A su llegada al instituto al día siguiente, Alan se encontró con sus dos amigos, Gabriella y Ryan.
- ¡Ey, Alan!- oyó la voz de Ryan-.¡Alan!
- Ah, hola, chicos. ¿Qué tal? Todo... ¿Todo bien?
- Bueno-contestó Gabriella- todavía algo extrañados por tu maratón de ayer. ¿A dónde ibas con tanta prisa?
- Esto, yo... Bueno, es que tenía unos asuntillos pendientes. Con mi madre, la mudanza y tal... Había quedado con ella para ayudarla, y se me había olvidado-improvisó Alan-.
- Oh, vaya-dijo Ryan-. Eso sí que es un hijo cumplidor.
- Escuchad, chicos. Siento mucho haberme ido así, tan de pronto, sin decir nada y eso.
- ¿Y qué tal te viene hoy?-dijo Gabriella-. Ya sabes, para quedar los tres. Si tienes hueco en tu agenda, claro.
- Ehm... Sí, claro, pero es que he de hacer algo esta tarde, y no sé cuándo acabaré.
- Pues apúntate nuestros dos números, si quieres. Nos llamas cuando acabes y vemos qué hacemos-dijo Gabriella-.
- Vale.
Así que eso es lo que hicieron. Ryan y Gabriella le dieron su número a Alan, y los tres entraron a clase. El día en sí no estuvo demasiado mal, al menos hasta que Alan se vio obligado a dejar a sus amigos tras ver a un extraño aunque conocido hombre esperando bajo la sombra de un árbol.
- ¿Alguna vez has pensado en que llamarías menos la atención si fueses vestido normal que con traje de chaqueta?-le dijo Alan a Chris-.
- Pues sí, pero tengo que llevarlo de todas formas. Las normas son las normas. Ven conmigo.
Alan siguió a Chris hasta un rincón apartado, a unas pocas docenas de metros del instituto, donde nadie pudiera verlos ni oírlos.
- Verás, Alan. Entiendo que no te fíes todavía de mí al cien por cien, pero tendrás que acabar haciéndolo. No voy a contártelo todo al aire libre, a merced de cualquiera que sepa un mínimo de espionaje.
- Ehm... Pues vale. Pero hoy ya estamos aquí. Así que dime lo que tengas que decirme.
- Muy bien. Veamos, por donde empiezo... Ah, sí. Desde los albores de la humanidad, siempre ha habido un pequeño grupo de humanos, escogidos no al azar sino por su fuerza y astucia, desde el mismo momento en que nacieron.
- ¿Y cómo se sabía exactamente lo fuertes y astutos que iban a ser si todavía no habían nacido?
- La lógica no te servirá en ocasiones como esta, Alan. Créeme, llevo años en esto. Sé de lo que hablo.
Una mirada de aceptación de Alan bastó para que Chris prosiguiera.
- Hace un siglo y medio, aproximadamente, allá por 1861,el doctor Thomas Berry fundó una organización llamada "Agencia de Investigación en lo Sobrenatural", cuyo fin sería luchar contra las fuerzas del mal fuera de lo normal e investigar acerca de este mundo y los secretos en él ocultos.
- Un momento, has dicho... ¿Berry? ¿Ese no es...?
- Mi apellido, sí. Thomas Berry fue mi tataratatarabuelo, a saber, el abuelo de mi bisabuelo y fundador de la AIS.
- Vaya, qué guay. Debes de sentirte orgulloso.
Dio la sensación de que Chris había sonreído, pero al cabo de unos instantes dejó de hacerlo para seguir hablando.
- Esos elegidos de los que antes he hablado... Digamos que son escogidos normalmente una sola vez por generación. Pero, extraordinariamente, el ciclo se rompe y surgen nuevos grupos cada pocos años, distribuidos por todo el mundo. Como ya sabes: uno por cada continente.
- E imagino que yo seré el del continente americano.
- Chico listo-dijo, tras lo cual continuó-. Cada elegido necesita un protector, un guardián que le indique el camino correcto, aquel que debe seguir para alcanzar su verdadero destino. En pocas palabras: asegurarse de que no se pasa al otro lado.
- Es decir...
- Al del mal, Alan. El del mal. Tú eres uno de los elegidos, y yo uno de esos guardianes. Y tu instrucción empieza desde ya.
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