamos todo pensado, aunque no hubiera sido posible sin la ayuda de tu querida amiga Marley. Es a ella a quien tienes que darle las gracias.
- Marley-dijo con desprecio-.
- Lo siento, Sam, yo...
- Déjame en paz.
Aquel grupo se dispersó rápidamente. Sam se fue, andando a pasos largos. Yo salí corriendo detrás de él.
- ¡Espera!-grité-. ¡Por favor, espera!
- Que espere a qué, ¿Marley?-se detuvo-. ¿A que me tiendas alguna otra trampa? ¿O esperarás a que ahorre durante años para poder comprarme otra cámara? No puedo creer que me hayas hecho esto.
- Sam...-dije, sollozando-. Tú no lo entiendes, ellos...me lo robaron. Me quitaron lo único que me quedaba de ella, mi madre... y lo iban a destruir si no hacía lo que ellos decían. No había otra salida.
- ¡Ja! ¿Que no la había? Pues yo diría que se te ha olvidado algo importante, no sé, tal vez... ¡que mi madre es la jefa del departamento de policía de este maldito pueblo! Podrías haberle pedido ayuda, digo yo.
- Lo habrían hecho de todas formas, Sam. Lo habrían destrozado aunque tu madre los hubiera detenido. No habría tenido tiempo de...
- Déjalo, no te molestes en seguir parloteando-dijo mientras se iba-.
- Pero...seguimos... siendo-dije, sin poder contener las lágrimas que me cubrían ya gran parte del rostro-......amigos, ¿no?
- No estoy seguro. Tengo...Tengo mucho en lo que pensar.
Dicho esto, se fue. Vencí el impulso de correr tras él, pues ya nada merecía la pena para mí si no estaba a mi lado. Y entonces... entonces tú me pediste que te lo contara."
Y así acabó su historia.
Pobrecilla, se la veía realmente afectada. Apenas había dejado de llorar desde que había comenzado a hablar.
- La he cagado, Kyla. La he cagado y... puede que nunca vuelva a verlo.
- No te preocupes, Marley. Estoy segura de que todo se arreglará. Algo tan fuerte como vuestra amistad resistirá mucho más de lo que cualquiera de los dos podáis pensar. Hazme caso, sé de lo que hablo.
- Bueno, si tú lo dices...
- No lo digo, lo afirmo. Y ahora...-dije, buscando algo bajo la barra-. ¿Te apetece que tomamos algo?
- Me parece bien-dijo, mostrando una muy disimulada sonrisa-.
Y así, pasé con ella varias horas. Me contó una gran cantidad de divertidas, curiosas y sin duda alguna tiernas anécdotas vividas con su mejor amigo, Sam. No vino nadie al bar en toda la noche, por lo que nos pasamos horas hablando. Nos quedamos hasta tan tarde, que ni siquiera lo recuerdo con exactitud.
A la mañana siguiente, me desperté con la voz de unos desconocidos.
- Ey, buenos días. Kyla, ¿no?-dijo uno de ellos-.
- Sí, así... así es como me llamo. ¿Quiénes...?
- Somos los ayudantes de fin de semana-comentó otro-. Viktor nos habló sobre ti. Ha tenido que ir a hacer algunas compras para reponer el bar.
- ¿Viktor?
- Sí, Viktor, el dueño de este sitio. Tal vez sí conozcas el nombre de su hija, Marley.
- Marley... ¿dónde está?
- Eso mismo me pregunto yo-dijo el primero-. Se suponía que tenía que ayudarnos. ¿Por dónde andará?
- No hubo demasiados clientes anoche-dijo el segundo-, ¿verdad? O al menos eso espero, si te quedaste dormida...
- No, yo... Estuve, estuvimos...
- Voy al armario a por la escoba, para limpiar un poco esto.
Apenas recordaba lo que había sucedido. Sabía que había pasado la noche hablando con Marley, pero no me acordaba de nada más. Me sentía confusa, como si hubiese perdido la memoria.
- Tío, ¿ viste anoche el episodio de "Copper"?
- No.
- Pues resulta que... ¡¡¡¡¡ahhhhhhh!!!!!!!
Aquel desgarrador grito me devolvió de manera definitiva a la realidad. Corrí hacia donde estaba el chico que había gritado, que presa del pánico se había desmayado. El otro no pudo evitar vomitar en cuanto vio aquello. Y yo pensé seriamente en hacerlo.
Las paredes estaban cubiertas de sangre y el cuerpo tan destrozado, que me costó unos segundos averiguar su identidad. Justo cuando pensaba que jamás volvería a ver algo así, tenía aquello ante mí. Un cadáver.
El cadáver de Marley.
viernes, 28 de diciembre de 2012
domingo, 23 de diciembre de 2012
¡Feliz Navidad!/Santa Claus is coming... to town!
Pues eso, se acerca la Navidad y por eso he decidido, para celebrarlo, que la canción protagonista de hoy sea parte de un villancico, "Santa Claus is coming to town", cantada en el metro nada más y nada menos que por un montón de neoyorquinos la mar de contentos. Yo mismo tuve la suerte de encontrármelos en mi genial viaje a Nueva York en diciembre del pasado año, y aunque el vídeo es corto espero que os guste tanto como a mí. ¡Feliz Navidad!
viernes, 21 de diciembre de 2012
Falkenhom (IX)
Oí el timbre, y a mi madre abriendo la puerta.
- Hola, señora Lovgren.
- Hola, Marley. ¿Va todo bien?
- Sí, todo bien, gracias. ¿Está Sam en su cuarto?
- Sí, adelante.
Oí a mi madre alejándose del recibidor y a Marley dirigiéndose hacia mi habitación. Me sorprendió que llegara tan temprano.
- ¡Hola, Sam!-dijo casi gritando-.
- Hola, Marley, ¿cómo es que has podido salir tan pronto, y por qué vienes tan contenta?
- ¿Recuerdas la chica de la que te hablé, la que iba a trabajar conmigo en el bar?
- Sí, claro. ¿Qué tal es, es maja?
- Si tú supieras... Se ha encargado del bar ella solita, es por ella que he podido venir.
- ¿Y no tienes miedo de que se esté cargando algo ahora mismo?
- No, claro que no. No la habría dejado sola si no pensara que puede hacerse cargo de todo.
Hubo unos segundos de silencio.
- ¿Y sabes qué? Creo que haríais una buena pareja.
- Pero qué dices, Marley, si apenas habrás hablado con ella más de un par de horas.
- Lo sé, pero no ha hecho falta tanto. Si vieras la expresión con que ha mirado la foto tuya que le enseñado...
- ¿Estás segura?
- Claro. De hecho, le he dicho que os presentaría el uno al otro mañana. Comeremos los tres en el bar.
- Caray, sí que lo tienes todo bien organizado. Aún así, Marley... No estoy seguro de ir. Me pongo muy nervioso...
- ¿Ligando?
- Hablando con... chicas.
- ¿Y yo qué soy, un rinoceronte?
- Sabes a qué me refiero, Marley. Contigo es distinto, bueno, todo es distinto. Nos criamos juntos, eres como mi hermana.
- Lo sé, Sam. Sólo te tomaba el pelo.
Ambos reímos.
- Entonces...¿irás?-me preguntó-.
- ¿Estás segura de que podría gustarle?
- Para estar un poco más segura, sólo me faltaría el regalo de boda.
Así que acepté. Marley me contó más sobre aquella chica. Era más o menos de su altura, rubia y con el pelo largo, ojos de una mezcla extraña entre marrón y verde. La describía como bastante tímida, aunque con pinta de ser muy simpática. En conclusión, mi tipo ideal.
_______________________________________________________________
Soñé de nuevo con mis días tras lo de Seattle. Luchando a brazo partido contra mí misma, intentando contener mi insaciable sed de sangre. Estaba tan metida en el sueño, que no me di cuenta de aquel rayo de sol incidiendo sobre mi mano derecha. En el momento en que comenzó a arder, me levanté de un salto.
Mi mano estaba envuelta en fuego. Una de las no pocas desventajas de ser un vampiro: cualquiera de nosotros expuesto a la luz solar,se desintegra en menos de medio minuto.
Corrí hacia el cuarto de baño y metí la mano bajo el grifo del lavabo.
- ¡Joder! Cómo duele...-murmuré-.
Y es que no exageraba, pues aunque ya había apagado el fuego mi mano se encontraba como si la hubiese dejado un buen rato bañada en agua hirviendo. Justo en aquel momento, alguien llamó a la puerta.
- ¿Kyla?
Era la voz de Marley.
- ¿Sí?-pregunté-.
- ¿Puedo pasar?
- Sí-dije, escondiendo mi mano en un bolsillo del pantalón-. Sí, claro. Pasa.
- ¿Recuerdas al chico del que te hablé?
- Esto..., sí, Sam, ¿no?
- ¡Exacto! Pues lo he traído para presentaros. Está abajo, si te apetece. Incluso he preparado algo de comida.
- Oh, vaya. Veo que lo tienes todo bien atado. Si me dejas un segundo para cambiarme...
- Dios mío-cometí el error de sacar la mano de bolsillo, y Marley la vio-. ¿Qué te ha pasado en la mano? ¿Estás bien?
- Sí, claro. Ha sido...-improvisé-... un pequeño accidente, con el agua caliente de la ducha. Nada importante.
- Bueno, si tú lo dices... Te espero abajo entonces. Pero recuerda, si necesitas cualquier clase de ayuda no dudes en decírmelo.
- No te preocupes, lo haré.
Me puse lo primero que encontré: unos vaqueros y una camiseta azul. Ya que en el espejo no podía ver mi reflejo, procuré ordenarme un poco mi rebelde pelo rubio. Justo antes de salir por la puerta, me reí pensando en lo sospechosamente parecida que era aquella situación comparándose con una de esas en las que una adolescente tímida e insegura se prepara para una cita.
Bajé las escaleras, y los primeros instantes tras ver al chico fueron indescriptibles. Según me iba acercando, notaba una extraña sensación en mi pecho, a la altura de mi corazón, lo cual era bastante extraño teniendo en cuenta que llevaba décadas sin latir.
No pude evitar sonreír cuando Marley nos presentó. Durante unos instantes, permanecí sumergida en su mirada. Curiosamente, a él parecía pasarle lo mismo. Era una situación muy extraña, sobre todo para mí.
- Ey, chicos, que estoy aquí-dijo Marley, riendo-.
Ambos desviamos nuestra mirada a ella.
- Veréis, la cosa es... que he olvidado hacer comida para mí.
- ¿Cómo?-preguntó Sam-.
- Bueno, podemos retrasarlo...-dije-.
- Oh, no, de eso ni hablar. Disfrutad lo que hay vosotros dos.
- Pero...-dijo Sam-.
Pero Marley ya no estaba. Nos había dejado a los dos solos, dos totales desconocidos y dos platos de comida.
- No sé por qué, pero algo me dice que tenía pensado dejarnos solos desde un principio-dijo Sam-.
- Sí, desde luego...
- ¿Te parece que nos... sentemos?
- Ehm..., vale.
Y lo hice. Aquello era totalmente nuevo para mí. Una chica que apenas conocía me había preparado una especie de cita con un chico al que acababa de conocer. Y para colmo, sabía que siendo un vampiro cualquier alimento que no fuera sangre me resultaría totalmente insípido.
Estuvimos como diez minutos en silencio. Ninguno de los dos nos atrevimos a decir nada hasta pasado un buen rato.
- Y...-empezó él-. ¿De dónde eres, Kyla?
- Yo...Soy neoyorquina.
- Vaya, qué guay. Siempre he querido ir a Nueva York. En mi opinión, es una de las ciudades más alucinantes del mundo.
- Y lo es. Aunque no voy desde hace mucho.
- ¿Cosas de padres?
- En realidad...-dije-. Mis padres están muertos.
Sam se atragantó con el agua que estaba bebiendo.
- Lo siento, he sido un idiota. No debería haber...
- No, no pasa nada. No tenías por qué saberlo. Además, fue hace mucho tiempo, y ya lo he superado.
- Yo...vivo con mi madre. Mi padre se fue hace ya varios años, y no he sabido nada de él desde entonces.
- Vaya, lo siento.
Estaba claro, el tema se nos había ido de las manos. La situación había pasado, en sólo un par de minutos, de ser incómoda a extremadamente incómoda.
- Puedo... ¿Puedo ser sincero contigo?-me preguntó-.
- Sí, claro.
- Estoy muy nervioso, nunca había estado en una...
- ¿Cita?
- Eso, cita-reí tontamente-.
- Yo tampoco, y también estoy bastante nerviosa.
- ¿Qué te parece si hacemos un trato? A partir de ahora, dejemos de lado los nervios.
- Bueno, lo intentaré, aunque no te prometo nada.
- No es para tanto, tan solo somos un chico normal y una chica tremendamente atractiva comiendo juntos.
Me quedé sin habla, aunque transcurridos unos instantes no pude evitar reír.
- Pues tú tampoco estás nada mal, la verdad.
- Venga ya, Kyla. No hace falta que me devuelvas el cumplido. Además... Lo mío iba en serio.
- Y lo mío también.
Llegados a ese punto, apenas nos quedaban temas de conversación.
- Esto, es muy tarde...-dije, levantándome-. Mejor será que me vaya preparando ya para el trabajo.
- Como tú quieras, aunque tampoco hay tanta prisa.
- Oh, no. No me malinterpretes, ha sido una comida genial, de verdad. Es sólo que...
- No hace falta que me lo expliques, sea lo que sea lo que te urge tanto. Todos tenemos secretos, y se llaman así por algo. No es necesario que te agobies.
- ¿Sabes qué, Sam? Me alegro de haberte conocido.
- Y yo de haberte conocido a ti, Kyla. Y por cierto-empezó a decir, mientras yo me daba la vuelta-, es el nombre más bonito que he escuchado nunca.
Tenía que decir eso último. ¿Por qué tuvo que decirlo? Tan sólo complicaba más las cosas. Volví a girarme.
- Sam, yo... No sé cómo explicarlo-aunque intentaba detenerme a mí misma, parecía como si hubiera perdido el control sobre las palabras que salían de mi boca-. Apenas hace una hora que te conozco, y sé que parece una locura, pero...
- Espera, tienes una mancha.
- ¿Una mancha, dónde?
Sam se acercó a mí y con su pulgar dibujó un semicírculo en mi mejilla izquierda.
- Así, creo que ya está.
Maldecí una y otra vez al inventor de ese truco, "el truco de la mancha". Si es que sólo nos faltaba un gondolero de los venecianos.
Me fijé en sus ojos, su tierna sonrisa. Su rostro tan cerca del mío. Nunca había sentido nada así, ni siquiera en vida. Era algo más poderoso incluso que el deseo de beber sangre, y aquello me asustó. Tanto, que cuando se acercó para besarme retrocedí.
- Lo siento, Sam, yo...
- No, el que lo siento soy yo. He sido un pretencioso. Tienes razón, hace apenas una hora que nos conocemos, y doy por hecho que tú también...
- Yo también lo siento, Sam. Sé que lo siento desde el momento en que has entrado por esa puerta y, por cómo me has mirado... sé que tú también lo sientes. Pero eso no cambia nada, yo, no puedo... Es difícil de explicar.
- ¿Qué hay de difícil? Si el sentimiento es mutuo, no entiendo dónde está el problema.
- Por favor, déjalo ya. No lo hagas tan complicado.
Así que se dio la vuelta y se marchó. Mientras tanto, pensé en todo aquello. Tenía que cambiarme de pueblo, otra vez. Había estado a sólo un par de instantes de cometer una de las mayor equivocaciones de toda mi vida, pues besarlo hubiera llevado a la pasión, la pasión hubiera llevado a la falta de consciencia y esta falta... a mi antiguo yo. Un yo que lo habría matado sin darse ni cuenta.
- ¡Sam, espera!-grité-.
Pero en el momento en que llegué a la puerta del bar me detuve bruscamente,a sólo unos centímetros de la luz del Sol, por lo que no pude seguirle. Justo en el instante en que me arrepentía de lo dicho, él ya no estaba y la única oportunidad de arreglar las cosas había desparecido. Dios, pero cuántas ganas tenía de besarle, de confirmarle que lo que ambos sentíamos era amor a primera vista, de decirle que los poco más de sesenta minutos que había pasado con él habían sido los más felices de mi larga vida y de muchas cosas más si yo hubiera sido humana. Pero no lo era, y jamás lo sería.
Todo aquello no había sido más que un conjunto de imperdonables errores. Relacionarme tanto con aquella chica, no despachar al chico en cuanto comencé a sentir aquello. No podía seguir así, dejando que los sentimientos gobernaran mi razón. Tenía que abandonar el pueblo cuanto antes.
Pensaba en ello mientras me preparaba para mi turno de noche, cuando oí su voz.
- Vaya, vaya. Quién lo iba a decir. La pequeña Kyla con problemas de amores. Cómo cambian los tiempos.
Sin duda, era la voz de un vampiro. Pero no del que yo pensaba en un principio.
- Alec, ya te lo dejé bien claro. No te quiero en mi vida, y si te acercas a cualquiera de mis conocidos...
- ¿Quién ha hablado de Alec? Yo hablo de mí.
Me había equivocado de vampiro.
- ¿Jamie?
- Hola, señora Lovgren.
- Hola, Marley. ¿Va todo bien?
- Sí, todo bien, gracias. ¿Está Sam en su cuarto?
- Sí, adelante.
Oí a mi madre alejándose del recibidor y a Marley dirigiéndose hacia mi habitación. Me sorprendió que llegara tan temprano.
- ¡Hola, Sam!-dijo casi gritando-.
- Hola, Marley, ¿cómo es que has podido salir tan pronto, y por qué vienes tan contenta?
- ¿Recuerdas la chica de la que te hablé, la que iba a trabajar conmigo en el bar?
- Sí, claro. ¿Qué tal es, es maja?
- Si tú supieras... Se ha encargado del bar ella solita, es por ella que he podido venir.
- ¿Y no tienes miedo de que se esté cargando algo ahora mismo?
- No, claro que no. No la habría dejado sola si no pensara que puede hacerse cargo de todo.
Hubo unos segundos de silencio.
- ¿Y sabes qué? Creo que haríais una buena pareja.
- Pero qué dices, Marley, si apenas habrás hablado con ella más de un par de horas.
- Lo sé, pero no ha hecho falta tanto. Si vieras la expresión con que ha mirado la foto tuya que le enseñado...
- ¿Estás segura?
- Claro. De hecho, le he dicho que os presentaría el uno al otro mañana. Comeremos los tres en el bar.
- Caray, sí que lo tienes todo bien organizado. Aún así, Marley... No estoy seguro de ir. Me pongo muy nervioso...
- ¿Ligando?
- Hablando con... chicas.
- ¿Y yo qué soy, un rinoceronte?
- Sabes a qué me refiero, Marley. Contigo es distinto, bueno, todo es distinto. Nos criamos juntos, eres como mi hermana.
- Lo sé, Sam. Sólo te tomaba el pelo.
Ambos reímos.
- Entonces...¿irás?-me preguntó-.
- ¿Estás segura de que podría gustarle?
- Para estar un poco más segura, sólo me faltaría el regalo de boda.
Así que acepté. Marley me contó más sobre aquella chica. Era más o menos de su altura, rubia y con el pelo largo, ojos de una mezcla extraña entre marrón y verde. La describía como bastante tímida, aunque con pinta de ser muy simpática. En conclusión, mi tipo ideal.
_______________________________________________________________
Soñé de nuevo con mis días tras lo de Seattle. Luchando a brazo partido contra mí misma, intentando contener mi insaciable sed de sangre. Estaba tan metida en el sueño, que no me di cuenta de aquel rayo de sol incidiendo sobre mi mano derecha. En el momento en que comenzó a arder, me levanté de un salto.
Mi mano estaba envuelta en fuego. Una de las no pocas desventajas de ser un vampiro: cualquiera de nosotros expuesto a la luz solar,se desintegra en menos de medio minuto.
Corrí hacia el cuarto de baño y metí la mano bajo el grifo del lavabo.
- ¡Joder! Cómo duele...-murmuré-.
Y es que no exageraba, pues aunque ya había apagado el fuego mi mano se encontraba como si la hubiese dejado un buen rato bañada en agua hirviendo. Justo en aquel momento, alguien llamó a la puerta.
- ¿Kyla?
Era la voz de Marley.
- ¿Sí?-pregunté-.
- ¿Puedo pasar?
- Sí-dije, escondiendo mi mano en un bolsillo del pantalón-. Sí, claro. Pasa.
- ¿Recuerdas al chico del que te hablé?
- Esto..., sí, Sam, ¿no?
- ¡Exacto! Pues lo he traído para presentaros. Está abajo, si te apetece. Incluso he preparado algo de comida.
- Oh, vaya. Veo que lo tienes todo bien atado. Si me dejas un segundo para cambiarme...
- Dios mío-cometí el error de sacar la mano de bolsillo, y Marley la vio-. ¿Qué te ha pasado en la mano? ¿Estás bien?
- Sí, claro. Ha sido...-improvisé-... un pequeño accidente, con el agua caliente de la ducha. Nada importante.
- Bueno, si tú lo dices... Te espero abajo entonces. Pero recuerda, si necesitas cualquier clase de ayuda no dudes en decírmelo.
- No te preocupes, lo haré.
Me puse lo primero que encontré: unos vaqueros y una camiseta azul. Ya que en el espejo no podía ver mi reflejo, procuré ordenarme un poco mi rebelde pelo rubio. Justo antes de salir por la puerta, me reí pensando en lo sospechosamente parecida que era aquella situación comparándose con una de esas en las que una adolescente tímida e insegura se prepara para una cita.
Bajé las escaleras, y los primeros instantes tras ver al chico fueron indescriptibles. Según me iba acercando, notaba una extraña sensación en mi pecho, a la altura de mi corazón, lo cual era bastante extraño teniendo en cuenta que llevaba décadas sin latir.
No pude evitar sonreír cuando Marley nos presentó. Durante unos instantes, permanecí sumergida en su mirada. Curiosamente, a él parecía pasarle lo mismo. Era una situación muy extraña, sobre todo para mí.
- Ey, chicos, que estoy aquí-dijo Marley, riendo-.
Ambos desviamos nuestra mirada a ella.
- Veréis, la cosa es... que he olvidado hacer comida para mí.
- ¿Cómo?-preguntó Sam-.
- Bueno, podemos retrasarlo...-dije-.
- Oh, no, de eso ni hablar. Disfrutad lo que hay vosotros dos.
- Pero...-dijo Sam-.
Pero Marley ya no estaba. Nos había dejado a los dos solos, dos totales desconocidos y dos platos de comida.
- No sé por qué, pero algo me dice que tenía pensado dejarnos solos desde un principio-dijo Sam-.
- Sí, desde luego...
- ¿Te parece que nos... sentemos?
- Ehm..., vale.
Y lo hice. Aquello era totalmente nuevo para mí. Una chica que apenas conocía me había preparado una especie de cita con un chico al que acababa de conocer. Y para colmo, sabía que siendo un vampiro cualquier alimento que no fuera sangre me resultaría totalmente insípido.
Estuvimos como diez minutos en silencio. Ninguno de los dos nos atrevimos a decir nada hasta pasado un buen rato.
- Y...-empezó él-. ¿De dónde eres, Kyla?
- Yo...Soy neoyorquina.
- Vaya, qué guay. Siempre he querido ir a Nueva York. En mi opinión, es una de las ciudades más alucinantes del mundo.
- Y lo es. Aunque no voy desde hace mucho.
- ¿Cosas de padres?
- En realidad...-dije-. Mis padres están muertos.
Sam se atragantó con el agua que estaba bebiendo.
- Lo siento, he sido un idiota. No debería haber...
- No, no pasa nada. No tenías por qué saberlo. Además, fue hace mucho tiempo, y ya lo he superado.
- Yo...vivo con mi madre. Mi padre se fue hace ya varios años, y no he sabido nada de él desde entonces.
- Vaya, lo siento.
Estaba claro, el tema se nos había ido de las manos. La situación había pasado, en sólo un par de minutos, de ser incómoda a extremadamente incómoda.
- Puedo... ¿Puedo ser sincero contigo?-me preguntó-.
- Sí, claro.
- Estoy muy nervioso, nunca había estado en una...
- ¿Cita?
- Eso, cita-reí tontamente-.
- Yo tampoco, y también estoy bastante nerviosa.
- ¿Qué te parece si hacemos un trato? A partir de ahora, dejemos de lado los nervios.
- Bueno, lo intentaré, aunque no te prometo nada.
- No es para tanto, tan solo somos un chico normal y una chica tremendamente atractiva comiendo juntos.
Me quedé sin habla, aunque transcurridos unos instantes no pude evitar reír.
- Pues tú tampoco estás nada mal, la verdad.
- Venga ya, Kyla. No hace falta que me devuelvas el cumplido. Además... Lo mío iba en serio.
- Y lo mío también.
Llegados a ese punto, apenas nos quedaban temas de conversación.
- Esto, es muy tarde...-dije, levantándome-. Mejor será que me vaya preparando ya para el trabajo.
- Como tú quieras, aunque tampoco hay tanta prisa.
- Oh, no. No me malinterpretes, ha sido una comida genial, de verdad. Es sólo que...
- No hace falta que me lo expliques, sea lo que sea lo que te urge tanto. Todos tenemos secretos, y se llaman así por algo. No es necesario que te agobies.
- ¿Sabes qué, Sam? Me alegro de haberte conocido.
- Y yo de haberte conocido a ti, Kyla. Y por cierto-empezó a decir, mientras yo me daba la vuelta-, es el nombre más bonito que he escuchado nunca.
Tenía que decir eso último. ¿Por qué tuvo que decirlo? Tan sólo complicaba más las cosas. Volví a girarme.
- Sam, yo... No sé cómo explicarlo-aunque intentaba detenerme a mí misma, parecía como si hubiera perdido el control sobre las palabras que salían de mi boca-. Apenas hace una hora que te conozco, y sé que parece una locura, pero...
- Espera, tienes una mancha.
- ¿Una mancha, dónde?
Sam se acercó a mí y con su pulgar dibujó un semicírculo en mi mejilla izquierda.
- Así, creo que ya está.
Maldecí una y otra vez al inventor de ese truco, "el truco de la mancha". Si es que sólo nos faltaba un gondolero de los venecianos.
Me fijé en sus ojos, su tierna sonrisa. Su rostro tan cerca del mío. Nunca había sentido nada así, ni siquiera en vida. Era algo más poderoso incluso que el deseo de beber sangre, y aquello me asustó. Tanto, que cuando se acercó para besarme retrocedí.
- Lo siento, Sam, yo...
- No, el que lo siento soy yo. He sido un pretencioso. Tienes razón, hace apenas una hora que nos conocemos, y doy por hecho que tú también...
- Yo también lo siento, Sam. Sé que lo siento desde el momento en que has entrado por esa puerta y, por cómo me has mirado... sé que tú también lo sientes. Pero eso no cambia nada, yo, no puedo... Es difícil de explicar.
- ¿Qué hay de difícil? Si el sentimiento es mutuo, no entiendo dónde está el problema.
- Por favor, déjalo ya. No lo hagas tan complicado.
Así que se dio la vuelta y se marchó. Mientras tanto, pensé en todo aquello. Tenía que cambiarme de pueblo, otra vez. Había estado a sólo un par de instantes de cometer una de las mayor equivocaciones de toda mi vida, pues besarlo hubiera llevado a la pasión, la pasión hubiera llevado a la falta de consciencia y esta falta... a mi antiguo yo. Un yo que lo habría matado sin darse ni cuenta.
- ¡Sam, espera!-grité-.
Pero en el momento en que llegué a la puerta del bar me detuve bruscamente,a sólo unos centímetros de la luz del Sol, por lo que no pude seguirle. Justo en el instante en que me arrepentía de lo dicho, él ya no estaba y la única oportunidad de arreglar las cosas había desparecido. Dios, pero cuántas ganas tenía de besarle, de confirmarle que lo que ambos sentíamos era amor a primera vista, de decirle que los poco más de sesenta minutos que había pasado con él habían sido los más felices de mi larga vida y de muchas cosas más si yo hubiera sido humana. Pero no lo era, y jamás lo sería.
Todo aquello no había sido más que un conjunto de imperdonables errores. Relacionarme tanto con aquella chica, no despachar al chico en cuanto comencé a sentir aquello. No podía seguir así, dejando que los sentimientos gobernaran mi razón. Tenía que abandonar el pueblo cuanto antes.
Pensaba en ello mientras me preparaba para mi turno de noche, cuando oí su voz.
- Vaya, vaya. Quién lo iba a decir. La pequeña Kyla con problemas de amores. Cómo cambian los tiempos.
Sin duda, era la voz de un vampiro. Pero no del que yo pensaba en un principio.
- Alec, ya te lo dejé bien claro. No te quiero en mi vida, y si te acercas a cualquiera de mis conocidos...
- ¿Quién ha hablado de Alec? Yo hablo de mí.
Me había equivocado de vampiro.
- ¿Jamie?
domingo, 16 de diciembre de 2012
¡¡¡100.000 visitas!!!
Hace nada estábamos celebrando los dos años de este blog, y ahora me dispongo a hacer lo mismo tras alcanzar las seis cifras: 100.000 visitas. Para ello he estado buscando un vídeo musical especial, y he encontrado uno de "El Señor de los Anillos" con escenas de las tres películas que me ha gustado, así que os dejaré con él al final de esta entrada (Aviso, aunque sé que las películas son de hace tiempo contiene hechos importantes así que no lo veas si no conoces la historia y no quieres que te la resuman en cosa de cinco minutos).
Aunque lo hice hace pocos días, me gustaría agradeceros de nuevo el haberme permitido llegar a las 100.000 visitas, pues al menos para mí es un número alucinante y no habría sido posible sin aquellos que me visitáis (especialmente aquellos que lo hacéis con frecuencia).
Y recordad: si a eso de las cuatro de la tarde (hora española) del viernes que viene unas nubes negras oscurecen el cielo, "convirtiendo el día en noche en cuestión de segundos" y "una especie de tornados gigantescos empiezan a descender desde lo más alto del cielo", no os preocupéis. Ryan nos salvará. Y Héctor lo contará en su twitter.
Aunque lo hice hace pocos días, me gustaría agradeceros de nuevo el haberme permitido llegar a las 100.000 visitas, pues al menos para mí es un número alucinante y no habría sido posible sin aquellos que me visitáis (especialmente aquellos que lo hacéis con frecuencia).
Y recordad: si a eso de las cuatro de la tarde (hora española) del viernes que viene unas nubes negras oscurecen el cielo, "convirtiendo el día en noche en cuestión de segundos" y "una especie de tornados gigantescos empiezan a descender desde lo más alto del cielo", no os preocupéis. Ryan nos salvará. Y Héctor lo contará en su twitter.
miércoles, 5 de diciembre de 2012
¡¡¡"Historias de un wildcat" cumple dos años!!!
En efecto, "Historias de un wildcat" cumple en esta madrugada del 5 de diciembre de 2012 dos años, esto es, unos 731 días de historias y canciones. Desde el día en que lo inauguré he cambiado algunas cosas (como el reciente cambio de estilo que me llevó a empezar "Falkenhom") y la decisión de hacer un blog independiente para cada una de mis historias ya finalizadas, y es que resulta increíble para lo que han dado estos dos años.
Aunque sé que ahora publico con menos frecuencia, intento que cada entrada publicada valga la pena, y eso implica escribirlas y reescribirlas unas cuantas veces para asegurarme de que la historia cuenta lo que yo tengo en mente. Por ejemplo, en el caso de "Falkenhom" tengo totalmente claro todos y cada uno de los hechos que van a acontecer desde donde estamos actualmente hasta el final, lo cual no es raro si tenemos en cuenta que la idea original me vino bastante antes de empezar este blog, y apenas ha cambiado desde entonces. Llevo pensando en esta historia mucho tiempo, al igual que en unas cuantas más. Eso implica que a veces me líe entre el orden de los hechos y no sepa muy bien como escribirla, ya que aunque sepa lo que va a pasar no tengo del todo claro el orden. Por eso espero que, aunque publique con menos frecuencia, no dejéis de leer mi blog.
En fin, soltada esta parrafada y esperando no haberos aburrido demasiado, llega la hora de celebrarlo. 71 seguidores, cerca de las 100.000 visitas y varios cientos de páginas de historias así como docenas de canciones en casi 250 entradas y 93 comentarios me han llevado a una nueva forma de celebración para agradeceros estos dos geniales años. Por supuesto no os preocupéis por el característico vídeo musical, ya que os lo dejaré al final de la entrada.
Pues bien, os diré en qué he pensado: un concurso de relatos. Lo he visto en otros blogs, he participado en unos cuantos de ellos y me ha gustado, así que he decidido hacerlo aquí también. De momento no tengo muy claro cómo quiero hacerlo, pero pensaré en las bases y en dos o tres semanas, como mucho, las publicaré aquí. Y ahora, sin más dilación, demos comienzo al tercer año.
domingo, 2 de diciembre de 2012
Keane: Everybody's changing
Para este primer domingo de diciembre y a sólo unos días del segundo aniversario del blog, me he decidido por la canción "Everybody's changing", de la banda inglesa Keane. Espero que os guste y que tengáis una buena semana.
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