martes, 15 de noviembre de 2011

DIARIO DE UN SUPERVIVIENTE (XXXII)

Martes, 9 de agosto de 2011


Querido diario:

En realidad no llegué a dispararle. Desvié el arma hacia  mi derecha en el último instante.

- Pero no te mataré-dije, mientras guardaba la pistola-. Porque entonces sería como tú.

Me giré, dispuesta a dejar atrás a ese desgraciado. Un error que no debí cometer.

- ¡¡Zoey, cuidado!!

Reaccioné a la advertencia de ambos justo a tiempo para esquivar un puñal, haciendo que el hombre se tambaleara hacia atrás, peligrosamente cerca de un abismo en el que hasta entonces no me había fijado.

Llamadme estúpida si queréis, pero la verdad es que arriesgué mi vida por intentar ayudarle. Aunque no sirviera de nada.

Logró agarrarse,pero cuando fui a ayudarle intentó tirarme y retrocedí, cambiando de idea.

Vosotros...-decía el hombre, mientras las manos se les resbalaban-. Estúpidos niñatos, pensáis que habéis ganado. Pero no es así. Vosotros también moriréis.

- Pero no hoy-dije-.

El hombre se limitó a sacar una especie de dispositivo de su bolsillo, tras lo cual presionó un botón y dijo:

- Hasta la vista, idiotas.

Y se precipitó al vacío, por un abismo cuyo fondo ni siquiera alcanzábamos a ver.

- Caray-dijo Justin-. Eso tiene que haberle dolido.

En aquel momento, oímos un enorme estruendo procedente de las profundidades de aquel abismo y supimos que algo iba mal. Una estridente alarma empezó a sonar por todo el recinto, transmitiendo de fondo el siguiente mensaje: "Activada secuencia de autodestrucción, ocho minutos para su inicio".

- ¿Autodestrucción? ¿En ocho minutos? Eso no suena nada bien-dijo Justin-.
- Salgamos de aquí. Ya.

Obviamente nadie lo discutió,y salimos a toda velocidad en dirección a la puerta más cercana. Pero justo antes de entrar en ella, parte del techo se derrumbó. Empujé a Richard, de forma que él y Justin consiguieran pasar. Pero yo me había quedado al otro lado.

- ¡Zoey!Zoey,¿ estás bien?
- Sí, lo estoy, pero no perdamos más el tiempo. Id al hangar y esperadme allí. Yo intentaré buscar otro camino.
- Zoey, el hangar está tres pisos por encima de este-me dijo Richard-. Y por favor, ten cuidado.
- Lo tendré.

Dicho esto, Justin y Richard corrieron hacia el hangar por el camino que había llegado el primero. Yo, por mi parte, tuve que pensar rápido y disparar a una ventana, que resultó dar a un pasillo.

"Quedan seis minutos. Por favor, diríjanse al punto de evacuación más cercano".

Corrí todo lo que pude, esquivando doctores y soldados por el camino. No me tuve que preocupar de estos últimos, pues ya estaban bastante ocupados con...

Mutantes. De toda clase. Se encontraban sueltos por toda la instalación. Todos corrían en todas direcciones, intentando escapar de aquel infierno.

Fui a sacar mi pistola, y me di cuenta de que tenía dos. Tal vez Richard me la hubiera dado, en un momento que entonces no recordaba.

Las saqué, y seguí corriendo al tiempo que disparaba con ambas manos e intentaba atravesar aquel caos de muerte y destrucción.

Me cargaba zombies por doquier, pero a cada momento que pasaba había más. Seguía disparando mientras intentaba alcanzar las escaleras de emergencia que había al final. Finalmente lo hice, y empecé  a subirlas hacia arriba. Y entonces cayó, justo delante mío, el ensangrentado cadáver de uno de aquellos doctores.

Sabía que no podía retroceder, así que me limité  a seguir corriendo escaleras arriba y darme cuenta de que, justo en el último tramo, algo me estaba esperando.

Disparé a ese asqueroso mutante similar al que Justin me se había encontrado poco antes de todo este embrollo. Y lo hice varias veces, lo suficiente en teoría como para al menos herirle un poco.

Aproveché aquel momento para colarme por la puerta, pero en el último instante aquel bicho lanzó su lengua y atrapó mi pierna derecha.

Me agarré fuertemente al marco de la puerta, y entonces vi justo lo que necesitaba. Alcancé un extintor (sí, otra vez) y le pegué con él al mutante.

Apenas le hice daño, pero lo suficiente como para que me diera tiempo a seguir por mi camino.

"Cuatro minutos para la autodestrucción"-se oía por todo el recinto.

Todo se empezaba a desmoronar, y fue en aquel momento cuando lo vi.

El hangar, tras una puerta al final del pasillo. Pero había una pega: que estaba llena de zombis, y todos se acercaban a mí peligrosamente. Intenté pensar en algo, pero me había quedado en blanco.

No sabía qué hacer, al menos hasta que se me ocurrió aquella idea. Cogí el extintor con el que momentos antes había golpeado al mutante y, subiéndome a una especie de carros de esos que se utilizan para llevar libros y cosas así  lo abrí, de forma que la presión acumulada en el extintor me propulsara hacia delante, a tal velocidad que prácticamente aplastaba a los zombies.

Cuando llegué al final del trayecto, me bajé de un salto y fui abrir la puerta que esperaba, me llevara pronto al hangar.

Pero estaba cerrada. Intenté abrirla, y no pude. Retrocedí al darme cuenta de que me estaban acorralando. Di la vuelta y me tropecé, tras lo cual me levanté justo a tiempo para evitar que aquellos monstruos me atraparan. Abrí la primera puerta que vi, y me metí en la habitación.

Tuve que bloquearla con lo primero que encontré, primero una lámpara de escritorio y luego el mismo escritorio. Me senté, exhausta.

"Tres minutos para la autodestrucción".

Estaba convencida de que era el fin. No había nada que hacer, los zombies me habían acorralado, y tarde o temprano conseguirían entrar. Y entonces, todo habría acabado.

Pero empecé a acordarme de aquella excursión  a la montaña con mis padres y mi hermano,y de lo ilusionado que éste me había contado que había visto a unas ardillas jugar entre ellas. Y de Richard, el momento en que lo besé por primera vez. Y fue en aquel instante cuando vi que el hangar se encontraba justo detrás de aquella habitación, tras una ventana. Y un salto de más de cien metros.

Llamé a Richard.

- ¡Zoey! ¿Dónde estás?¡Tenemos que irnos enseguida!
- Lo sé, Richard. Y no hay tiempo para discutirlo, así que escúchame. Estoy en una especie de oficina, en el mismo piso del hangar. Necesito que os acerquéis a su ventana todo lo que podáis.
- Zoey...
- ¡Vosotros hacedlo!

"Dos minutos para la autodestrucción".

Miré atrás. Algunos zombies estaban empezando a conseguir romper el cristal de la puerta, por la cual asomaban ya algunas de sus manos. En unos segundos, la habrían derribado.

Y en cuanto lo hicieran, tendría que saltar, estuviese el helicóptero cerca o no. Era mi única opción.

Cargué mis armas. Disparé para romper todas las ventanas, y en ese momento vi a una especie de helicóptero gigantesco acercarse.

Los zombies tumbaron la puerta, y empezaron a correr (sí, habéis entendido bien, CORRER) detrás de mí. Tiré mis armas hacia atrás y empecé a correr también,preparada para coger toda la carrerilla que pudiera, saltar lo máximo posible, y agarrarme al helicóptero. O al menos intentarlo.El helicóptero aún estaba lejos, y estaba casi segura de que no lo conseguiría. El salto nunca ha sido mi fuerte.

Mi pulso se aceleraba, hasta el momento en que di el último de los pasos, y salté al vacío. Oí a docenas de zombies cayendo a mis espaldas, mientras yo estiraba brazos y piernas para intentar llegar al helicóptero, en un salto tan exageradamente largo y angustioso que espero no tener que repetir jamás.  Debió ser cosa de la adrenalina el hecho de que acabara alcanzándolo, aunque fuera por poco. Por tan poco, que todos pensaron que había caído.

- ¡¡¡Zoey!!-gritó Richard, mientras corría a asomarse para ver si me veía.

Pero obviamente, no había caído (de lo contrario sería bastante difícil que estuviera contándoos esto ahora,¿no?).

- ¿Una ayudita, por favor?-dije. Subí  con la ayuda de Justin y Richard, quien me sostuvo entre sus brazos fuertemente. Le besé, y él me devolvió el beso.
- En serio, Zoey. No vuelvas a darme un susto así. Pensaba que esta vez te había perdido de verdad.
- Menuda falta de confianza...-dije sonriendo-.
- ¿Todo bien por allí detrás?-se oía la voz de Milla, que pilotaba el helicóptero-.
- Todo bien-dijimos Richard y yo, al unísono-.

"Un minuto para la autodestrucción".

- Milla-dijo Justin-. Ahora que estamos todos tal vez deberías ir pensando en sacarnos de aquí. Ya sabes, por lo de la autodestrucción y eso.
- Hecho-dijo ella, mientras empezaba a ascender el helicóptero-.

El helicóptero era realmente enorme,con espacio suficiente para los cientos de supervivientes prisioneros de aquel científico loco, del cual espero no tener que volver a hablar.

"Treinta, veintinueve, veintiocho, veintisiete..."

El helicóptero ya asomaba por por la parte superior del hangar, lo que antes era el techo y que resultó ser nada más y nada menos que  Times Square.


"Dieciséis,quince, catorce, trece...".

Dejamos atrás un Broadway en ruinas, y muchos de los edificios más famosos de Nueva York. Por las calles, deambulaban multitud de muertos vivientes, y algunos  de estos edificios estaban tan dañados que parecían que fueran a caerse en cualquier momento.

"Tres, dos,uno...,cero".

Cuando estábamos a sólo un par de kilómetros de allí, un intenso fogonazo me llevó a deducir que la autodestrucción se había iniciado. Giré la vista hacia allí, y vi  una enorme explosión haciendo un cráter igual de gigantesco donde sólo unos instantes antes se encontraba la instalación, haciendo añicos Times Square y todas las edificaciones en un radio de diez manzanas.

- Caray, con la bombita-dijo Justin, a quien le había hecho ilusión acompañar a Milla de copiloto-. Por cierto,Milla,¿te importa que me recline un poco el asiento? Es que estoy algo incómodo y...
- ¡¡No!!

Tarde, un misil salió disparado del helicóptero y fue a parar a...

- Tío-le dijo Richard-. Acabas de volarle la cabeza a la estatua de la libertad.
- ¡Pero... no ha sido aposta! Pensaba que este era el botón para reclinar el asiento.
- Es evidente que no, Justin-le dije-. Pero no te preocupes. No creo que nadie nos diga nada. Además, si casi ni se nota.

Y nos alejamos, dejando atrás una Nueva York totalmente en ruinas y en dirección al puerto, con la intención de coger un barco y llegar a esa maldita ciudad de supervivientes.

Aterrizamos cerca de un pequeño edificio en las orillas del río, "Staten Island Ferry" (que pensamos, sería un buen lugar donde buscar un barco en el que cupiéramos todos).


Total, que Milla aterrizó y Richard, Justin y yo bajamos a asegurar la zona. Matamos a unos pocos zombis, e inspeccionamos cuidadosamente uno de esos "ferry", que estaba anclado allí.

Tuvimos suerte. El barco estaba vacío, y no hubo sorpresas desagradables (ya era hora, ¿no?). Metimos allí a todos nuestros supervivientes, y pusimos rumbo a esa ciudad de nombre Aracdia.

No tardamos demasiado en llegar a la localización exacta (pues teníamos combustible de sobra), pero aún así, algo fallaba.

Estábamos donde las transmisiones que escuchamos en Vancouver nos habían dicho, el lugar donde supuestamente estaba aquella ciudad. Pero allí no había nada.

De pronto, cruzó por mi mente la odiosa y fatídica idea de que tal vez aquello no fuera más que una broma pesada, o incluso una forma que el creador del virus había inventado para atraernos a su guarida.

Todos esperábamos, ninguna de las cientos de personas que ocupábamos el barco dijo una sola palabra.

Y entonces, cuando ya me había rendido, una especie de pilares de hierro emergieron del agua, emitiendo una luz verde que recorrió todo el barco y desapareció,tras unos instantes, sumergiéndose de nuevo.

- ¡Chicos,mirad!-dijo Milla, señalando hacia delante-.

Sonreí, y miré a Richard. Él también me miró a mí y sonrió. Y nos besamos, felices como nunca nos habíamos sentido.

Estábamos en Aracdia.

1 comentario:

Soy el número cuatro

Soy el número cuatro
Me encanta esta peli :)