Estaba realmente preocupada. Y era lógico, teniendo en cuenta que mi novio estaba a cientos de kilómetros sobre nuestras cabezas con su vida peligrando cada segundo, y a punto de luchar con un maníaco cuyo único objetivo era matarnos a todos.
- No te preocupes, Rachel-dijo Héctor, apoyando su mano derecha en el hombro perteneciente a mi brazo sano-. Estoy seguro de que Ryan lo logrará.
- Es muy fuerte, en serio-dijo Nadia-. No he conocido a nadie como él, si lo hubieras visto... Neutralizó a uno de los criminales más peligrosos de Nueva York sin apenas despeinarse.
- Gracias, Nadia-sonreí débilmente-. Pero eso no me tranquiliza demasiado.
- ¿Nadia?-preguntó Jill. Tras unos segundos mirándola fijamente añadió lo siguiente-. ¿Nadia Jenkins?
Nadia adoptó una expresión sorprendentemente similar a la de todos nosotros con el avión que Zack había detenido.
- ¿Cómo..? ¿Cómo lo sabes? Nunca... Nunca le he dicho a nadie mi apellido.
- Esa expresión, esos ojos...
Nadia parecía confundida.
- Yo... Conocí a tu padre. Bueno, más bien me conoció él a mí. Fue una de las únicas personas que confió en mí, y me ayudó a superar todos mis miedos. Fue...-se quedó unos instantes pensando, como si le costara o no quisiera recordar-. Hace diecisiete años.
Nadia parecía todavía más confundida. Al parecer, ella jamás le había hablado a nadie de nada acerca de su vida anterior, antes de encontrarse con sus amigos. Lo cual significaba que, necesariamente, aquella mujer decía la verdad.
- Eras muy pequeña la primera y única vez que te vi, así que supongo que es normal que no me recuerdes.
A pesar de aquel inesperado y asombroso descubrimiento, todos volvimos una vez más nuestra vista al cielo al oír aquello. Un estruendo tan fuerte que incluso hizo temblar la tierra bajo nuestros pies.
- ¿Qué...? ¿Qué es eso?-pregunté, esperando que alguien me respondiera-.
Llevaba ya unas cuantas sorpresas aquel día, y a aquellas alturas me hubiera esperado casi de todo. Pero no aquello. Una especie de tornados gigantescos empezaron a descender desde lo más alto del cielo.
- Por curiosidad-preguntó Héctor, dirigiéndose a Jill-. Tú que has trabajado para el malo y tal... ¿alguna idea de lo que pasará cuando ESO llegue aquí abajo?
- No quieras saberlo.
A nuestro alrededor, la gente apenas se movía. Todos se quedaron petrificados con aquel extraño y sobrenatural fenómeno. Aunque la mayoría eran interferencias, algunas radios en los alrededores informaban de que aquello había llegado mucho más lejos que sólo Nueva York. En los cielos de todo el mundo, un número infinito de aquellos colosales tornados descendía en picado a velocidad alarmante. Si lo que decía Jill era verdad, y sin duda lo parecía, todo acabaría en unos segundos.
- Bueno, al menos lo hemos intentado-dijo Héctor-. Aunque sinceramente, me hubiera gustado pasar más tiempo con Alice.
- Ten fe, Héctor-le dije-. Ryan lo conseguirá. Seguro que lo hará.
Nadie estaba convencido de mis palabras, ni siquiera yo misma. Al menos hasta que todo se detuvo, y aquellos tornados retrocedieron por donde habían venido, lentamente, en dirección al cielo.
Éste empezó a despejarse y la luz del Sol volvió. Arriba, en lo más alto, vi una diminuta figura caer. Mi corazón dejo de latir.
-¡¡¡ Ryan!!!-grité-. ¡¡Oh, dios, es Ryan!! ¿A qué esperáis? ¡Vamos, haced algo!
- Rachel-dijo Nadia-. Ninguno podemos hacer nada salvo Zack, y está demasiado débil para...
- Aparta a un lado.
Era Zack. Todavía se le veía hecho polvo, pero aún así insistió.
- Zack, ¿estás seguro...?
- Calla y deja que me concentre.
Pero Ryan seguía cayendo, y aunque parecía que perdía algo de velocidad, aquello no evitó que se estrellara contra el suelo en pleno Central Park. Cerca de donde nos dimos nuestro primer beso.
Aterrada, corrí lo más rápido que he corrido en toda mi vida, sin importarme que los demás pudieran seguirme. Cuando llegué, vi su cuerpo en el fondo de un cráter de unos pocos metros de altura. Sin importarme lo que pudiera sucederme, me tiré a él. Lo abracé en cuanto pude.
- Ry...-sollozé-.
Tras unos segundos sin oír respuesta alguna, pensé que había perdido al amor de mi vida y me tumbé junto a él, llorando como nunca lo había hecho. Todo con lo que siempre había soñado, una vida junto a él... Jamás se haría realidad. No podía y no quería creerlo.
- Oh, vamos. ¿De verdad pensabas que iba a ser tan fácil librarse de mí?-dijo la voz más sensual que he escuchado jamás-. Rachel...-me dijo sonriendo, aunque débilmente-.
Lo saqué con cuidado, sobre mis hombros. Nadia y los demás me ayudaron. No podía creerlo, lo había conseguido. Nos había salvado a todos y había sobrevivido. Todos le abrazaron, con lágrimas de felicidad en los ojos, incluida yo.
Cuando estuvimos fuera, lo tumbé sobre el suelo y, aún consciente de lo débil que estaba, no pude resistirlo más. Le besé, y aunque le costó me respondió con un beso de película.
- Eh, chicos-dijo Héctor-. Tal vez deberíais mirar a vuestro alrededor antes de seguir.
Separamos nuestros labios e hice lo que Héctor dijo. Ryan procuró hacer lo mismo.
Había miles de personas a nuestro alrededor. El silencio sepulcral de una multitud que nos miraba sin decir palabra alguna. Pero entonces, un aplauso comenzó entre toda aquella gente, propagándose por todos lados junto a vítores y gritos de alegría. El parque estaba atestado de gente.
No sabía cómo responder, pero al parecer Ryan sí. Con un gran esfuerzo, se levantó y me atrajo hacia sí para volver a besarme, y sin dudarlo ni por un instante le correspondí. La gente aplaudía a rabiar, y el volumen de los aplausos era cada vez más alto. Llegado un momento, Ryan se separó de mí y me dijo:
- Te quiero, Rachel Hart. Y nunca te dejaré.
- Yo también te quiero, Ryan Chase. Y no...- se me cortaba la voz a causa de la emoción-. No puedo esperar a pasar el resto de mi vida junto a ti.
Nos abrazamos con fuerza, como si fuéramos a estar así de por vida. De pronto, un móvil sonó. Su móvil.
- ¿Mi móvil?-preguntó Ryan-.
Y así era. A pesar de su reciente ascensión a la atmósfera, la tormenta solar y el trompazo a toda velocidad contra el suelo del parque, su móvil seguía intacto.
- Te dije que era bueno, ¿no?-le dije, sonriendo-.
- Y tanto-afirmó, al tiempo que dijo- ¿Alice?
- ¿Ryan? Oh, dios mío, ¿estáis bien? ¿Está Rachel bien? ¿Y Héctor? He visto en las noticias lo que ha pasado, y...
- No, tranquila. Todos estamos bien. Ahora mismo vamos a casa.
- Ryan, por favor. Pásame a Alice. Dile que es urgente.
Y lo hizo.
- ¿Qué?-le dije, tras oír su primera frase-.
- Lo que oyes, Rachel. Empezó a hacer unos ruidos muy extraños, y no tiene buena cara. ¡Creo que Sheila está a punto de parir!
Puso el móvil cerca de Sheila para que pudiera oírla maullar.
- Ahora mismo voy, cariño. ¡Aguanta!
Le devolví el móvil a Ryan e hice amago de salir corriendo, pero éste me tiró de la manga.
- ¿Te apetece un paseo aéreo? Así llegaremos más rápido, ¿no crees?
Sonreí, y aunque con algo de dificultad por mi reciente herida en el brazo izquierdo me agarré a sus hombros. Tener un novio volador tiene sus ventajas.
- ¡Eh!-oí gritar a Héctor mientras nos alejábamos-. ¿Y nosotros qué? ¿Nos vas a dejar aquí tira...?
Fue increíble, la sensación de estar flotando en el aire, a docenas de metros sobre las calles. Y junto a él.
Llegamos muy pronto a casa. Al igual que el resto de la pandilla, que decidieron volverse también volando, aunque por medio de un coche.
Entramos en la casa y nos encontramos a una muy angustiada Alice. Corrí hacia mi gata y me agaché a su lado.
- Ya estoy aquí, Sheila. Sigue así, cariño, todo saldrá bien-le dije, mientras la acariciaba-.
Habíamos llegado justo a tiempo, pues en el instante en que terminé aquella frase, una cabecita empezó a asomar. Con mucho cuidado, lo tomé entre mis manos y sonreí. Apenas me había dado tiempo a hacer esto, y Shelia estaba teniendo ya otro gatito. Y luego otro, y otro, y otro... Así hasta un total de seis monísimos y diminutos bebés.
En sólo unos minutos, Sheila había parido seis monísimos gatos. Habiendo acabado ya, la dejamos en sus cestita con sus bebés correteando y jugando alrededor de ella. La acaricié de nuevo, y ronroneó satisfecha.
- ¿Os habéis parado a pensar en lo que acaba de ocurrir?-preguntó Dave-.
- Sí, se llama nacimiento. Los hay muy a menudo-dijo Cody-.
- No, chicos, yo sí que lo entiendo. Es un nacimiento...-dijo Nadia-.
- El primer nacimiento...-dije-.
- ...de una nueva era-acabó Ryan-.
Por si todo aquello no fuera suficiente, me fijé en que Héctor y Alice estaban cogidos de la mano y en la forma en que se miraban, y aquello me alegró todavía más.
- Cariño-le pregunté a Ryan, para asegurarme-. ¿Alice y Héctor están...?
Pero quedó despejada cualquier duda en el momento en el que Héctor le dijo algo al oído, ésta se rió y ambos se besaron.
- El amor está en el aire-dijo Ryan, riendo. Yo también lo hice-.
- Chicos, ¿qué tal si pasamos a la cocina y seguimos hablando allí?-pregunto Alice-. Así podremos dejar a Sheila con sus gatitos.
Todos afirmaron con la cabeza, incluida Jill. Y lo cierto era, que aunque el principio me sentía rara contándole algunas de mis más divertidas anécdotas a una chica que hacía sólo unas horas me había secuestrado y torturado, resultó ser una de las personas más majas que he conocido en mi vida.
- Hay algo que todavía no entiendo-dijo Jill-. Sé que le di mi invulnerabilidad, pero aún así... Él, siendo al menos diez veces más poderoso que Ryan, murió con la radiación de la tormenta. Pero éste sobrevivió. ¿Cómo es eso posible?
- Tal vez...-dijo Zack, que ya parecía recuperado del todo-. Tal vez, en cierto modo, el universo pensó que merecía la pena darnos una segunda oportunidad. Y él mismo se encargó de todo.
- O puede que Ryan provocase la tormenta con un nuevo poder, y haya pasado a controlar también el universo. ¡Esperad! Tengo un nombre: ¡señor del universo!- Creo que a estas alturas de la historia no hace falta que os aclare quién dijo esto último-.
En un momento en el que no pensaban que pudiera oírles, Nadia se acercó disimuladamente a Jill.
- Oye... Esto, Jill. Con respecto a lo de mi padre...
- ¿Si?
- ¿De verdad lo conociste?
- Verás...-dijo, parándose a pensar un par de instantes-. Fue poco después de nacer tú, hace unos diecisiete años. Digamos que yo... Había tocado fondo, y él me ayudó a superarlo y a seguir adelante.
- ¿Y qué pasó?-preguntó. Se la veía entusiasmada, aunque también asustada por lo que pudiera acabar averiguando-. Quiero decir, sé que mi madre murió al poco de nacer, y mi padre poco después pero nunca supe por qué.
- Perdóname por ser tan directa, Nadia, pero tus padres... fueron asesinados. Y se suponía que tú también.
El tono del rostro de Nadia se volvió pálido, y la verdad es que no me extraña.
- De ahí que me sorprendiera tanto verte antes. No te veía desde que eras muy pequeña, pero en el momento en que vi aquellos ojos, y aquella expresión... Supe que eras tú-dijo, sonriendo-.
- ¿Quién quiere probar alguno de mis deliciosos brownies de chocolate?-preguntó Héctor-.
- Hmm...-dijo Alice, tras darle un bocado a uno de ellos-. Parece que el talento culinario también es cosa de familia, ¿eh?
Se dirigió a Ryan, quien asintió sonriendo.
- Algún día de estos quedaremos las dos, y te contaré toda mi historia, ¿de acuerdo?-dijo Jill-. Aunque podemos empezarla diciendo... que soy una adicta al chocolate sin remedio-añadió, metiéndose en la boca dos trozos de golpe-. ¿Lo ves?-pronunció con la boca llena-.
Nadia rió. Ryan y yo aprovechamos cierto momento y subimos a la azotea, otro de aquellos tan especiales lugares para nosotros. Aunque al parecer, se nos habían adelantado. Alice y Héctor se estaban dando el lote otra vez. Con todo lo que se metía con nosotros cuando no tenía novia...
- Lo siento chicos-dije-. Pero es cuestión de antigüedad. Nosotros estuvimos aquí antes.
- ¿Tenemos que irnos?-preguntó-. ¿Es qué vais a hacer algo que no podamos ver? Porque si es así...
- Anda y vámonos abajo con los demás, Barney Stinson.
Enorgullecido por aquella comparación, Héctor se marchó con Alice, dejándonos a Ryan y a mí completamente solos.
Nos tumbamos en una tumbona (valga la redundancia), el uno junto al otro, mirando al cielo. Incluso en uno tan contaminado lumínicamente como el de Nueva York, podíamos distinguir gran parte de sus estrellas.
- ¡Mira!-susurré-. Una estrella fugaz.
- Cierto. Yo también la he visto.
- Entonces pide un deseo. Y date prisa, o puede que no se cumpla.
- No te preocupes, he vuelto a ver otra.
- ¿En serio?-pregunté-. ¿Dónde?
- Justo enfrente de mí-dijo mirándome a los ojos-. Estoy contigo, Rachel. ¿Qué más podría desear?
- Creo que yo podría decir lo mismo-dije, sonriendo-.
Nos abrazamos y nos besamos dulcemente bajo aquel manto de estrellas y las luces de los rascacielos a nuestro alrededor, y acabamos durmiéndonos allí mismo. Al día siguiente, nos despertamos en un mundo nuevo.
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RESPUESTA A LA GRAN PREGUNTA: ¿POR QUÉ SOBREVIVIÓ RYAN?
Hoy, en el momento en que os cuento esto, conozco la causa de lo que ocurrió aquel día. Por difícil que pueda resultar de creer, la razón por la que sobreviví entonces fue porque me encontraba en mi medio: el aire. Sí, puede que estuviéramos en una de las últimas capas de la atmósfera, pero seguía siendo aire. Y por la misma razón que un ignífugo no puede morir en el fuego, o alguien con poderes en el agua no puede morir en ella, el aire me salvó. ¿Que qué pasó con la falta de oxígeno, las extremas temperaturas...? Los vencí gracias al poder que Jill me transmitió. Entre eso y mi poder volador... Bueno, ya sabéis.
Con respecto a la tormenta solar: obviamente, no la creé. Soy guay, pero no tanto. La tormenta hubiera sucedido incluso aunque yo no hubiera subido allí arriba. Claro que en ese caso, el señor del fin del mundo no se hubiera entretenido tanto conmigo y hubiera tenido tiempo de sobra para acabar su trabajo antes de que dicha tormenta sucediera. En otras palabras: salvé el mundo. Y es por ello que os pido el siguiente favor: dejad de buscar la lógica en una historia tan absurda como esta.
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